Torres del Paine. Amanecer cerca del fin del mundo
Catalogado como Octava Maravilla del Mundo en el apartado de lugares naturales, este Parque Nacional esculpido con colosos de piedra y hielo es la reserva más famosa de Chile y uno de los espacios protegidos más sublimes del continente americano.
Un universo de glaciares y fiordos que ocupa la punta occidental del Cono Sur, el lugar donde la Tierra queda desmenuzada en la antesala del fin del mundo. Aquí, en el rincón más remoto y místico de la Patagonia, los hoteles se contagian de la explosión de silencio y soledad. Emplazados a la orilla de los lagos o bajo la imponente silueta de las moles, suponen el top de la exclusividad: nada resulta más placentero que un baño de burbujas tras una dura caminata, una velada con música ante la chimenea o un desayuno en la terraza con vistas a las cumbres.
Anclado como un barco a las aguas del lago Pehoé, en el corazón de la Patagonia, este hotel se jacta de tener la mejor panorámica sobre las torres de granito, así como de ofrecer hasta 40 rutas de exploración por el Parque, diseñadas por su propio equipo. Su arquitectura, defensora del lujo de lo esencial, hace de la madera el elemento básico, con especies como la lenga, el ciprés y el almendrillo.
Maravillosamente mimetizado con el entorno de una manera natural y sostenible, este hotel custodiado por el macizo del Paine y recostado en la orilla del lago Sarmiento presenta una combinación única entre aventura y relax. Por ello, tanto sus habitaciones de exquisito diseño como su codiciado Spa & Wellness conectan con la Patagonia chilena a través de enormes cristaleras y materiales nobles de la zona.
Por su construcción sobre el antiguo Frigorífico Bories, una instalación industrial erigida en el siglo pasado para conservar la producción ovina, ha sido nombrado Patrimonio Nacional. Pero es su ubicación remota lo que le hace especial, emplazado como está en el Canal de Señoret, el punto de partida para las excursiones marítimas por los fiordos hacia los últimos confines del globo.
Desde las 60 habitaciones de este hotel erigido en la esquina austral se divisa en todo su esplendor tanto el lago que le da nombre, con sus hermosos témpanos flotantes, como el catálogo de glaciares que forman parte de los Campos de Hielo Sur, la tercera reserva de agua dulce más grande del mundo. Por esto y por la belleza de sus ríos y la abundante flora y fauna es uno de los parajes más privilegiados del Paine.
Catalogado como uno de los mejores hoteles del mundo, este alojamiento ideado por dos ingenieros chilenos da una vuelta de tuerca al concepto de vivienda de la tribu indígena kaweskar. Pionero en el ecoturismo, sus habitaciones son modernas cúpulas geodésicas que se alimentan de energía solar e hidráulica y que han servido de inspiración a otros establecimientos similares en distintos rincones del mundo.
El reconocido arquitecto chileno Germán del Sol diseñó este curioso edificio que se inspira en los antiguos galpones de esquila patagónicos, rectos e inclinados por el viento. Un refugio ecológico que conecta con el entorno sin competir con él y que debe el nombre a su remota ubicación en un terreno virgen de más de 50.000 metros cuadrados, dentro del Seno de Última Esperanza, pero ya frente al mar.
Conserva no solo la planta y el diseño de la que fuera una antigua estancia patagónica sino también su carácter gaucho, su esencia de rancho con caballos, vacas y un huerto orgánico. Es también su filosofía de contacto con la naturaleza y regreso a las raíces la que dicta el programa de excursiones que ofrece a sus huéspedes, y que van desde un paseo corto hacia los lagos hasta un largo viaje por la pampa.
Las vistas arrebatadoras a los Cuernos del Paine, la gélida brisa del lago Pehoé y un entorno pintado con cerros, bosques y cascadas conforman el bello escenario en el que se asienta este hotel, al que se accede por un puente. En el interior, la calidez es su mayor seña, tanto en las habitaciones como en el restaurante Mirador, donde descubrir las delicias del sur de Chile acompañadas de un buen vino.
Cálidas y tremendamente acogedoras son las doce villas cúbicas de este singular hotel, construidas sobre pilares e inspiradas en los antiguos refugios patagónicos. Desperdigadas por una reserva privada y con vistas a la estepa, los lagos y las montañas, sus interiores rústicos, provistos de estufa de leña y sala de estar, proporcionan la intimidad perfecta para una estancia inolvidable.
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