La mejor ciudad a la que viajar en julio: un paraíso forjado en hielo y fuego
Ahora que amainan las tormentas y los días son más suaves.
Una isla en el Atlántico Norte, donde los vientos dirigen el devenir, donde el vaivén de los barcos marca la vida, donde la naturaleza desborda y sorprende, donde hay mucho que descubrir, donde vivieron los vikingos. El verano es el mejor momento para conocer Islandia, y su capital, Reikiavik.
Reikiavik es el hogar del 63% de la población islandesa, lo que la convierte en el corazón palpitante del país. La ciudad no solo es el centro político y económico de Islandia, sino también un reflejo de su evolución desde una sociedad humilde y aislada hasta convertirse en una superpotencia del bienestar y la modernidad. Conocer Reikiavik es entender cómo este país ha transformado su destino a lo largo de los siglos. El origen de Reikiavik se remonta al siglo IX, cuando los vikingos se asentaron en la bahía que hoy es custodiada por la escultura "Viajero del Sol" (Sólfar).
Arquitectura local
Un paseo por el barrio de Grjótaþorp revela el encanto de las coloridas casas de Reikiavik. Esta área, que comenzó como un humilde asentamiento pesquero, es ahora un testimonio del crecimiento urbano de la ciudad. Las casas, cada una con su distintivo color y diseño, muestran la transición de un pasado vikingo a un presente moderno, todo mientras conservan una estética cuidada y ordenada.
Centro político, social y cultural
El centro de Reikiavik, conocido como Miðborg o Miðbær, alberga las principales instituciones políticas y sociales del país. Austurvöllur, con su césped impecable y flores coloridas, actúa como la plaza mayor de la ciudad, frente al modesto pero significativo Parlamento islandés. Este espacio encapsula la esencia de Reikiavik: una ciudad con una escala pequeña, pero con una influencia y vitalidad que resuenan a nivel global.
El Harpa, con su fachada de cristal hexagonal, es un centro de conciertos y conferencias que ha ganado reconocimiento internacional. Desde su apertura en 2011, ha sido un punto de referencia cultural, hogar de la Orquesta Sinfónica y la Ópera de Islandia. Su diseño innovador y su acústica excepcional lo convierten en una visita obligada para los amantes de la arquitectura y la música.
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