Lujos raros de clientes ilustres

Declaraciones de amor, divertidos malentendidos y extravagantes peticiones de caprichosos huéspedes se suceden todos los días en los establecimientos hoteleros.

Lujos raros de clientes ilustres
Lujos raros de clientes ilustres

Cada día, miles de hoteles en el mundo sirven de escenario de curiosas anécdotas protagonizadas por sus clientes. Los hoteles son testigos mudos de la excentricidad de algunos de sus ilustres huéspedes o de las surrealistas hazañas de personajes que parecen salidos de una película de Woddy Allen.

Las escenas de corte romántico se repiten con frecuencia en estos improvisados nidos de amor en los que se convierten los hoteles. Un cliente que decidió pedirle matrimonio a su novia en el lujoso The Westin La Quinta Golf Resort, en Marbella, solicitó al hotel que colocaran en su habitación una rosa por cada día que había pasado con ella. El servicio dispuso 1.095 rosas, correspondientes a los tres años de relación de la pareja, distribuidas por toda la estancia. Este mismo objetivo perseguía un apasionado joven, que se alojaba en un hotel madrileño de la cadena Occidental, cuando a la hora del almuerzo requirió los servicios de un cuarteto de violinistas en su habitación. La novia pronunció el deseado "sí, quiero" ante la satisfacción de los músicos y la alegría de su prometido.

Anillo en la tarta

Si lo que uno persigue es deslumbrar a su pareja, un hotel ofrece todos los recursos necesarios para crear una atmósfera de alto contenido romántico. Esto lo pudo comprobar un cliente del Barceló Avenida en Bilbao, que pidió al hotel que en el momento en el que su esposa entrara en la recepción sonara como música de ambiente la canción Al vent, de Raimon. Resultó complicado satisfacer esta petición, ya que suponía interrumpir el hilo musical en el preciso instante en el que la mujer del cliente, a la que el personal del establecimiento no conocía, apareciera en el hall. La expresión de felicidad de la señora compensó todos los esfuerzos.

Este mismo establecimiento fue escenario de otra apasionada iniciativa: un cliente requirió a la dirección que colocara su anillo de compromiso como adorno en la tarta que servirían como postre durante la cena, en la que además pidió que se escribiera: "¿Te quieres casar conmigo?" También en esta ocasión la respuesta de la novia fue afirmativa.

Los empleados de un hotel se convierten en cómplices de los planes urdidos por sus clientes, que en ocasiones se dejan influir por el cine, como fue el caso de un huésped alojado en el Hotel Silken de Barcelona y que decidió sorprender a su pareja con una velada a lo American Beauty: esparció pétalos de rosa y velas rojas encendidas por toda la habitación y el cuarto de baño.

Trufas y champán

En este mismo establecimiento, un cliente americano de avanzada edad decidió impresionar a su esposa reservando una de las mejores suites. Este entrañable caballero envió explícitas instrucciones a la dirección del hotel para satisfacer los deseos de su mujer: activar la música de un determinado CD en cuanto su esposa introdujera la llave de la habitación en el conector de luz; colocar una bandeja con champán francés y trufas de chocolate, así como un ramo de rosas rojas y blancas en la mesa del salón, y, por último, preparar el hidromasaje de la bañera para que media hora antes de su entrada estuviese adornado con bolas flotantes que se convertían en flores y agua de rosas que el propio cliente había enviado al hotel.

Boda de mentira

"Si un cliente pide un huevo cocido en dos minutos, sírvaselo en un minuto; y si se lo pide en un minuto, llévele la gallina". De esta ilustrativa manera Groucho Marx nos revela, en una de las escenas de Una noche en Casablanca, la importancia de ofrecer un trato exquisito a los clientes. Un credo que profesan muchas cadenas hoteleras, como Barceló, que en uno de sus establecimientos en Fuerteventura recibió una carta en la que una madre solicitaba que le enviaran con premura una servilleta del restaurante del hotel. El argumento esgrimido para justificar tal petición era que su hijo pequeño se había llevado una servilleta del hotel con la que dormía desde entonces. Desde que su hijo la había perdido, no había podido dormir bien y, por ende, sus padres tampoco. El hotel envió la servilleta a estos padres, que pudieron disfrutar de una tregua nocturna gracias al plácido sueño de su hijo.

En uno de los hoteles Occidental de República Dominicana también accedieron a una singular demanda de uno de sus clientes. A dos horas de la celebración de una boda, el juez de paz no aparecía y, ante esta embarazosa situación, los novios le rogaron al director del hotel que ejerciera este papel. La pareja era consciente de que el enlace no tendría validez, pero no querían cancelar ni retrasar la boda por respeto a los 175 invitados que se habían desplazado hasta la isla caribeña para asistir a la unión. En un principio, el director del hotel se mostró reticente, pero al comprobar la angustia de los novios decidió hacerles este favor e interpretar el papel de juez de paz durante unas horas, que finalmente se alargaron ya que tuvo que asistir a la celebración ante la insistencia de la familia. Al día siguiente, una vez que los invitados abandonaron el hotel, el director acompañó a los novios a su boda, esta vez ante un auténtico juez de paz.

