Sefardíes, por Mariano López
Emociona escuchar, leer y sentir esta lengua próxima y arcaica, milagrosamente conservada, aún muy querida.

Conocí a Karen Gerson en la redacción de El Amaneser, que es, a la vez, sede y biblioteca del Sentro de Investigasiones de la Kultura Sefaradi Otomano-Turka, y ocupa el espacio de una antigua vivienda junto a la Torre de Gálata, donde plantaron sus ojos los genoveses para vigilar la entrada al Cuerno de Oro y disfrutar de las mejores vistas de Estambul. Había encontrado, en Estambul, un ejemplar de El Amaneser, periódico de dieciséis páginas íntegramente escrito en judeo español. Me encontraba en Beyoglu, el barrio judío, y tenía unas horas libres, así que me empeñé en localizar la redacción y entrar en el edificio, para sorpresa, y preocupación, de las personas encargadas de la seguridad del periódico, que no esperaban ni deseaban la visita de curiosos sin anuncio previo ni cita concertada. Karen fue muy, muy amable. Es una mujer grande, de cara redonda, sonrisa enorme y ojos vivarachos. Podría ser la imagen de una típica mamma italiana, siempre preocupada por cocinar para cuantos la rodean y conseguir con su arte y una excesiva cantidad de pasta al dente que hijos, nietos, abuelos y hermanos estén bien alimentados y sean, por consiguiente, felices. Karen canta, los fines de semana, en el grupo Los Paxaros Sefardies y de lunes a viernes dirige el periódico El Amaneser, que se distribuye una vez al mes, desde hace diez años, junto con el semanal Salom, la gaceta de la comunidad judía de Estambul. El Amaneser es el único heredero, superviviente, de la tradición de periódicos sefardíes en lengua judeo española que iniciaron en Turquía, en el siglo XIX, El Tiempo, El Telégrafo y La Buena Esperanza. Karen comenta que también es importante la página en judeo español que aparece en cada número de Salom. Karen ha escrito en su periódico, en judeo español, sobre esa página -"konstituye en si un mirakolo"- y sobre El Amaneser. Dice: "Empesimos muestra publikasion en marso de 2005. Desidimos de yamarla El Amaneser'' kon el motto Kuando muncho eskurese es para amaneser'', un proverbo muy internacional i interkultural ama yeno de saviduriya. Salyo kon 16 pajinas, el doble de lo ke pensavamos al prinsipyo".
El Amaneser tiene una página dedicada al "enseñamiento del alfabeto". Es parte de su razón de ser: preservar, compartir y extender el uso de la lengua judeo española, también llamada sefardí, djudezmo o spanyoliko en Oriente, haketía en el Magreb, y, originalmente, ladino, cuando se refería a los textos litúrgicos traducidos del hebreo al castellano que se hablaba en la España de los Reyes Católicos. Un mes después de la toma de Granada, Fernando e Isabel decretaron la expulsión de los judíos de España. Buscaban la uniformidad religiosa del nuevo Estado, que los judíos no "contaminaran" a los conversos. Más de 100.000 rechazaron el bautismo. Fueron fieles a su religión y tuvieron que dejar su tierra. El historiador Joseph Nehama escribe, en su libro Historia de los israelitas de Salónica, que algunos pasaron tres días llorando en sus cementerios. En Segovia hubo varios que trataron de llevarse las tumbas de sus antepasados. Todos tuvieron que emigrar, sin razones para la demora. La diáspora se inició en Portugal, en Francia, en el norte de África, y alcanzó, pronto, el Imperio Otomano, que llegaba entonces hasta Argelia, por el sur, y a la Costa Dálmata, por el norte, donde incluso se asomaba a las puertas de Viena. Muchos murieron de hambre y de epidemias. Otros regresaron y se convirtieron. La mayoría se instaló en el Mediterráneo oriental y en los Balcanes, dentro de los límites del Imperio Otomano gobernado por Bayaceto II, quien dictó normas para que los judíos españoles fueran acogidos y ayudados; el caso contrario, su rechazo, llegó a estar penado con la muerte.
Joseph Nehama cuenta que la mayoría de los expulsados viajaba con una carga de odio y otra, al tiempo, de amor. Odio hacia los gobernantes que les habían obligado a partir; amor hacia su tradición, su lengua, sus costumbres. También hacia una literatura oral "hecha de refranes, cuentos y romanzas -escribe el historiador-, de poemas que cantan el dolor del exilio y la nostalgia de su patria". En el libro Los djudeo españoles, los kaminos de una comunidad, el profesor Richard Ayoun añade la importancia de la música y la gastronomía: "Se yevaron uzos i kustumbres i todo un folklor, las muy savrozas komidas también ke uzavan a komer ayu. Impusieron sus platos. Oralmente. De madre a ija, de esfuegra a elnuera, sin kantidades exaktas".
Quinientos veintidós años después de la expulsión, la lengua castellana del siglo XV, transformada por el paso de los siglos, la influencia del turco, del griego y, sobre todo, del francés, aún se guarda y se usa en medios como El Amaneser. Karen está razonablemente contenta con la buena marcha de su publicación: "Tenemos muchos abonamientos del extranjero, munchas universidades kon departamentos de lingua española, munchas bibliotekas komo tres en Madrid, i munchos abonados de lugares muy sorprendentes komo la China, el Japon i las Filipinas". Cada fin de semana, Karen cambia la redacción de El Amaneser por el taller de música de Los Paxaros Sefardíes. El grupo se creó hace veinte años con la idea de rescatar, entonar y divulgar romanzas españolas del siglo XV que aún perviven en la tradición sefardí. Una de ellas se titula Avrime, galanika y está en el último disco de Los Paxaros Sefardies. Dice: "Avrime, galanika/ ke ya ma maneser./ Avrir ya vos avro/ mi lindo amor./ La noche no durmo/ pensando en vos". Emociona escuchar, leer y sentir esta lengua próxima y arcaica, milagrosamente conservada, aún muy querida. Una lengua muchas veces secreta, un lazo de unión con una historia, un pasado, que se quebró y ahora tímidamente se compensa ofreciéndoles la nacionalidad a quienes siempre se han sentido sefardíes, que significa, desde hace 522 años, "españoles".
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