La Rioja. 10 planes para disfrutar de la tierra del vino
DE SANTO DOMINGO AL CIELO. El Milenario de Santo Domingo de la Calzada, en la preciosa villa riojana del mismo nombre, vuelve a colocar en la agenda viajera esta tierra de buen comer y mejor beber, donde a las catas en sus cientos de bodegas se suman desde el esquí o el golf hasta la posibilidad de conocer el monasterio donde “se inventó” el castellano, seguir un tramo de lo más jugoso del Camino de Santiago o pasmarse ante los cielos estrellados en su reserva Starlight. Le brindamos dos puñados de maneras de sacarle tajada a la comunidad del vino.
Por Elena del Amo
Su majestad, el vino
De sus cerca de 300 bodegas, casi un tercio están abiertas al público. Elegir unas pocas para alegrar la escapada será todo menos fácil. Podría incluso no salirse del Barrio de La Estación del pueblo de Haro, dueño y señor de la mayor concentración de bodegas centenarias del planeta. Por él aguardan pesos pesados como Muga, una de las más bonitas y pionera en esto del enoturismo –ojo a su wine bar, a su aula de catas o a los chorizos al sarmiento que asan en pleno viñedo–.También, las visitas Premium de La Rioja Alta o las de López de Heredia Viña Tondonia, cuyas cavas subterráneas forradas de telarañas no podrían contrastar más con la enotienda con forma de decantador que les diseñó la premio Pritzker de arquitectura Zaha Hadid. Para aprenderlo todo sobre el vino, el Museo Dinastía Vivanco, un megacomplejo con cientos de miles de visitantes al año, pero también mil y una experiencias más a pequeña escala.
¿En moto o en bici?
Haber sabido cuidar el paisaje tiene recompensa para cualquier alma sensible, y también para quienes gustan de echarse a carreteras tan espectaculares como las que esconden estas serranías y paisajes alfombrados de viñedos. Para los locos de la moto, pocas como los casi doscientos kilómetros de la ruta de Los Tres Valles, que serpentea a través de las riberas del Najerilla, el Iregua y el Leza –¡y de 1.303 curvas que algún forofo se ha molestado en contar!– por platos fuertes como la sierra Cebollera, los hayedos de Tobía o las cuevas de Ortigosa de Cameros.Los ciclistas también tienen donde elegir, aunque la favorita de muchos es la Vía Verde del río Oja. Sobre el trazado de un viejo ferrocarril concebido para enlazar el centro textil y minero de Ezcaray con Haro –comunicado por tren al puerto de Bilbao–, hoy permite pedalear por 38 kilómetros deliciosos entre sembrados y bosques de ribera.
Esquí, golf y estrellas
Le quedan dos coletazos a la temporada de esquí en la estación de Valdezcaray, pero llegó la primavera y, con ella, las flores que tapizan los campos riojanos, espectaculares también en otoño, cuando tras la vendimia las viñas se tiñen de oro y grana. Amén de puñados de senderos para caminar o montar en bici por sierras como la de la Demanda o la de Cameros, no faltan por esta Comunidad cuevas para la espeleología, una tríada de campos de golf, la posibilidad de sobrevolar en globo los viñedos de Muga o hacer rafting por las aguas bravas del Najerilla y el Iregua o surcar las del Ebro en kayak.También avistar aves en la laguna de Urbión, el Cañón del Leza o la Reserva Natural de Sotos de Alfaro (avistatours.es) y admirar las estrellas en el primer destino Starlight de España dentro de un área protegida: la Reserva de la Biosfera de los Valles del Leza, Jubera, Cidacos y Alhama.
Para chuparse los dedos
Por cada esquina, desde fogones tan consolidados como La Vieja Bodega, en Casalarreina, o el Asador Alameda, en Fuenmayor, hasta pequeños secretos como el José Mari, en Rivas de Tereso, o el Terete y Casa Toni, probablemente el mejor cordero de, respectivamente, Haro y San Vicente de la Sonsierra. Tampoco faltan festivales gastronómicos como las recién clausuradas Jornadas de la Alubia de Anguiano y las degustaciones de setas con salidas al campo en compañía de micólogos cada noviembre en Ezcaray o Arnedillo.
Ni una estación sin fiestas
La Semana Santa de Logroño y Calahorra son de Interés Turístico Nacional; la última con además un mercado romano por el que ver desfilar a las legiones ¡y a media ciudad disfrazada para la ocasión! Se han ganado a su vez esta distinción las fiestas patronales de Santo Domingo de la Calzada y las de San Bernabé, en mayo y junio, respectivamente; hacia finales de este último mes, las Jornadas Medievales de Briones y la Batalla del Vino de Haro –una especie de Tomatina a la riojana–, y ya en pleno agosto, la romería del Pan y del Queso, en Quel, donde desde hace más de 500 años se reparten kilos y kilos de ambas viandas para conmemorar un milagro que acabó con la peste en el pueblo.
