Oslo y la ruta Munch

Noruega celebra el 150 aniversario del nacimiento del pintor Edvard Munch al tiempo que Oslo, la capital donde vivió, muda su piel urbana y convierte su frente marino en escaparate de arquitectura, diseño y tendencias.

"El grito", de Edvard Munch, en la Galería Nacional.
"El grito", de Edvard Munch, en la Galería Nacional.

Es obligado empezar en Tjuvholmen, barrio surgido de la noche a la mañana en los muelles de poniente. Allí el arquitecto Renzo Piano ha levantado el Museo de Arte Moderno y un mirador que parece un minarete. Enfrente, el hotel y restaurante The Thief es lo más cool de la ciudad. Cruzando una pasarela, entre locales y terrazas a pie de mar, destaca el restaurante Onda, por su arquitectura, interiorismo, sus vistas al fiordo y las propuestas marineras de los chefs Terje Ness Rune Pal. Más adelante, unido al Centro Nobel de la Paz, está el restaurante Alfred, donde los mismos cocineros brindan un menú de cinco platos según temporada. El espacio detrás de ambos edificios albergará un futurista Nuevo Museo Nacional (prevista su apertura en 2019). Cruzando la avenida Munkedams, House of Oslo es un gran centro comercial dedicado al diseño del hogar. Estamos a un paso del corazón de Oslo, el tramo que va del Palacio Real y sus jardines hasta el Parlamento. Ahí se alza el Teatro Nacional y, al lado, el Theatercaféen, dentro del Hotel Continental; este local centenario y el vecino Café del Grand Hotel eran puntos de reunión de escritores como Ibsen o Bjorson, el músico Grieg y también Munch, que aparecen retratados en los murales del local. En este Grand Hotel se aloja el Nobel de la Paz cuando va a recoger su premio.

En la misma acera se halla la Universidad, para cuya Aula pintó Munch once cuadros de enorme tamaño. Detrás está la Galería Nacional, que cuenta en sus fondos con cuadros tan célebres de Munch como El grito o Madonna. La calle Karl Johans, peatonal, es la arteria principal que une este epicentro capitalino con la Estación Central. En esa calle se ubican las tiendas de marca, también pequeñas boutiques especializadas en moda, papel o cristal -como la Glas Magasinet, frente a la catedral-. Desde la Estación Central se ve surgir del agua, como un iceberg cubista, la mole de la Ópera, que en apenas un lustro se ha convertido en referente mundial. El friso de edificios que le sirven de telón de fondo se conocen ya como código de barras. Al otro lado del río Akerselva, Grünerlokka es el barrio de moda para la movida etílico-cultural. Antiguos molinos y fábricas son ahora deliciosos antros con actividad musical o literaria. En ese barrio creció Munch (su casa es ahora un bar) y cerca se encuentra el Museo Munch, que se ha quedado pequeño (sus fondos ascienden a más de 27.000 obras del pintor); por ello, el español Juan Herreros va a construir un nuevo Museo Munch de doce pisos, situado junto a la Ópera.

El nuevo y escultural parque Ekeberg

La colina Ekeberg inspiró a Munch su cuadro El grito. Tras años de gestación, el pasado 26 de septiembre se inauguraba allí un nuevo parque que, sin alterar el aspecto agreste y abierto del lugar, acoge esculturas de clásicos como Rodin o Dalí, pero sobre todo de creadores actuales, algunas concebidas para esta ubicación. Este parque quiere así actuar de contrapeso al parque Vigeland, dedicado en exclusiva a ese escultor, y que es el lugar más visitado de Oslo.

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