25 ideas para vivir Nueva York

Nueva York nunca está en crisis. Es obvio que aquí también se vivieron excesos en los últimos años y que, como todas, la ciudad que nunca duerme se ha apretado un poco el cinturón. Pero nada de eso afecta al turista puesto que la oferta cultural y de ocio en la Gran Manzana siempre es abrumadora y las opciones que ofrece el verano neoyorquino siguen siendo prácticamente inabarcables.

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nueva york1 / Stefano Amantini

Ir de picnic al cine en algún parque

No hay nada mejor para los cansados pies del turista que hacer una parada técnica en alguno de los parques de la ciudad que al caer el sol ofrecen cine sobre sus verdes explanadas. Basta con llevar un mantel para colocar un pequeño picnic y unas telas para tumbarse y, voilá, a disfrutar de una buena película gratis. La oferta en agosto es variada: los lunes la cita es en Bryant Park, junto a la biblioteca pública a las 5 pm (www.bryantpark.org); los jueves está el ciclo Movies with a view en el barrio Dumbo, en Brooklyn, con una pantalla que se superpone al espectacular skyline neoyorquino al atardecer (www.brooklynbridgepark.org). En Central Park la cita es diaria durante la última quincena de agosto (www.centralpark.com).

Escuchar música en Central Park

Los 40 grados a la sombra que puede alcanzar Nueva York en verano hacen de su pulmón, Central Park, una tentación constante. Pero hay un aliciente añadido: la música. La serie Summerstage lleva cada verano hasta los escenarios del parque a grandes figuras de la música estadounidense e internacional y, excepto en algunos casos, siempre es gratis. Todos los sábados y domingos hay algún concierto y entre semana también, pero en días distintos. Entre los nombres que brillarán este verano está el veterano grupo de ska The Specials, los raperos Public Enemy y los británicos Hot Chip. Además, todos los domingos hay un grupo de jazz en el Dana Discovery Center, situado en la parte del parque del barrio de Harlem. www.summerstage.org

Pasar una tarde ''indie'' en Williamsburg

Williamsburg es la cita ineludible para veinteañeros y treintañeros alternativos. Es el barrio poblado por artistas jóvenes y guapos; tanto, que cuando uno supera los 50 años se siente casi fuera de lugar. La calle Bedford es su arteria principal, pero las calles adyacentes están pobladas por decenas de bares, tiendas y restaurantes. Imprescindibles: la pizzería Fornino y su deliciosa Margherita Classica (http://forninopizza.com), el Surf Bar y su aire playero (www. www.brooklynsurfbar.com), la tienda de discos Academy Annex (para amantes del vinilo, http://academyannex.com), el Union Pool con conciertos por la tarde y lugar de encuentro de los habitantes locales a altas horas de la noche, y el East River State Park, también conocido como el Williamsburg Waterfront, con vistas increíbles a Manhattan y algunos domingos de agosto y septiembre, concierto (indie, por supuesto). Para consultar los conciertos, www.openspacealliancenb.org/events.

Ver lo último de Andy Warhol en Brooklyn

Este verano los nostálgicos del Nueva York de otras épocas tienen la oportunidad de darse un paseo por el pasado reciente a través de la exposición que el Brooklyn Museum le dedica Andy Warhol (www.brooklynmuseum.org). Bajo el título The Last Decade se muestran obras de Warhol no excesivamente conocidas, las de la última década de su vida, antes de que la muerte le sorprendiera sobre una mesa de operaciones a los 57 años en una intervención que aparentemente no entrañaba peligro. No sólo hay cuadros sino también revistas y vídeos de aquella época. Y al terminar, nada más agradable que darse un paseo por el Jardín Botánico, un parque poco conocido y, sin embargo, fantástico, adyacente al Brooklyn Museum.www.bbg.org

Dedicar una mañana a Governor''s Island

Para el turista reincidente sin duda esta isla será una sorpresa puesto que se abrió al público hace apenas tres años y aún no es muy conocida fuera de las fronteras de la ciudad. Situada a menos de un kilómetro de la punta sur de Manhattan, se ha convertido en un lugar de peregrinación para los neoyorquinos durante el fin de semana. ¿Por qué? Las vistas son magníficas, el ferry es gratuito, se pueden alquilar bicicletas- los viernes te la prestan gratis durante una hora-, hay conciertos hasta el 15 agosto, se puede recorrer a pie y descubrir su pasado de fortín defensivo de Manhattan, y este año, además, hay un mini-golf interactivo y una exposición de esculturas ecológicas. Sólo permanece abierta viernes, sábado y domingo.