Las suites de "JLo"

Los hoteles más lujosos ya están acostumbrados a las extravagancias de sus clientes, que, pertrechados bajo los privilegios de ser millonario o famoso, se saben con derecho a satisfacer sus deseos.

En la piscina del Riu Grand Palace Maspalomas Oasis un cliente se enojó porque junto a él sonaba un móvil de forma insistente, así que decidió tirarlo al agua para que dejara de molestarle. El móvil, que obviamente no era sumergible ble, quedó inservible. Cuando el propietario salió de la piscina y se percató de lo que había ocurrido, protestó airadamente, ante lo que el cliente que lo había arrojado sólo contestó mostrando un talonario y diciendo: "¿Cuánto?".

Algunos artistas también precisan de una extremada atención antes de sus actuaciones, llegando incluso a requerir insólitos servicios a la dirección del hotel. En las suites en las que Luciano Pavarotti se aloja durante sus recitales exige una cocina con una ingente variedad de alimentos a su disposición, mientras que Carlos Santana se conforma con que su habitación disponga de inciensos de la India y esencias de Jalisco. Uno de los casos más llamativos es el de Jennifer López, que sólo se aloja en suites donde todo sea de color blanco y en las que no haya ningún alimento que pueda tentarle. JLo también tiene la costumbre de cambiar la iluminación y pedir un sillón especial para poder maquillarse.

Pétalos de flor

En el NH Center de Valencia, un famoso compositor y cantante solicitó a la dirección que colocaran cartones en todas las ventanas para que no entrara ni un rayo de luz, ya que esto le resultaba molesto. Este establecimiento también acogió a un conocido bailarín de flamenco que cuando reservó su habitación pidió que todo el suelo estuviera cubierto por toallas sobre las que deberían esparcir pétalos de rosas amarillas, de forma que sus pies sólo tocaran las flores.

En un contexto radicalmente opuesto, el personal del hotel tiene que enfrentarse a veces a la ingenuidad de algunos de sus huéspedes. Es el caso de una joven pareja que se alojó en el Barceló Flamingo de Palma de Mallorca durante un fin de semana. Al poco tiempo de llegar al hotel, uno de los clientes preguntó en recepción dónde se encontraba "el cubo del baño". El conserje, sin entender bien lo que le pedía, indagó sobre esta petición y comprendió que lo que el joven solicitaba era un cubo para tirar agua en el inodoro después de utilizarlo. El conserje subió a la habitación y les hizo una demostración práctica de cómo funcionaba el sanitario. Días más tarde se enteraron de que la pareja había ganado el viaje como incentivo en una fábrica de leche por tener el rebaño de cabras de mejor calidad productora.

Los hoteles también viven situaciones tensas, como ocurrió cuando una delegación árabe reservó todas las habitaciones de un hotel Occidental en la capital hispalense. Un agente de seguridad se percató de la presencia de un maletín metálico sospechoso y llamó a las fuerzas especiales, que acordonaron la zona, llegando incluso a paralizar los trenes que partían de Santa Justa. La situación se resolvió de forma espontánea cuando un fotógrafo profesional volvió a recoger su maletín de trabajo que había olvidado en el hall del hotel. La delegación árabe, en agradecimiento, le regaló un reloj de oro al director y otro de acero al subdirector.

El periodista, escritor y viajero empedernido Manu Leguineche comparte con nosotros algunas de las anécdotas que le sucedieron cuando en 1964 emprendió su vuelta al mundo en coche con su amigo el fotógrafo suizo Willy Mettler y tres periodistas norteamericanos, entre los que se encontraba el hijo de Errol Flynn. En los casi tres años que duró su periplo, Manu recuerda que un mono se comió su pasaporte en Bangkok, lo que le causó algún problema para salir de Tailandia.

En otra ocasión, se encontraba en Beirut cuando decidió tomar un taxi y visitar los campamentos palestinos. Cuando exploraba la zona, surgió un sujeto que le acusó de ser un espía israelí y dos individuos armados con kalashnikov le trasladaron a un sótano donde la Policía palestina le interrogó. El taxista tuvo la desfachatez de querer cobrarle la carrera, a lo que Manu le respondió: "Ellos me detienen, ellos pagan". Otra de sus aventuras sucedió cuando, a bordo de su Land Cruiser, abandonaban Bagdad. Un niño de nueve años se abalanzó sobre el coche, una práctica muy común en estos países, según comprobaron a las pocas horas del incidente. "En la comisaría, un policía de película neorrealista detuvo a mi amigo Al, así que fuimos a un juzgado a declarar cuando comprobamos perplejos que el niño aparece lleno de vendajes y esparadrapos. Le dijimos al juez que estaba mintiendo, así que le examinaron en el hospital y, tras comprobar que sólo tenía unos rasguños, soltaron a Al", nos relata Manu Leguineche.

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