Ayutthaya, las melancólicas ruinas de la ciudad impenetrable

La antigua capital de Tailandia es hoy un recinto fantástico en el que asistir al esplendor y la caída de un reino

Parque histórico de Ayutthaya, Tailandia

En 1991 fue reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. El parque histórico de Ayutthaya, en Tailandia, es un complejo arqueológico que ofrece postales como esta. 

/ SAKDAWUT14

Fue una de las ciudades más prósperas del sudeste asiático y uno de los centros mercantiles más importantes de Oriente. Hoy Ayutthaya es, además de un Parque Histórico declarado Patrimonio de la Humanidad, una de las visitas imprescindibles en Tailandia. Pasear entre sus ruinas es revivir una época dorada, vanidosa y exótica, que viene a recordarnos aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Ayutthaya, Tailandia

Ayutthaya, a unos 80 km de la capital, Bangkok, fue la capital del reino de Siam y un importante puerto de comercio internacional entre 1350 y 1767 hasta que fue arrasada por los birmanos. Las ruinas de la antigua ciudad de Ayutthaya son hoy un complejo arqueológico con palacios, templos budistas, monasterios y estatuas, una visita imprescindible.

/ syolacan

Es cierto. Tiempos más boyantes de los que hoy corren vieron aquellas piedras centenarias, las mismas que se erigieron durante uno de los reinados más influyentes del sudeste asiático. Porque ahí donde se la ve, imponente pero olvidada, fastuosa pero decrépita, Ayutthaya fue la capital de Tailandia en aquella época remota en que a este país asiático se le conocía por el nombre de Siam.

El Parque Histórico de Ayutthaya

El Parque Histórico de Ayutthaya acoge las ruinas de una serie de templos construidos en el siglo XIV como parte de la capital del reino de Siam.

/ Bruno Morandi/Corbis

Un Imperio descomunal

Eran los años de la prosperidad, del glamour, de la tímida, pero decisiva apertura a Occidente. Ayutthaya, cuyo nombre completo significa ciudad impenetrable, había sido fundada en 1350 por el rey Ramathibodi I (el afamado U Thong), que llegó desde tierras lejanas huyendo de una epidemia. Le hizo falta poco tiempo para extender su dominio: a mediados del siglo XVI, este reino controlaba, desde esta sede de las llanuras centrales, buena parte del territorio del país. Un imperio que llegó a dominar una zona mayor que Francia e Inglaterra juntas.

Ayutthaya,Tailandia

Ayutthaya,Tailandia Esplendor y caída de un reino

Tiene el brillo mustio de una vieja gloria, el aura melancólica de un reino venido a menos. Porque así ha sido su historia. Ayutthaya, fundada en 1350 por el rey Ramathibodi I (el afamado U Thong), fue la capital de Tailandia cuando ésta se llamaba Siam, una de las ciudades más prósperas del sureste asiático y uno de los principales centros mercantiles de Oriente. Cuatro siglos, 33 reyes y diferentes dinastías recorrieron este reinado que sucumbió ante la barbarie de Birmania (actual Myanmar), que en 1767 incendió y devastó la ciudad, decapitando muchas estatuas budistas. Con ello llegó el fin del esplendor. Hoy, pasear a pie o en bicicleta por Ayutthaya, cuyo nombre significa ciudad impenetrable, es hacerlo por el glamour restante de aquella época vanidosa y exótica, cuando este bello rincón, asentado en la confluencia de tres ríos –Chao Phraya, Lop Buri y Pasak–, quedaba rodeado por el agua, convertido en una isla a la que se había vertebrado de canales para favorecer la comunicación interna (se bautizó, en consecuencia, como la Venecia de Oriente).

De sus wat o templos tan profusamente ornamentados que en su día causaron admiración quedan en la actualidad ruinas integradas en el Parque Histórico de Ayutthaya, Patrimonio de la Humanidad. Entre ellos, el Wat Phra Si Sanphet, con sus tres grandes chedis o estupas alineadas; el Wat Yai Chaya Mongkol, con su hilera de Budas cubiertos de túnicas naranjas; el Wat Lokayasutharam, con la gran escultura de Buda reclinado de 37 metros de largo; y el palacio Viharn Phra Mongkol Bophit, semejante al de Bangkok, que aloja –de nuevo– un colosal Buda, esta vez dorado y sentado sobre una base inmensa.