Tomar una copa con vistas

Cuando se trata de hablar de buenas vistas, Nueva York es casi imbatible. Por eso disfrutar de una copa al atardecer desde algún ángulo de la ciudad debería ser obligatorio. Hay múltiples opciones: en el West Side, frente a la costa que mira hacia New Jersey, está The Frying Pan (www.fryingpan.com), un viejo barco de hierro junto a otro de madera reconvertidos en fantástico bar de copas sobre el agua. En ese mismo lado, sobre la Avenida 11 se encuentra el enorme Press Lounge, en el piso 16 del hotel Ink48, con una vista espectacular que abarca 360 grados (www.ink48.com). Y para quienes quieran algo muy selecto está la terraza del Gramercy Park Hotel (www.gramercyparkhotel.com), uno de los secretos mejor guardados de la ciudad. El dueño también fundó la mítica discoteca Studio 54. De ahí que a su terraza vayan siempre famosos. Hay que reservar, pero no necesariamente hay que ser una celebridad.

Visistar el triunvirato del arte y algo más

El MOMA (www.moma.org), el Metropolitan Museum (www.metropolitan.org) y el Whitney Museum (www.whitney.org) son la santísima trinidad del arte en Nueva York. Habría que visitarlos todos, pero si falta tiempo y hay que escoger lo imprescindible de cada uno, son los dos pisos que el MOMA le dedica a los siglos XIX y XX, la zona dedicada a Roma del Metropolitan, y en el Whitney, la colección permanente de arte estadounidense, en la que no hay que perderse el célebre circo de Calder, que está escondido en un sótano. Además, hay dos museos en los que el continente es más importante que el contenido: el mítico Museo Guggenheim (www.guggenheim.org), firmado por el arquitecto Frank Lloyd Wright, y el New Museum (www.newmuseum.org), cuyos arquitectos, Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa, acaban de ganar el premio Pritzker de Arquitectura.

Bailar en un playa urbana

Todos los sábados del verano los neoyorquinos acuden a bailar al Warm Up del PS1, un museo de arte emergente, propiedad del MOMA, en el que cada año un arquitecto crea una playa urbana en su patio. Se encuentra en Long Island (Queens), en una zona llena de galerías alternativas y la experiencia merece la pena: un dj o una banda le pone ritmo a la tarde, hay cerveza, sombras y espacios con agua para refrescarse, y cuando uno se cansa de mover el esqueleto siempre puede pasearse por los cinco pisos de arte que atesora el PS1 y que este verano exhibe la muestra titulada Greater New York, lo mejor del arte neoyorquino joven.

Contemplar Nueva York desde el agua

Hay varias fórmulas para ver Nueva York en barco. La más barata es tomar el ferry que va a Staten Island y regresar. Es gratuito. Pasa frente a la famosa estatua de la libertad y a medida que se aleja ofrece una de las mejores vistas de Manhattan. También hay barcos, los de la compañía Circle Line, que dan la vuelta a la isla en viajes que duran entre 75 minutos y tres horas (www.circleline42.com). Y otra opción son las cenas a bordo que ofrecen desde Lady Liberty Cruises (www.ladylibertycruises.com), una propuesta magnífica y romántica para contemplar el atardecer.

Subir al cielo de Nueva York

Los más atrevidos suelen escoger subirse a un helicóptero y sentir el vértigo en sus estómagos en viajes que oscilan entre los 15 y los 30 minutos, según lo que se esté dispuesto a pagar. Tres compañías ofrecen el servicio, Liberty Helicopters (www.libertyhelicopters.com), Helicopter Flight Services y New York Helicopter Charter Tours (w www.newyorkairtours.com). Los precios son similares, entre los 130 y los 300 dólares. Pero hay otras dos buenas opciones para quienes no quieran surcar los cielos: subirse al Empire State Building (www.esbnyc.com) o al Top of the Rock del Rockefeller Center (www.topoftherocknyc.com). En el primero las colas son mucho más largas, pero tiene el encanto de ser un clásico que permanece en el imaginario colectivo desde que King Kong trepó por su fachada. El segundo es más caro y por lo tanto está menos masificado, pero sus vistas no tienen nada que envidiarle a su hermano mayor.

