Flandes, el año de Van Eyck... y del cuadro más robado de la historia

“La adoración del cordero místico”, el cuadro más robado de todos los tiempos, preside el Año Van Eyck, que ha sido prorrogado hasta junio de 2021 y que completa el ciclo “Maestros Flamencos” que Flandes ha dedicado de 2018 a 2020 a tres grandes figuras del arte: Rubens, Bruegel el Viejo y Van Eyck.

Flandes, año Van Eyck
Flandes, año Van Eyck / LUIS DAVILLA

No cualquier cuadro puede presumir de haber sido el más robado de la historia. Cuando en el taller de los Van Eyck recibieron el encargo de pintar la Adoración del Cordero Místico, se pensó a conciencia en la disposición de cada personaje en este retablo que marcó la transición de la pintura de la Edad Media al Renacimiento; en los símbolos camuflados por sus veinte tablas de roble, o en los detalladísimos paisajes que, tras la restauración de varios de sus paneles para este año de celebración, resplandecen con sus colores redivivos como una estampa tridimensional. Lo que fijo ni se les pasó por la cabeza serían los ríos de tinta que, seis siglos más tarde, seguiría haciendo correr su obra maestra. Despedazado, censurado y rapiñado hasta el sonrojo, el periplo de este políptico de casi cuatro por cinco metros y dos toneladas en canal daría –y ha dado– para varias películas de aventuras.

Las tres torres de Gante: San Nicolás, el campanario y la catedral de San Bavón.

Las tres torres de Gante: San Nicolás, el campanario y la catedral de San Bavón.

/ LUIS DAVILLA

El mal fario del primer óleo de grandes dimensiones de la historia arrancó antes incluso de adornar en Gante la entonces iglesia de San Juan, hoy su catedral de San Bavón, donde en la primavera de 2021 se inaugurará una capilla que permita admirar sin necesidad de abrirlo tanto sus escenas interiores como las que cierran por fuera el retablo. Hubert Van Eyck, al parecer autor del boceto y maestro de su hermano menor, moría en septiembre de 1426. Es decir, seis años antes de que el ahora mucho más famoso Jan (1390-1441) lo rematara. Se sabe poco de qué le pudo ocurrir, igual que se sabe poco de la vida de ambos artistas, pero las malas lenguas echan leña al fuego aventurando que quizá se envenenara con el plomo de los pigmentos. Este infortunio fue solo el primero de cuantos arrastra el Cordero Místico o, como también le dicen, el Altar de Gante.

Estatua del pintor flamenco Jan Van Eyck en Brujas.

Estatua del pintor flamenco Jan Van Eyck en Brujas.

/ LUIS DAVILLA

Durante la furia iconoclasta desatada por los calvinistas, este políptico, que narra la redención del hombre por el sacrificio de Jesús, tuvo que ser desmontado y escondido no fueran a destruirlo, y, cuando Flandes pasó a manos austriacas, se sustituyeron sus paneles de Adán y Eva por otros con más ropa, pues su desnudez y realismo escandalizaron al pacato emperador José II.

DE NAPOLEÓN A HITLER

Al poco, las tropas de Napoleón trocearon el retablo y se llevaron en carreta para París su sección central. Meses después de haber sido devuelta, un clérigo con poco escrúpulo vendió algunas de sus tablas laterales. Acabaron en Berlín, y solo regresaron, por orden expresa del Tratado de Versalles, al final de la Primera Guerra Mundial. La Segunda fue un suma y sigue de desdichas. Hitler, quien al parecer le atribuía al cuadro poderes sobrenaturales, lo deseaba para el Museo del Führer que tenía en mente. De nada sirvió a los ganteses ponerlo a buen recaudo fuera del país. Los nazis dieron con su escondite, y no volvió a San Bavón hasta ser recuperado por los Monuments Men, los rescatadores de obras de arte de la película dirigida hace unos años por George Clooney.

Tríptico de Hans Memling, el sucesor de Van Eyck, en una sala del hospital de San Juan, edificio medieval en Brujas.

Tríptico de Hans Memling, el sucesor de Van Eyck, en una sala del hospital de San Juan, edificio medieval en Brujas.

/ LUIS DAVILLA

En el periodo de entreguerras sucedió, sin embargo, el episodio que sigue trayendo de cabeza a la Interpol: la mañana del 11 de abril de 1934, los visitantes de la catedral se percataron de que el panel de los Jueces Justos había volado. En su lugar, una notita del ladrón, que acabó devolviendo el San Juan Bautista de su reverso pero exigía un millón de francos por el resto. Tras meses de tiras y aflojas con las autoridades, el presunto caco confesaba en su lecho de muerte saber dónde estaba el cuadro. Igual que en las películas malas, expiró justo cuando estaba a punto de revelarlo.

