Javier Sierra, escritor

Su obra ha sido traducida a más de 40 idiomas y es el primer escritor español contemporáneo con una novela (“La cena secreta”) en el Top Ten de los libros más vendidos en Estados Unidos. El último Premio Planeta, por su novela “El fuego invisible”, dirige y presenta ahora el documental “Otros mundos” en el canal #O de Movistar +.

Javier Sierra
Javier Sierra / Victoria Iglesias

Junto a la madrileña estación de Atocha, muy cerca de la Cuesta de Moyano y a poca distancia del tantas veces frecuentado Museo del Prado, el escritor Javier Sierra pone un paréntesis a su gira por España con el Premio Planeta a sus espaldas. Pese a su edad, 46 años, ha viajado por los diferentes continentes, se ha enamorado de Egipto y Colombia, sin dejar de indagar en la historia y la cultura de nuestros antepasados. También quiere "emprender una cruzada" con sus hijos, de 9 y 12 años, por nuestra geografía, para enseñarles a los pequeños esa España sorprendente que cautivaba a los viajeros y escritores románticos del siglo XIX.

Escribir una novela es hacer un viaje por mundos imaginarios.

Toda novela es un viaje guiado, muy tutelado. Tú vas desde el punto A hasta el punto B, pasando por emociones, por distintos escenarios, por circunstancias… Pero es un viaje.

¿Por qué merece la pena viajar a su tierra y descubrir que “Teruel también existe”?

Teruel es para viajeros de verdad, una tierra nueva para descubrir. Es una provincia de contrastes. Tienes montaña, tienes ciudades históricas, tienes vino, gastronomía y buena gente. Me parece un pequeño paraíso.

¿Algún rincón o lugar especial de su tierra que no debería perderse el visitante?

La iglesia de San Pedro. Es una iglesia mudéjar reformada hace unos años, que la recordaba en mi infancia negra, oscura y horrible. Sus pinturas habían sido oscurecidas por los cirios, pero al limpiarla y decorarla se ha transformado en uno de los lugares más bonitos de la ciudad.

Delante de la Gran Pirámide de Egipto.

Delante de la Gran Pirámide de Egipto.

/ Javier Sierra

¿Cómo recuerda su llegada a Madrid, con apenas 15 años?

Me impresionó el Museo del Prado, al que luego convertí en punto de partida de una novela. En un primer contacto, Madrid se revela como un monstruo indomable, pero luego descubres que hay tantos Madrid como ciudadanos. Te haces tu propio Madrid: tus barrios, tu librería, tu restaurante... y se convierte en una ciudad muy agradable.

¿Cuál era su itinerario en aquel Madrid de los 80?

Museo del Prado-Cuesta de Moyano-Plaza de Atocha (para comer un bocadillo de calamares en El Brillante), con última parada en El Rastro, donde conseguía libros y revistas usados.

¿La visita a los museos ocupa un lugar prioritario en su actividad viajera?

Sin duda. Todo lo que tenga que ver con el arte y con aquello que me ayude a interpretar el pasado me resulta estimulante. En una ocasión viajé a Vilnius, capital de Lituania, y sentí un dolor que no había sentido en otros lugares porque, después del dominio soviético, no tenía una historia transitable.

En el Kennedy Space Center (Florida).

En el Kennedy Space Center (Florida).

/ Javier Sierra

¿Qué le aportan a usted los viajes?

Los viajes aportan vida y perspectiva. Vives más cuanto más viajas. A mí me pasa un poco lo que a Ulises: cuando vuelves al punto de partida descubres que lo que estabas anhelando se encontraba ya en tu lugar de partida.

Si un día se perdiera, ¿cuántas probabilidades habría de que lo encontráramos en Egipto?

Muchas. No hay un lugar como Egipto en el mundo. Lo he buscado desesperadamente, pero no existe. La cultura egipcia es la cultura de la humanidad. Estuvieron los romanos, los griegos, los ingleses, los franceses… He fotografiado grafitis en latín dejados por las legiones romanas y declaraciones de amor en francés firmadas por las tropas de Napoleón en el XIX.

¿Una ciudad que haya estado por encima de sus expectativas?

Nunca me imaginé la magnitud de Roma hasta que puse los pies en ella. En Roma también hay de todo: hay vida, hay historia y una cultura que nos es afín.

En la tumba del rey Pacal (México).

En la tumba del rey Pacal (México).

/ Javier Sierra

¿Algún país que le haya sorprendido especialmente?

Colombia, que visito con frecuencia. En el departamento de Huila, en medio de la selva, existe una cultura diferente al resto de Sudamérica, donde las estatuas tienen colmillos de vampiro. El parque arqueológico de San Agustín me tiene fascinado.

¿Dónde estaban los escritores españoles durante el esplendor de la literatura de viajes del siglo XIX?

En otra cosa. En el siglo XIX el objeto de los viajes románticos éramos nosotros: un país exótico, con bandoleros, donde te podía pasar cualquier cosa. Un país donde un escritor inglés viene a buscar las huellas de las Sagradas Escrituras y se encuentra con la leyenda de que Noé estuvo con su arca en Galicia. Pero la literatura de viajes la inventamos nosotros con Las Crónicas de Indias.

¿Una anécdota simpática surgida en alguno de sus viajes?

Tengo muchas. En la explanada de las mezquitas de Jerusalén un vigilante vio un libro en mi mochila a través la pantalla del detector de metales y pensó que era una biblia. Está prohibida la entrada de biblias. No hay arma más peligrosa que la palabra.

La Excalibur de San Galgano (Toscana).

La Excalibur de San Galgano (Toscana).

/ Javier Sierra

¿A dónde le llevaban de vacaciones sus padres?

A San Carlos de la Rápita, en el delta del Ebro. Me impactaba mucho porque hay una zona de tierra que separa el mar bravo del mar calmo. Ese contraste siempre me llamó la atención.

¿Qué no le puede faltar en la maleta?

El cuaderno de notas. Es imprescindible. Y un tubo de pegamento para pegar en el cuaderno las entradas a los sitios, mapas y recortes de prensa que me llaman la atención.

¿Qué viaje anhelado tiene pendiente?

La isla de Pohnpei, en la Micronesia, para poder contemplar las ruinas de Nan Madol.

Si pudiera trasladar su vida a otra época…

No lo haría. Esta es la mejor época posible.

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