Un paseo por Occitania (y por qué sus puentes nos vuelven locos)
Este extenso y bello dominio francés está plagado vistas, gastronomía... y puentes irresistibles
Extracto de la guía dedicada a Occitania dentro de la prestigiosa colección Petit Futé de la editorial Alhenamedia
Despliega tesoros de naturaleza y patrimonio a merced de sus montañas, los Pirineos, que van dibujando la frontera natural entre Francia y España, un litoral que recorre más de doscientos kilómetros de la Camarga al golfo de León, cuyas tierras albergan ciudades y pueblos tan dinámicos como auténticos y acogedores. Occitania es una región en tonos verdes y azules, con sus dos Parques Nacionales, seis Parques Naturales Regionales y su Parque Marino, que cubre más de un tercio de su territorio, símbolo de una naturaleza generosa perfectamente conservada.
Entre las joyas imprescindibles de Occitania, no puede perderse las gargantas del Tarn, la Pequeña Camarga, el valle de la Dordoña, el centro de Toulouse, tan vivo, al igual que Montpellier, su hermanita pequeña y su vecina a orillas del mar, Sète, la ciudad de Carcasona, el viaducto de Millau…
En todos sitios nos encontramos con unos habitantes orgullosos de sus raíces regionales, que saben cómo vivir bien, espontáneos y acogedores, acostumbrados a los aires de Autan y la tramontana, de los que no podrá escapar.
Imposible asimismo perderse los tesoros gastronómicos y vitícolas de la región: foie gras, trufa, ostras, quesos, anchoas, aceitunas… todo ello sin contar los vinos DOC Languedoc, DOC Corbières y DOC Côtes du Roussillon, los vinos de Côtes de Gascogne, de Cahors, de Gaillac, y la más conocida de entre las espirituosas: el armañac.
Si tenemos que elegir un monumento...
Nos quedamos con El Puente del Gard. Este lugar excepcional acumula muchas distinciones. El Puente de Gard, inscrito desde 1985 en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, también obtuvo en 2004 el sello « Grand Site de France », así como el de « Qualité Sus de France » y « Qualité Tourisme ».
El acueducto, construido hacia el año 50 bajo el reinado de Claudio y Nerón, es la obra del imperio romano más audaz que se conoce hasta la fecha. Transportaba el agua de las fuentes de Uzès hasta Nimes. Abandonado a principios del siglo VI, se utiliza como puente desde el Renacimiento. En el siglo XVIII se añade un puente por carretera al primer nivel. En 1840, Prosper Mérimée inscribe el puente de Gard en la primera lista de monumentos históricos de Francia y empieza con las primeras restauraciones. Se confirma entonces su destino turístico.
En la actualidad, la obra majestuosa todavía atraviesa el Gardon y culmina a más de 48 metros. Los senderos de paseo, a lo largo del trazado del acueducto, ofrecen vistas panorámicas a la garriga circundante. Un auténtico deleite para los sentidos.
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