Leyendas y misterios de las Islas Canarias
Canarias cuenta con hermosas, pero también trágicas, leyendas que sirven para recorrer parte de su historia.
Una leyenda guanche (Tenerife) relata que un malvado dios, llamado Guayota, habitaba en el interior del Teide. Cuando se enfadaba, su furor desataba un infierno de fuego y destrucción. Para calmar su furia, los aborígenes dejaban ofrendas de artesanía y alimentos en la boca de las cavidades volcánicas, al pie de la montaña. Guayota sentía celos del adorado Magec, el dios Sol, por lo que le tendió una trampa y lo atrapó en el volcán, sumiendo al mundo en la oscuridad. Los guanches suplicaron a Achamán, el dios supremo, para que interviniera y liberara al sol de su cautiverio. Tras una encarnizada lucha Achamán venció al maligno. Aprisionó a Guayota dentro del Teide y para que no escapara, taponó el cráter con un cono blanquecino coronando el volcán. Se dice que Guayota nunca murió y desde entonces duerme en el corazón del Teide esperando despertar.
Según la leyenda, llegaron barcos castellanos a Lanzarote con intenciones colonizadoras, liderados por el capitán Martín Ruiz de Avendaño. Inicialmente, la tripulación no fue bien recibida por los isleños, pero al ofrecer víveres y ofrendas, ganaron la aceptación del rey Zonzamas. Después de unos días, los castellanos partieron. Nueve meses después, la reina Fayna, mujer de Zonzamas, dio a luz a Ico, una niña de tez blanca, ojos azules y cabello rubio, lo que generó rumores sobre su verdadero padre. Era evidente que el padre biológico era el capitán Martín Ruiz de Avendaño. Tras la muerte de Zonzamas y Fayna, el hermano de Ico, Timanfaya, asumió el trono, pero fue capturado como esclavo. Ico se casó con Guanareme, quien tomó el trono. Para demostrar su linaje real, Ico fue sometida a una prueba en una cueva llena de humo junto a tres mujeres más. Si sobrevivía, sería aceptada como hija de Zonzamas y proclamada reina. Antes de entrar, Uga, comadrona de la reina Fayna, le dio una esponja mojada en agua para que se la colocara en la boca mientras estuviera en la cueva. Gracias a ello, cuando el pueblo abrió la cueva, Ico fue la única superviviente. Fue coronada reina de la isla y nunca se volvió a dudar de su origen.
Cuenta la leyenda que en La Gomera existían siete lugares de los que manaba agua mágica, cuyo origen nadie conocía. Estos chorros revelaban, a quienes se reflejaban en ellos, si encontrarían o no el amor. Una de las personas, que allí se miró, fue Gara, princesa de Agulo. Al hacerlo, una serie de sombras surgieron del agua: «Huye del fuego Gara, o el fuego habrá de consumirse», le dijo un sabio del lugar. Jonay, hijo del Mencey de Adeje, coincidió con Gara en La Gomera y, desde que cruzaron miradas, el amor surgió intensamente. Cuando hicieron pública su relación, el Teide comenzó a escupir lava y fuego, lo que demostraba que aquel amor era imposible. Cuenta la leyenda que una noche, Jonay se lanzó al mar para nadar hacia su amada en La Gomera, con la que se reencontró de manera apasionada. El padre de Gara, furioso por la fuga de su hija, salió en su búsqueda y, cuando localizó a los jóvenes, ellos se clavaron, mirándose a los ojos, una vara de cedro afilada, sellando su unión eterna. El Parque Nacional de La Gomera lleva el nombre de Garajonay.
La leyenda relata que, ante la llegada de los españoles a la Isla de El Hierro, los naturales, los bimbaches, se reunieron y decidieron ocultar a los extranjeros la existencia del Garoé, un árbol mágico. Así, si no descubrían esta prodigiosa fuente de agua dulce, la sed acabaría por hacerlos desistir de su idea de asentarse en aquellas tierras. Y a punto estuvieron de conseguir su propósito. Pero Agarfa, una joven bimbache, enamorada de un soldado andaluz que formaba parte de la expedición, lo condujo directamente hasta el árbol que les proporcionaría la tan ansiada y necesaria agua, traicionando así a los suyos. Poco después, Armiche, el Mencey, fue capturado y con él todos aquellos que lo seguían y defendían.
Muchos cronistas atestiguaron haber visto un pedazo de tierra flotando en el Atlántico, una isla que, si alguna vez realmente existió, se esfumó sin dejar rastro. Se ubicaría, según testimonios históricos, al oeste del archipiélago, a 550 km en dirección oeste-noroeste de El Hierro y a 220 km en dirección oeste-sudoeste de La Palma; aunque según otros testigos que dicen haberla visto, se sitúa directamente entre las islas de La Palma, La Gomera y El Hierro. Por eso, San Borondón -o San Brandán, como se denominaba en la cartografía medieval-, ha alcanzado la categoría de leyenda. Un mito al que los canarios le tienen un cariño especial por la magia que supone que el terruño flotante aparezca y desaparezca (incluso con avistamientos que describen ropas colgadas y ondeando al viento secándose al sol) a su antojo entre la densa niebla o las capas de nubes. Precisamente este fenómeno, que algunos atribuyen a un efecto óptico, es el causante de que la hayan bautizado como la Inaccesible, la Encubierta, la Perdida, la Encantada o la Non Trubada.
En el siglo XV, Doramas, un valiente guerrero de Gran Canaria, era conocido por su habilidad en la lucha y su carisma. Para ganar el respeto de su pueblo, robaba ganado a los nobles, lo que le enemistó con la clase gobernante. Su papel en la guerra contra Castilla fue crucial, comenzando con la destrucción de la Torre de Gando. Los Reyes Católicos enviaron al general Pedro de Vera a conquistar Gran Canaria. En el duelo de Arucas, Doramas derrotó al guerrero Diego de Hoces y Pedro de Vera decidió enfrentarse a él junto con dos soldados. Fue derrotado al sufrir un golpe por la espalda por uno de los soldados, momento que Pedro de Vera aprovechó para atravesarle con una lanza. La cabeza de Doramas fue exhibida por la capital como un trofeo y como un aviso para el pueblo.
La leyenda de la Luz de Mafasca proviene de Fuerteventura. Su origen nació cuando unos pastores comenzaron a juntar la leña necesaria para preparar el fuego y entre los restos recogidos hallaron una pequeña cruz de madera. En Fuerteventura es costumbre colocar una cruz en el lugar donde fallece una persona, pero con el hambre que tenían hicieron caso omiso de esa tradición y utilizaron la cruz para alimentar el fuego. Según la leyenda, cuando las llamas comenzaron a consumir la cruz de madera, de entre las cenizas surgió una extraña luz que saltaba de un lado a otro, como si tuviese vida propia. Los pastores, asustados, corrieron alejándose de aquel objeto luminoso que para ellos no era otra cosa que el alma del difunto para el cual habían clavado aquella cruz. Desde entonces, se producen estos fenómenos en las noches silenciosas y oscuras tanto en Fuerteventura como en el resto de islas.