“Adoración del Cordero Místico”, en la catedral de San Bavón.

“Adoración del Cordero Místico”, en la catedral de San Bavón.

/ LUIS DAVILLA

Desde entonces, no hay día de los inocentes que no aparezcan en los periódicos belgas las teorías más descabelladas sobre su paradero. Quizá por ello, sumado a la cantidad de documentales sobre el robo o de libros como Los ladrones del Cordero Místico, de Noah Charney, el políptico y su autor sigan tan presentes en el día a día de los ganteses. Solo así se explica que la ciudad al completo se haya volcado a muerte con el festival urbano OMG!, Van Eyck was here o, lo que es lo mismo, Van Eyck estuvo aquí; un guiño a la inscripción que el maestro dejó en su maravilloso retrato de la pareja Arnolfini, pues, moderno también en eso, fue de los primeros artistas en firmar sus obras.

Torre de la iglesia de Nuestra Señora, en Brujas.

Torre de la iglesia de Nuestra Señora, en Brujas.

/ LUIS DAVILLA

Todo Gante ha entrado al trapo. Como la pastelería Van Hoorebeke, que, pegada a la catedral, exhibe en su escaparate una reproducción del Cordero Místico en chocolate, o el famoso confitero Nicolas Vanaise, creador de una colección de bombones inspirada en los adornos de las figuras del cuadro. También hay cerveza Van Eyck, elaborada con 28 de las hierbas reconocibles por sus paneles, y bolsos, joyas y hasta mermeladas conmemorativas se reúnen en la tienda estrenada para este año en su honor bajo el Campanario Municipal. Sus alturas, por cierto, despachan las mejores vistas del en otros tiempos puerto medieval y hoy vibrante ciudad universitaria que es Gante.

PASEAR CON LOS SENTIDOS

De esta singular boutique parten los “tours con los siete sentidos” que, hasta finales de octubre, adentran a los visitantes por el casco viejo que transitara Van Eyck, recalando en su entramado de canales o las sedes de sus antaño poderosos gremios, y hasta degustando mostazas, jamones y otras viandas con, aquí, mucha tradición. Porque hasta la clausura del año en su honor, el 24 de junio de 2021, se ha cocinado mucho más que exposiciones en homenaje a este primer espada que supuso para la pintura de la Baja Edad Media lo mismo que Picasso para el arte moderno.

Flandes, año Van Eyck
Flandes, año Van Eyck / LUIS DAVILLA

Habitualmente los cuadros de un museo hay que apreciarlos a cierta distancia. Con Van Eyck ocurre al revés. Prueba del certero miniaturista que también fue, su obra exige arrimarse todo lo que permitan las alarmas para apreciar las texturas de las telas y brocados en las ropas de sus protagonistas; las venas, pelos y hasta verrugas que –inusitado para la época– no disimuló en ellos, o el microscópico detalle del centenar de tipos de aves y más de setenta de flores, hierbas y árboles reconocibles en el Cordero Místico. Van Eyck sabía sin duda de botánica, pero también de teología, como corrobora la iconografía de cada personaje en esta biblia de la A a la Z que es el retablo, y hasta de geometría y óptica, pintando más nítida y vivamente los primeros planos y difuminando en claro los fondos para crear la ilusión de perspectiva.

Monumento en honor de los hermanos Hubert y Jan Van Eyck en Gante.

Monumento en honor de los hermanos Hubert y Jan Van Eyck en Gante.

/ LUIS DAVILLA

MUESTRA VIRTUAL

Hasta que se inaugure la nueva capilla que, además de un centro de visitantes con incluso realidad virtual, aloje definitivamente al Cordero Místico, el políptico se admira dentro de una jaula de cristal en la propia catedral. Eso sí, estos últimos meses lo ha hecho de nuevo –¡el pobre ya está acostumbrado!– troceado. Y es que sus paneles exteriores, de los que han eliminado capas y capas de repintes para sacarles sus brillantes colores originales, se prestaron al Museo de Bellas Artes de Gante para la exposición Van Eyck, una revolución óptica.

Puente de San Miguel en Gante, con la iglesia de San Nicolás al final y, al fondo, el campanario (Belfort) de la ciudad.

Puente de San Miguel en Gante, con la iglesia de San Nicolás al final y, al fondo, el campanario (Belfort) de la ciudad.