Pero si hay una imagen que identifica el recinto de Ayutthaya, es la que pertenece al Wat Mahatat: la cabeza de un Buda de piedra aprisionada por las raíces de un ficus, congelada en su expresión de ironía, tal vez anticipando el triste destino de uno de los enclaves más mágicos de Tailandia.

No te lo pierdas

Ayutthaya desde una barcaza de arroz antigua. Es otra opción para explorar los templos históricos desde el agua. En el embarcadero que hay al otro lado del palacio se pueden alquilar botes para dar una vuelta por los canales. Pero más encantador resulta realizar un minicrucero de dos o tres días en una pintoresca embarcación, con salidas desde el recinto o incluso desde Bangkok a través del río Chao Phraya. La entrada en la ciudad histórica resulta espectacular.

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Durante este periodo florecieron las artes decorativas, se acometieron reformas legales y se fomentó el comercio con el resto del mundo. Rendidos ante su magnificencia, pusieron pie en Ayutthaya los primeros europeos, y no sólo aquellos que se movían al olor del trueque sino también misioneros, mercenarios o simples aventureros en busca de nuevos horizontes.

La Venecia de Oriente

Portugueses, franceses, daneses, ingleses... quería tender lazos de influencia con la ciudad más importante del momento. Cuentan viejos documentos de la época que lo primero que veían los visitantes extranjeros eran las opulentas falúas reales atestando los cauces fluviales. Y que por esta razón, Ayutthaya llegó a ser bautizada como 'la Venecia de Oriente'.

Ayutthaya

Ayutthaya

La ciudad cuenta con numerosos complejos históricos que ayudan a entender e imaginar cómo era y cómo se vivía en la antigua cultura Tailandesa. Esta ciudad fue el centro de Tailandia durante más de 400 años y se estima que a principios del siglo XVIII alrededor de un millón de personas vivían en ella, convirtiéndola en una de las ciudades más grandes de la época.

No era para menos. Asentada en la confluencia de tres ríos (Chao Phraya, Lop Buri y Pasak) la ciudad quedaba rodeada por el agua, convertida en una isla a la que vertebraron de canales para favorecer la comunicación interna. Sobre este ingenioso trazado, los avispados arquitectos del reino levantaron los famosos wat, esto es, los templos que componen el conjunto, unas estructuras tan profusamente ornamentadas que causaron fascinación.

Templos por aquí y por allá

La isla central acogía los lugares más impresionantes. Entre ellos, y sólo por citar algunos entre los cientos que conforman el lugar, estaba el Wat Mahathat, considerado en su día el centro del universo. Era éste un complejo enorme, con más de 200 chedis y un esbeltísimo prang, en el que residía el patriarca supremo junto a las reliquias de Buda.

Ayutthaya
Ayutthaya / coward_lion / ISTOCK

También estaba el Palacio Real, que era el centro administrativo de la ciudad y que albergaba un conjunto de jardines y edificios, tales como las oficinas de gobierno, los salones del trono y las estancias donde tenían lugar las ceremonias de coronación.

Fin de la gloria

Cuatro siglos, 33 reyes y diferentes dinastías recorrieron el reinado Ayutthaya, que tocó a su fin después de muchos años de luchas con Birmania (hoy denominada Myanmar), cuando se produjo el tremendo saqueo de su capital en el año 1767. Estos ejércitos atroces tuvieron el detalle de respetar la arquitectura, pero incendiaron y devastaron la ciudad y decapitaron muchas (casi todas) las estatuas budistas.

Ayutthaya
Ayutthaya / ISTOCK

Una de las que sobrevivió es la que más llama la atención de todo el conjunto monumental: la de la cabeza de Buda aprisionada entre las raíces de un ficus en el templo Wat Phra Mahathat. Es la imagen de este recinto, que lleva impreso el aura melancólico de los grandes imperios venidos a menos.

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