Así es Okunoshima, la isla de los conejos en Japón

¿Imaginas un lugar habitado por miles de estas criaturas?

Okunoshima, la Isla de los Conejos, Japón

Pequeños animales peludos conviven con los visitantes que llegan hasta Okunoshima

/ grassflowerhead

Pequeños, de pelaje suave y con alargadas orejas que utilizan para lanzar señales de alegría, miedo o curiosidad. Así son los entrañables habitantes de Okunoshima, una isla japonesa emplazada frente a las costas de Hiroshima y famosa por su población de miles y miles de conejos. Un lugar al que se llega en busca de estas curiosas criaturas que, según la cultura nipona, otorgan buena suerte y fertilidad.

Okunoshima, la Isla de los Conejos, Japón

La preciosa playa en Okunoshima, hogar de cientos de conejos salvajes

/ Melpomenem / ISTOCK

Aunque quienes lo visitan aseguran que se cuentan por miles, la realidad es que resulta imposible saber con exactitud cuántos conejos habitan este territorio. Lo que sí está claro es que, gracias a la inexistencia de depredadores naturales, al hecho de que los perros y los gatos tienen prohibido el acceso y a la consabida capacidad reproductiva de estos mamíferos, la cifra es cada vez mayor.

Acostumbrados a los humanos

Así se percibe nada más entrar en la isla, a la que se accede en ferry desde el puerto de Tadanoumi y tras navegar unos quince minutos. De repente la vista se inunda con un extraño manto de seres peludos y diminutos, que enseguida se acercan en masa, sin ninguna timidez, en busca de comida. Acostumbrado a las visitas que les proporcionan repollo y zanahorias, para ellos los humanos son sinónimo de darse un festín.

Okunoshima, la Isla de los Conejos, Japón

Los conejos están tan acostumbrados a los humanos que se acercan a ellos en busca de comida

/ CHENG FENG CHIANG / ISTOCK

Por ello se frotan en sus pies, tiernos y simpáticos, dejándose acariciar para demandar así su propia recompensa. Están tan acostumbradas al contacto de los hombres que parecen domesticadas.

Pero la pregunta es ¿de dónde han salido todas estas criaturas? Y la respuesta tiene mucho de misterio. Hay quien dice que esta inabarcable comunidad es descendiente de los ocho conejos que fueron liberados en la isla por un grupo de adolescentes durante una excursión escolar en 1971.

Una hipótesis más oscura

Y hay quien asegura que proceden de unos animales de laboratorio con los que se experimentó en esta isla y que, después, serían puestos en libertad. Esto da pie para hablar del oscuro secreto de la conocida como Isla de los Conejos.

Okunoshima, la Isla de los Conejos, Japón

Este pequeño habitante de Okunoshima se encuentra descansando frente a las ruinas que quedaron tras las Segunda Guerra Mundial

/ grassflowerhead / ISTOCK

Aunque Japón fue uno de los países firmantes del Protocolo de Ginebra de 1925 sobre la prohibición del empleo de armas biológicas y químicas, durante la Segunda Guerra Mundial, Okunoshima funcionó como una fábrica secreta en la que se llegó a producir más de seis millones de kilotones de gases mostaza y lacrimógeno.

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Su aislamiento y, al mismo tiempo, su buena comunicación, la convertía en el lugar perfecto para este tipo de actividades clandestinas. Para ello el gobierno, en aquella época, hizo grandes esfuerzos por ocultar la existencia de esta fábrica, llegando incluso a eliminar la isla de los mapas

Escalofriante testimonio

Según la segunda teoría sobre el origen de los conejos, es en este tiempo cuando éstos fueron llevados a la isla para probar los efectos de este gas. Y después, cuando acabo la contienda, fueron liberados por los propios trabajadores.

Okunoshima, la Isla de los Conejos, Japón

Los conejos se cuentan por cientos y nadie sabe con exactitud cual es la población real 

/ CHENG FENG CHIANG / ISTOCK

Hoy en día aún se pueden ver en la isla las ruinas de las fábricas de gas (el acceso, obviamente, está prohibido) e incluso visitar el Museo del Gas Venenoso, que fue creado en 1988 con el fin de «mostrar a la mayor cantidad de gente posible las horribles verdades de este producto». Según explicó su comisario a The New York Times: «Es importante que, así como la gente visita el museo de Hiroshima, trate también de descubrir este otro este para comprobar cómo los japoneses fuimos tanto víctimas como agresores durante la guerra».

Okunoshima cuenta además con bonitas playas, un pequeño campo de golf y varias zonas de acampada. Y también con la llamada colina del sol poniente, un enclave privilegiado para ver la puesta de sol, y con un pintoresco faro, situado en una zona vedada en el extremo más meridional. Eso sí, allá donde una vaya, estará acompañado por la presencia de los simpáticos conejos.

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