Artesanos con solera
Prohibido pasar cerca de Navarrete y no desviarse al taller de alfarería de Antonio Naharro. Sentado al torno entre miles de cuencos y ánforas, este señor de otra época da vida a piezas de barro que no solo sirven para decorar sino para ser usadas. De hecho, fabrica los platos para el cercano restaurante con estrella Michelin Venta de Moncalvillo. Similar prohibición podría aplicársele a la quesería Lácteos Martínez, donde aprenderlo todo –¡y luego catar!– sobre los mejores exponentes de la DOP Queso Camerano, o a las botas –¡de beber!– que Iván Barbero confecciona rigurosamente a mano en su tienda-taller de la calle Sagasta, en Logroño. En la hoy muy gastronómica villa de Ezcaray, lo que había antaño era una potente industria textil, por eso de haber sido zona de trashumancia.Allí sigue en pie, aunque reconvertida en albergue y sede del Ayuntamiento, la Real Fábrica de Tejidos que se instaló en tiempos de Fernando VI. A dos pasos, con sus viejos telares a la vista, resiste Mantas Ezcaray, la única tienda no solo de La Rioja sino probablemente de España donde se hacen de forma artesanal chales, bufandas y, sobre todo, suavísimas e ingrávidas mantas de la mejor lana, cachemir o mohair.
Monasterios y castillos
Rondan la decena y ahora pueden visitarse con el pasaporte Pórtico (experiencias.lariojaturismo.com) de acceso los monasterios: el de Valvanera, en Anguiano; el de Santa María la Real, en Nájera; el de La Piedad, en Casalarreina... Sin embargo, de tener que elegir un par, sería justo y necesario, aunque fuera por su lugar en la historia, presentarle sus respetos a los de Suso y Yuso. En las estribaciones de la sierra de la Demanda, ni a un kilómetro el uno del otro junto al pueblito de San Millán de la Cogolla, ambos están declarados Patrimonio de la Humanidad.Algunos tan en forma como el de Agoncillo y Cuzcurrita del Río Tirón; de estilo románico, como el de Davalillo, o de origen musulmán, como, en lo alto de un risco, el de Clavijo. A estos paseos a través de los siglos se suman pueblos del encanto de Briones, Briñas, Cellorigo, Enciso, Ábalos, Arnedillo, Ezcaray, los principales de Cameros, Viniegra de Arriba y también de Abajo, San Millán de la Cogolla, Santo Domingo de la Calzada y, con también fortalezas espectaculares, Cornago, San Vicente de la Sonsierra y la villa medieval de Sajazarra.
Con los niños
Sin falta habrá que llevarlos al Barranco Perdido, un parque paleontológico con reproducciones a escala natural de los dinosaurios que hace millones de años dejaron su rastro por Enciso y alrededores, con museo en 3 D, circuitos multiaventura o la posibilidad de pisar un yacimiento real con miles de huellas de estos gigantes prehistóricos. Aunque los menores el vino no vayan a catarlo, sí pueden aprender de su elaboración y la cultura que hay tras él en el Museo Vivanco, así como sumarse a los paseos en segway por los viñedos de Finca Valpiedra o Muga, los vuelos en globo que propone esta última bodega o las yincanas del vino que organiza en Badarán la de David Moreno.Otros buenos planes en familia son la visita a alguno de los castillos que moros y cristianos levantaron por estas tierras, a los monasterios de Suso y Yuso, donde se inventó el castellano, o al gallinero con animales vivos que conserva la catedral de Santo Domingo en honor a la leyenda medieval de la gallina que cantó después de asada para darle la razón a un inocente.
Hoteles y balnearios
Al balneario de Arnedillo, un moderno complejo de cuatro estrellas entre montañas, se suman puñados de alojamientos del vino, con a menudo un Spa donde entregarse a una terapia de relax o belleza con los derivados, tan antioxidantes, de la uva. Entre ellos, la Hospedería Señorío de Briñas, una casa-palacio del siglo XVIII; La Casa del Cofrade, en Albelda de Iregua, o, más de diseño, la Finca de los Arandinos, en plena sierra de Moncalvillo.Destacan también en Ábalos la Hospedería del Vino de Bodegas Puelles y el hotel Villa de Ábalos, así como, en Santo Domingo de la Calzada, su histórico Parador, antaño un hospital para los peregrinos; casas rurales del encanto del Señorío de Moncalvillo, en la sierra del mismo nombre, o Casa Rural Zaldierna, también en la aldea que le da nombre y con una cocina con toques de autor para quitarse el sombrero; o el gastro-hotel Echaurren, propiedad del dos estrellas Michelin Francis Paniego.