Los Alpes, los miradores más bellos de Suiza
La Gran Ruta Suiza propone al viajero un recorrido de 1.600 kilómetros para explorar los más espectaculares paisajes alpinos. Una oportunidad que brinda el disfrute de un puñado de miradores de esos que provocan emoción y vértigo a cualquiera, construidos en las cumbres más sobrecogedoras y a los que se accede por legendarios ferrocarriles.
Desde el punto de vista turístico, no falta nada relevante en La Gran Ruta de Suiza que se creó como idea inicial en 2015. El objetivo de los responsables del turismo helvético no era otro que mostrar de un modo diferente los grandes atractivos del país, planteando una experiencia más enriquecedora, en la que todos los suizos se han sentido involucrados. Una propuesta en la que los visitantes pueden interactuar directamente con la población local al tiempo que viajan al volante de su coche o moto, divisando 22 lagos, glaciares, montañas, ríos, arroyos, castillos, iglesias... y teniendo la posibilidad de dormir en un hotel con encanto lifestyle, un resort wellness o simplemente sobre la paja en algún pueblo escondido de las montañas.
Todo sirve para captar la gran belleza de Suiza y ahora la novedad más llamativa del recorrido es para muchos que se puede realizar sin ruido de motores al volante de un coche eléctrico, lo que permite deleitarse aún más de la prodigiosa naturaleza del país helvético. Los organizadores lo han etiquetado como la primera ruta para vehículos eléctricos y han brindado para ellos una importante infraestructura que se puede disfrutar, por ejemplo, al volante de un coche tipo Tesla.
El “skyline” de Bellinzona
Bellinzona, en el cantón de Tesino, es, probablemente, la ciudad más italiana de Suiza. Sus colores, el rojo y el azul, recuerdan los del F.C. Barcelona, pero a sus casi veinte mil habitantes les interesa poco el fútbol. Prefieren el hockey sobre hielo. En lo que todos están de acuerdo es que Bellinzona sigue mirándose en las viejas murallas que cercaban su población y en sus tres castillos que lucen la etiqueta de Patrimonio de la Humanidad otorgada por la Unesco desde el año 2000. Castelgrande, el castillo más viejo y, obviamente, grande, ofrece una vista hermosa del casco antiguo y del entorno de la ciudad desde sus dos torres visibles desde todos los ángulos: la Torre Nera (28 metros) y la Torre Bianca (27 metros).
El también denominado Castello di San Michele fue construido en el siglo XIII y ahora entre sus muros propone dos apuestas culturales, un museo arqueológico y otro dedicado al arte. Los castillos de Sasso Corbaro, situado en el punto más alto de la ciudad, y Montebello, ambos excelentemente conservados, completan esta línea de defensa sumamente importante en lo que los antiguos consideraban la gran puerta entre los Alpes e Italia. Hoy constituyen un skyline de piedra que realmente sorprende y emociona.
San Gotardo y La Tremola
En el camino de Lugano a Zermatt, una de las etapas más ansiadas por los excursionistas de la ruta, es inevitable chocar con un muro natural, el paso de San Gotardo, que ahora se puede superar tanto por carretera como por vía férrea. El túnel ferroviario de San Gotardo es el más largo del mundo (57 km), superando al Eurotunel que une Francia y Gran Bretaña. Sin embargo, lo recomendable, si se quiere disfrutar de la naturaleza alpina, es ascender en coche o moto el puerto de San Gotardo.
Es esta una de las carreteras alpinas más impresionantes, construida a principios del siglo XIX, aunque fue renovada entre 1937 y 1941 con un pavimento de cientos de miles de bloques de granito, que se prolonga por una carretera serpenteante que se despliega desde Airolo a Göschenen, ya en el cantón de Uri. No hay que perderse el tramo final de la empinada Trémola, llamada así porque recorre el valle del mismo nombre, que algunos ciclistas se atreven a desafiar. Este histórico tramo se ha convertido en una carretera turística con una barrera que impide el paso de los coches si el tiempo no acompaña.
El puerto de Furka
El de Furka (2.229 m), otra de las opciones más sugerentes, se presenta como un puerto para atrevidos que quieren emular al mismísimo Sean Connery, agente 007 de la película Goldfinger, y para aquellos que simplemente quieren disfrutar de vistas de los majestuosos Alpes en todo su esplendor. Un tramo inclinado y repleto de curvas, de unos 28 kilómetros de longitud, se recorre en 40 minutos o más si le vuelven loco las carreteras estrechas y las vistas panorámicas que surgen a cada curva.