Recorrer Broadway de principio a fin

Broadway es la arteria que cruza Manhattan de norte a sur y permite ver, como ninguna otra, las diferencias entre los distintos barrios de la isla. El reto para los que tengan buenas piernas es recorrerla a pie desde Battery Park hasta Washington Heights, aunque sería imposible hacerlo en un día. Pero, si sobra tiempo, tres días en Broadway poquito a poco son un gran plan. Las paradas obligadas son el Financial District, el Flatiron Building en la calle 23 (el rascacielos triangular, el más antiguo de la ciudad), Times Square, Columbus Circle, el cruce con la calle 72 (con edificios como el Dorilton), Columbia University a la altura de la 116 y el barrio más latino de la ciudad, Washington Heights, entre la 125 y la 155.

Comer en restaurantes secretos

Hay secretos culinarios muy bien guardados. En la zona de Williamsburg está el restaurante japonés Zenkichi (www.zenkichi.com). Ni siquiera hay letrero en su puerta, pero dentro, con interiores en bambú, se esconde uno de los mejores japoneses de la ciudad. Eso sí, hay que estar dispuesto a pagar y a experimentar ya que ni el sushi ni el sashimi de siempre están incluidos en el menú. En el Lower East Side, en un callejón diminuto, se encuentra el Freemans (w www.freemans.com), que ofrece uno de los mejores brunch de la zona. Siempre hay que hacer cola, pero sólo por probar el humus de alcachofa de sus aperitivos merece la pena la espera obligada. Por último está Zucco (w www.zucco.com), también en ese Lower East Side ahora tan de moda. Es un bistró francés a pie de calle, pero tan pequeño que puede pasar desapercibido. La selección musical es siempre gratificante y el pollo al vino de su menú hace estragos.

''Quemar'' la tarjeta en el Soho

Antaño un barrio bohemio, hoy es el barrio de las compras, del diseño e, inevitablemente, al igual que Times Square, también es el barrio del turista, así que, ¿por qué no ejercer como tal? La tienda Apple en Prince (www.apple.com/retail/soho/) y la tienda de Prada en Broadway no hay que perdérselas. Para amantes del diseño es imprescindible visitar Moss (www.mossonline.com), mientras que para los adictos al zapato está John Fluevog Shoes (caros y originales, www.fluevog.com). Para bolsos en buen cuero lo mejor es Tano, y en cuanto a ropa, está la boutique de Jill Stuart, Dolce y Gabbana y DKNY, entre otras, aunque hay tiendas con menos nombre y estupendas ofertas por todo el barrio. La parada gastronómica obligada es Balthazar (www.balthazar.com), aunque la hamburguesa de búfalo del Fanelli''s Café, el más antiguo del barrio, hará mugir a los amantes de la carne.

Cruzar el Brooklyn clásico y su puente

Atravesar el puente de Brooklyn y pasear por el Brooklyn Promenade que aparecía en Manhattan, de Woody Allen, son citas ineludibles. Desde ahí se puede pasear hasta el River Café (www.rivercafe.com), otro clásico de la zona, más atractivo por sus vistas que por su menú. Pero no importa porque allí mismo están los helados de la Brooklyn Ice Cream Factory y a pocos metros la pizzeria Grimaldi''s, una de las que tiene más solera de la ciudad (www.grimaldis.com). Los nuevos parques Pier 1 y Pier 6 permiten, por primera vez, poder disfrutar de las vistas sobre un césped muy verde, aunque debido a la juventud de ambos, las sombras no abundan. Son perfectos para ver caer sol mirando hacia Manhattan.

''Saltar'' de rascacielos en rascacielos

Los diez rascacielos imprescindibles pueden dividirse entre joyas del art decó y de la arquitectura contemporánea. Entre los primeros, además del icónico Empire State Building está el elegante y sofisticado Chrysler Building, el Rockefeller Center, con la catedral de San Patricio enfrente; el Woolworth y sus elaboradas decoraciones góticas, el Flatiron Building, triangular e inquietante, y el One Wall Street, de los más antiguos de la ciudad. En cuanto a la arquitectura de hoy, están el Hearst Magazine Building, de Norman Foster; el edificio del New York Times, de Renzo Piano, y el Time Warner Center, de la firma SOM. El Seagram Building, con mucho vidrio estilo años 60, de Mier Van der Rohe, tampoco hay que perdérselo.

