Unas cuantas razones por las que la Gomera puede ser tu mejor escapada para 2021
Lo que no debes perderte en la isla en la que el tiempo se detiene
Una arrugada orografía de crestas y barrancos, milenarios bosques de laurisilva, playas de arena negra y tradiciones ancestrales que perduran hasta nuestros días. Todo esto encontramos en La Gomera, esa isla pequeña y redondita, a la que se llega desde Tenerife en el clásico vuelo de Binter de apenas media hora.
Por sus territorios vírgenes y casi jurásicos, por sus miles de senderos en los que perderse y por sus gentes cálidas pese a la dureza que les confiere su naturaleza indómita, La Gomera es el destino ideal para descubrir en 2021. Te contamos lo que no puedes perderte en esta isla sin invierno en la que el tiempo se detiene:
El Parque Nacional de Garajonay
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es la joya de la corona. Una auténtica reliquia del Terciario que viene a mostrarnos cómo lucían, hace millones de años, las solitarias tierras del sur de Europa y del norte del continente africano. Aquí no sólo encontramos el último gran reducto de laurisilva (la reserva más extensa y mejor conservada que se conoce) sino también musgos, líquenes, helechos, brezos, aceviños, viñáticos… Así hasta cuarenta especies que tapizan los fondos del parque, cuyo nombre hace honor a una leyenda: la de los amantes Gara y Jonay, a los que obligan a romper su unión y deciden morir en estos pagos atravesándose con una estaca.
Mirador de Abrante
No apto para viajeros con vértigo, es, tal vez, el más impactante mirador de todo el archipiélago. Un túnel de vidrio de siete metros de longitud que se extiende como un brazo suspendido sobre un precipicio. Recorrerlo confiere la sensación de caminar sobre el vacío. En los días sin nubes se disfruta de las mejores vistas del barranco sobre el que se desparrama el valle de Agulo. Al fondo aparece Tenerife con el Teide como un centinela. Para recuperarse de tanta belleza (y del miedo de flotar sobre un suelo de cristal) hay un restaurante en el que degustar platos gomeros.
El Valle de Hermigua
Considerado por los científicos como el “lugar con el mejor clima del mundo”, este valle del norte es un buen lugar para apreciar la agricultura en terrazas que distingue al paisaje de La Gomera. Un valle fértil como pocos, donde crece el mayor orgullo de las Islas Afortunadas: el plátano, regado por las aguas del excepcional paraje de El Cedro, con un un arroyo cuyo curso corre durante todo el año. En el pueblo de Hermigua, que conforma una bonita estampa con el casco urbano desperdigado por un precipicio, hay que parar en la dulcería Carmita para probar las galletas de mantequilla y maravillarse con las fachadas como la del Hotel Escuela Rural Casa de Los Herrera, donde se forman los jóvenes en hostelería. Muy cerca aparece Agulo, acaso el más bello pueblo de la isla, sentado sobre un anfiteatro rocoso por el que fluyen las cascadas.
La gastronomía y los vinos
Sencilla pero sabrosa. Así es la cocina de La Gomera, en la que destacan platos como el almogrote (paté de queso ligeramente picante), los potajes de berros y de coles, la carne de cabra, las viejas sancochadas… Todo ello, elaborado con ingredientes obtenidos de la tierra y el mar de la propia isla. Entre los restaurantes, no hay que perderse el del Hotel Torre del Conde, en San Sebastián; La Laguna Grande, en el P. N. De Garajonay, y Tasca Enyesque, en Playa de Santiago, donde el chef Iván González reinterpreta la gastronomía canaria con guiños contemporános. Pero sobre todo, no hay que perderse Casa Efigenia en Las Hayas, que con sus platos de siempre ha conquistado a la mismísima Angela Merkel. En cuanto a los vinos, la cita está en Bodegas Montoro, una explotación familiar de viticultura heroica que elabora unos caldos excelentes con la variedad de la isla: la forastera gomera.
Dormir con vistas al océano
Es la mejor base de operaciones para explorar La Gomera. El Hotel Jardín Tecina es una especie de pueblo blanco con habitaciones equipadas con terrazas por las que se cuela el sonido del mar. Un alojamiento que es, además, un jardín botánico perfumado por el aroma de las flores.
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