Rebasarlo significa pasar de Andermatt, en el cantón Uri, a Gletsch, en el cantón del Valais. Una vez arriba se vislumbra una hermosa vista panorámica del macizo de San Gotardo y el valle Urserental, y cuando ya se pasa al lado del Valais, a la altura del Hotel Belvédère, se abre la vista hacia el glaciar Ródano, donde merece la pena iniciar una excursión a la gruta helada, una cámara de hielo tallada anualmente en el glaciar.
El tren Brienzer Rothorn
Desde el Furka no queda lejos Brienz, el encantador pueblo junto al lago que lleva su nombre, todo un magnífico trampolín para realizar excursiones por el Oberland bernés. En esta región de hermosas cumbres destaca una aventura única en la montaña Rothorn (2.350 m), con un tren de cremallera panorámico tirado por una locomotora de vapor y que ha funcionado ininterrumpidamente desde 1892 sin utilizar energía eléctrica.
Los trenes utilizan 250 kilos de carbón y 2.000 litros de agua en cada viaje a la cima, y en las pendientes más pronunciadas alcanza una velocidad de 9 km/h. Este romántico viaje se alarga durante una hora para divisar desde lo más alto en un día claro los principales picos alpinos de Suiza Central, alrededor de 693 cumbres, entre ellas el Pilatus, el Rigi y los famosos Eiger, Mönch y Jungfrau en el área de Interlaken.
Las vistas de Interlaken
Ya en Interlaken, a solo 17 kilómetros de Brienz, existen dos opciones para buscar las mejores vistas de los lagos de Brienz y de Thun. La más popular entre la población local es la que llega al Harde Kulm, a 1.322 metros de altitud, con un funicular centenario que parte de la estación de tren de Interlaken Ost para subir 735 metros a través del bosque y de una reserva de animales. En la parada hay un restaurante a unos cinco minutos a pie de la estación de montaña y, solo a unos metros más, un mirador suspendido, el Zwei-Seen-Steg, no apto para los que sufran de vértigo, con una base triangular de cristal que ofrece vistas del precipicio y unas panorámicas inigualables del Eiger, el Mönch, la Jungfrau y los lagos de Brienz y de Thun.
La segunda alternativa es la subida al Schilthorn, de 2.970 metros de altitud, que cuenta entre sus atractivos no solo con las grandiosas vistas de 360 grados del área sino también con el restaurante giratorio Piz Gloria. Desde 1967, el teleférico conduce hasta la cima desde Stechelberg, en el valle de Lauterbrunnen, en cuatro tramos, y los visitantes tienen la oportunidad de seguir los pasos de James Bond en la exposición interactiva Bond World 007 o en el nuevo 007 Walk of Fame después de brindar con una copa de champán. Y como aperitivo del viaje, en la estación intermedia de Birg, el Skyline Walk y el Thrill Walk asustan con una escalofriante vista hacia el vacío.
Viñedos y castillo de Spiez
De regreso a Interlaken, tomando rumbo oeste en dirección a Spiez, sorprende esta encantadora ciudad a orillas del lago Thun y al pie del Nielsen. La mejor vista de Spiez se consigue desde sus terrazas de viñedos probando alguno de sus caldos blancos al tiempo que se divisa el lago, la hermosa villa veraniega y su castillo medieval coronado por torres de gran tamaño.
Teleférico descapotable
Otra posibilidad es acudir a la plataforma de observación del monte Stanserhorn (1.898 metros), todo un lujo suizo. Para llegar hay que tomar el tren de Lucerna a Stans, y luego continuar en el funicular con vagones abiertos que antiguamente llegaba en tres etapas hasta la cumbre. Actualmente, una de las atracciones principales es este nuevo funicular que sorprende con su parte superior al aire libre –el primer teleférico descapotable del mundo– y con una impactante vista del horizonte en la que se divisan diez lagos y más de cien kilómetros de cordillera alpina.
La panorámica del Rigi
Por último, el más clásico de los miradores: el Rigi-Kulm. En 1871 el primer remonte de montaña en Suiza llegó a este espectacular punto elevado de la mano de ingeniero Nicklaus Riggenbach. Desde entonces, sus vistas han cautivado a miles de viajeros, como Mark Twain, Víctor Hugo o la reina Victoria, pero a todos se les recomienda pasar la noche en el hotel instalado en la cima, a 1.800 metros de altitud, para ver el amanecer y divisar, en los días claros, 125 picos alpinos y 13 lagos. El viaje a la reina de las montañas parte desde Vitznau, a orillas del lago de Los Cuatro Cantones, tomando el primer tren cremallera que circuló en Europa.
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