Descubrir librerías originales

La librería Strand, cerca de Union Square, es el paraíso del lector: 28 kilómetros de libros, reza su publicidad. Recién editados y de segunda mano, con una sección excelente dedicada a las artes y la fotografía y un nicho con clásicos antiguos para coleccionistas. Housing Works es una pequeña librería de segunda mano con un pequeño café y eventos literarios casi diarios. Sus beneficios ayudan a enfermos de Sida. Además, en el barrio de Dumbo está The Powerhouse Arena, donde una librería centrada en las artes está acompañada por una boutique, una galería y un espacio para contemplar espectáculos diversos.

Sobrevivir a las noches más locas

El Meatpacking District de las mujeres de Sexo en Nueva York está pasado de moda. Ahora hay que ahondar en las noches locas del Lower East Side, mucho menos pijas y bastante más entretenidas y asequibles al bolsillo. La aventura perfecta es en viernes. Se puede empezar la noche con una cena en Les Enfants Terribles a ritmo de samba (www.lesenfantsterribles.com) y tomarse la primera copa en el White Slab Palace (buscar la sala del fondo, www.whiteslabpalace.com). En el Nublu, a medianoche siempre hay música en vivo y una mezcla de gente muy variada bailando (www.nublu.com), aunque para los amantes del soul no hay nada como el Dj NY Night Train, que pincha cada viernes en el Home Sweet Home. Y si se quiere rematar la fiesta, siempre queda el Lit, una discoteca camuflada de lounge en la que la entrada es gratuita ¡y hasta se puede fumar!

Sentir Times Square y el ritmo nigeriano

La legendaria plaza hoy es semipeatonal, lo que la convierte en un lugar mucho más habitable que antes. Hay sillas y sombrillas para el reposo del turista, que suele quedar atrapado mirando las decenas de pantallas gigantes que iluminan el área (la experiencia resulta mucho más intensa de noche). Tanta gente y tantos neones pueden resultar abrumadores, así que una buena opción es asomarse al cercano International Center of Photography, donde este verano hay una magnífica exposición sobre la relación entre imagen y derechos civiles. Una vez que se ha cogido aliento se puede regresar a la zona de Broadway y sus teatros, muchos de ellos antiguos y elegantes, como en el que actualmente está el musical Fela, dedicado al músico nigeriano Fela Kuti. Brillante y marchoso musical, por algo se ha llevado tres premios Tony este año.

Compartir la nostalgia de Harlem

En Nueva York cambiar de barrio es como cambiar de ciudad. Y en Harlem el cambio se nota de forma drástica. Aunque en los últimos años la población ha comenzado a mezclarse, sigue siendo un barrio fundamentalmente de raza negra. Por eso los domingos sigue habiendo cita con el gospel, por ejemplo en la Abyssinian Baptist Church, y se sigue sirviendo exquisita soul food, como la que desde hace décadas ofrece Silvia''s. No hay que perderse las espectaculares casas de Hamilton Heights (Sugar Hill), donde vivieron, entre otros, el boxeador Sugar Ray Robinson y el saxofonista John Coltrane. Y ya que hablamos de jazz, la cita ineludible es el St. Nick''s, a la altura de la calle 149, donde músicos y personajes locales pueden convertir una noche en un recuerdo inolvidable.

Debatir en Union Square y Washington Square

Ambas plazas arrastran un pasado de promiscuidad política, aunque siempre tirando hacia la izquierda y sus habitantes siguen haciendo honor a la tradición. Raro es el día que no hay algún tipo de manifestación o protesta en alguno de los dos. Pero siempre son manifestaciones pacíficas y festivas. Y cuando no las hay, no existe placer comparable al de sentarse en Washington Square y escuchar a algún músico tocar o simplemente ver a la gente pasar u observar una partida de ajedrez. Igual que en Union Square, donde además cuatro días por semana hay un mercadillo de frutas y verduras frescas y de artesanos locales. Es fácil ver chavales haciendo breakdance, piruetas sobre un monopatín, mimo, teatro o cualquier otra forma de expresión. La palabra que define ambas plazas es Libertad.