/ LUIS DAVILLA

Si apenas ha sobrevivido una veintena de obras del más célebre de los primitivos flamencos, esta muestra, visible en el canal de Youtube de VisitFlanders a través de un tour virtual guiado por expertos en arte, ha reunido por primera vez cerca de la mitad, además de pinturas nacidas en su taller, copias de cuadros perdidos u obras de coetáneos de la talla de Fra Angélico o Masaccio. Hasta febrero, el Museo del Diseño se suma al homenaje con una exposición sobre los colores de Van Eyck, dueño de una técnica única para añadir luz e intensidad superponiendo una y mil capas de pigmentos transparentes y veladuras de óleo; un material que, si bien no inventó, llevó hasta donde nunca nadie lo había hecho antes.

Centro histórico de Gante, perfecto para recorrerlo en bicicleta.

Centro histórico de Gante, perfecto para recorrerlo en bicicleta.

/ LUIS DAVILLA

Su manejo de la perspectiva y sus conocimientos geométricos serán examinados en la muestra que propone a partir de octubre el nuevo Museo de la Universidad de Gante, mientras que el castillo de Gerardo El Diablo se transformará en un espacio de reflexión creativa donde las innovaciones de los hermanos Van Eyck se vinculen a la biotecnología y el ecodiseño. Hay además previstos conciertos por varias iglesias y espectáculos multimedia inspirados en el Cordero Místico, grafitis y street art o teatro para pequeños y grandes. También una ambientación especial convierte hasta finales de año el castillo de los Condes de Flandes, el Campanario y las abadías de San Pedro y San Bavón en una versión medieval de la serie House of Cards para revivir las intrigas palaciegas de los tiempos de Felipe El Bueno, duque de Borgoña, amén de jefe y gran amigo de Van Eyck.

Vista panorámica de Gante desde el castillo medieval de Gravensteen.

Vista panorámica de Gante desde el castillo medieval de Gravensteen.

/ LUIS DAVILLA

EL MAESTRO EN BRUJAS

Si en el Gante del siglo XV proliferaban tantos artistas era gracias a la pujanza de los fabricantes, sobre todo de tejidos, que les encargaban cuadros. A hoy media hora en tren, Brujas no le quedaba a la zaga. En esta primorosa ciudad, sembrada al igual que Gante de canales y casitas de tejado escalonado, se concentraban los comerciantes de cualquier puerto de Europa. Fue en ella donde Van Eyck vivió sus últimos años y, dado lo impecablemente que se conserva, no será difícil imaginarse el ambiente de su Siglo de Oro a través de los paseos guiados Meet & Greet Van Eyck, alrededor de su figura. Asimismo, dentro de las conmemoraciones, el recién remozado museo Groeninge exhibe la exposición Van Eyck en Brujas, presidida por el retrato de su mujer, Margareta, quizá el primero de la historia que no se pintara de un rey, un noble o un santo, y la monumental Virgen del Canónigo Van der Paele, desmenuzada con estudios técnicos para aprender a apreciar su maestría.

Recreación irónica del “Retrato de Margarita Van Eyck” en una calle del centro medieval de Brujas.

Recreación irónica del “Retrato de Margarita Van Eyck” en una calle del centro medieval de Brujas.

/ LUIS DAVILLA

Alrededor de este cuadro se teje la narración que, por las instalaciones virtuales del Historium, lo sumergen a uno en la cosmopolita Brujas de 1435, con las procaces casas de baños donde los mercaderes cerraban tratos y alegraban sus soledades, el desaparecido muelle cubierto para recibir los cargamentos o la Aduana donde abonar los correspondientes impuestos, y el laberinto empedrado de esta Silicon Valley del medievo donde abrió la primera bolsa de valores del mundo, se inventó la letra de cambio y, al perder fuelle la industria del paño, floreció la de productos de lujo, como encajes, orfebrería, manuscritos ilustrados o cuadros.

Los de Memling, sucesor de Van Eyck y otro grande entre los primitivos flamencos, se reúnen por las salas del hospital de San Juan. Pero también podría enfilarse hacia la pompa borgoñona del palacio Gruuthuse o los silencios del Begijnhof, donde, laicas pero sin hombres, vivían las beatas. O hacia las históricas plazas del Markt o el Burg y los muelles de los comerciantes italianos y españoles para, abstrayéndose de los puestos de patatas fritas y las habituales riadas de turistas, imaginarse en la Brujas que, en los tiempos de Van Eyck, presumía, porque podía, de ser el ombligo del mundo.

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