Endulzar la estancia

El mito de Magnolia Bakery también ha caído. Ahora los mejores cupcakes los hacen en Babecakes, sin azúcar, sin harina, sin gluten. ¿Es posible que, aun así, sepan a algo? No sólo están deliciosos sino que encima engordan menos. Y sus brownies hacen volar los paladares. Pero Babecakes está en el lado este de la ciudad. En el oeste hay otro clásico poco conocido, Cupcakes Café, en la Avenida 9, entre la 41 y la 42. Imprescindible. Y entre uno y otro se encuentra el The Adoré, en la calle 13, con riquísima variedad de tartinas estilo francés. Para quienes no tengan suficiente, siempre está la chocolatería Jacques Torres, en Dumbo, o los exquisitos manjares de Chikalicious, en el East Village, que ofrece un menú completo a base de postres.

Disfrutar el frescor del West Village

El West Village es una de las zonas más verdes de la ciudad de Nueva York, convirtiendo así el barrio en uno de los más apetecibles en la época de verano. Tomar la calle Bleeker en la Séptima Avenida y caminar hacia el oeste es una estupenda opción para entrar en la zona menos turística del barrio y descubrir pequeñas boutiques o pequeños restaurantes con encanto. Pero lo que sin duda no hay que perderse son las hamburguesas del Corner Bistro, una cervecería de cierto aire bohemio (http://cornerbistrony.com), y el Fat Cat (www.fatcat.com), un salón de juegos con cerveza donde músicos de jazz amenizan las partidas de futbolín, de ajedrez o de ping-pong.

Hacerse fan del parque elevado

El parque High Line también será una novedad para quienes lleven años sin pisar Nueva York. Un parque elevado a la altura de un segundo piso instalado sobre la plataforma por la que corría un tren, hace décadas, de norte a sur de la ciudad. De momento ocupa de la calle 14 a la 23, pero se irá ampliando. Tiene un auditorio en el que el escenario es una ventana que mira a la Avenida 11, creando una insólita perspectiva cinematográfica. La vista de 360 grados es espectacular y permite además descubrir varios edificios que han nacido recientemente, como el IAC Building de Frank Gehry. Los martes por la noche se puede acudir a los encuentros de astrónomos y buscar estrellas con sus telescopios. El verano pasado una vecina atrevida cuya ventana asomaba al parque cantaba de forma espontánea varias noches al mes y creó un séquito de fans. No se sabe si regresará este año a su balcón.

Circular en bici hasta las galerías de Chelsea

El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, es de lo más ecológico que ha tenido la ciudad. Gracias a él, en los últimos tres años los carriles verdes han invadido Manhattan. Con él también se ha rehabilitado la costa oeste de la isla, donde ahora hay un magnífico parque -con carril bici- que recorre Manhattan desde Battery Park hasta el Bronx. Uno de los paseos más agradables es pedalear a la orilla del río Hudson disfrutando de sus vistas. Las bicis pueden alquilarse en Bike and Roll (tiene quioscos en Battery Park y en el Pier 84, en la calle 43 con la Avenida 12) por 14 dólares la hora ó 44 el día entero. Y ya que se está en el extremo oeste de la ciudad es una buena excusa también para acercarse hasta la zona de galerías del barrio de Chelsea, entre la calle 18 y la 28 -no perderse Gagosian, David Zwirner, Mary Boone, Matthew Marks, Barbara Gladstone-. Manejarse en bici por la zona de galerías es más que recomendable puesto que en el área no hay metro y en verano el asfalto no perdona.

Perderse en alguno de los tres Chinatown

El Chinatown más famoso de Nueva York está en Manhattan y es un clásico. Desde las pescaderías de Grand Street a los mercadillos de la calle Mott, donde se pueden comprar ranas vivas y murciélagos secos, la visita siempre es fascinante, sobre todo si se condimenta con un almuerzo en el restaurante Congee Village (el de la calle Allen, www.congeevillagerestaurants.com), donde siempre hay bullicio made in China puesto que es uno de los lugares favoritos de la comunidad local. Pero ese Chinatown, entre el Lower East Side y el Soho, tiene un hermano mayor, Flushing Chinatown, en Queens, donde difícilmente hay turistas y donde la inmersión en China tiene otro sabor, entre otras cosas porque en Manhattan se habla cantonés y en cambio en Flushing se habla mandarín, lo que refleja también la diferente procedencia (y nivel económico) de los inmigrantes de ambos barrios. Por si eso no fuera suficiente, hay un tercer Chinatown creciendo a gran velocidad en el corazón de Brooklyn, donde los chinos comienzan a arrebatarles terreno a los judíos ortodoxos, algo que ya ocurrió hace un siglo en el barrio de Manhattan.

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