Entrevista a Araceli Segarra, alpinista

Fue la primera mujer española en alcanzar la cima más alta del mundo en 1996. Tenía 26 años. Su pasión por la montaña –a ser posible, disfrutando de nuevas rutas– la hace compatible con pronunciar conferencias y escribir e ilustrar cuentos para niños. Nació en Lleida y reside en la Cerdanya catalana, rodeada de montañas, donde mejor se desenvuelve.

Araceli Segarra
Araceli Segarra / Jordi Canyameres

La protagonista de sus cuentos infantiles, Tina, es un fiel reflejo del carácter indomable y aventurero de Araceli. A través de este personaje infantil, la montañera pone de manifiesto valores como el esfuerzo, el compañerismo y el respeto por la naturaleza. La montaña no es su profesión, pero reconoce que es su "fuente de energía". Acostumbrada a vivir situaciones límite -Araceli Segarra participó en el rescate de la expedición al Everest en la que trece montañeros perdieron la vida en 1996-, le hubiera encantado participar en las expediciones al Himalaya de finales del siglo XIX y principios del XX.

Es curioso que su afición por la montaña naciera de la espeleología.

Siempre he sentido atracción por la aventura, por el descubrimiento, por lo desconocido... Cuando hice espeleología, me encontré en las entrañas de la tierra con lagos de una belleza increíble, de una calma y de un misterio también espectacular.

Recuerda algún viaje especial cuando era una niña.

Sí. Recuerdo un viaje a Zamora con mi hermano, para participar en una competición de piragüismo. Yo tenía entonces 9 años. Íbamos en una furgoneta. También recuerdo que paramos en un campo y robamos melocotones. Conservo esa sensación de estar en la naturaleza, en aquel lago. Fue muy bonito.

¿Cuál es su opinión de los viajes?

Desde mi punto de vista, el viaje es una escuela de vida. Una de las razones por las que escribo e ilustro los cuentos de Tina es porque en un mundo hipotético, si el viaje fuera una asignatura, sería una de las mejores asignaturas. No por lo divertido que pueda resultar, sino por el aprendizaje, por las lecciones que puedes extraer.

¿Qué más cosas aportan los viajes?

Te ayudan a descubrir cómo eres. Cuando las cosas van bien, todo el mundo es muy bueno y muy simpático, pero cuando los planes no salen como tú los habías pensado, entonces sacas tu auténtica personalidad. A veces es bueno darse cuenta de que igual no eres tan paciente ni tienes tantos recursos para afrontar según qué situaciones.

Me resulta algo difícil imaginármela a usted relajada en un hotel después de haber pronunciado una conferencia ante, por ejemplo, directivos de una gran compañía...

Introducir pequeñas gotas de un viaje diferente al que haces normalmente también puede estar muy bien. Hice un viaje de todo incluido a Cancún, por ejemplo, y me lo pasé muy bien. Yo creo que se pueden hacer las dos cosas. Hay que probarlo todo.

Pero la montaña sigue siendo su primer destino. La búsqueda de los legendarios ochomiles...

Cantidad, lo digo por la altura, no equivale a calidad. Para mí, el esfuerzo que conlleva el ascenso por una vía en los Alpes puede resultar más satisfactorio que hacer una montaña de ocho mil metros, donde tú no haces absolutamente nada. Soy más partidaria de cierta dificultad técnica. Una cosa es tener fondo para hacer un ochomil y otra es, por ejemplo, afrontar la dificultad de escalar una vía en Patagonia. Me satisface más afrontar una ruta difícil. Hay escaladores y alpinistas impresionantes abriendo rutas de dificultad en Perú, pero cuesta más que se les nombre.

¿Es una crítica a los medios de comunicación?

Por supuesto. Alguien escala el Cho Oyu (Tíbet-Nepal) por la vía normal, con cuerdas fijas y porteadores, y sale en la primera página de los periódicos. Un buen alpinista técnico es mucho menos conocido y valorado que el que se dedica a hacer ochomiles.

De los muchos lugares que conoce, ¿con cuál de ellos se queda?

Como país, me quedo con Francia. Envidio el respeto que tienen por la montaña, por las ciudades y por la cultura. Viajas por el Sur de Francia y cada pueblo es una joya. Son pueblos antiguos, bien conservados. Pueblos en los que no se ha tirado ninguna casa para construir un bloque de cinco pisos. Por algo Francia es el primer destino turístico.

¿Cree que están más concienciados que nosotros sobre la necesidad de conservar el patrimonio?

Francia cuida todos los niveles de turismo, desde el que tiene alto poder adquisitivo al que tiene poco. Hay lugares para que las furgonetas y roulottes aparquen gratis. Aquí, en España, no existen esos lugares y las furgonetas están mal vistas. En Francia son más listos y saben que todos los turistas dejan algo.

¿Cuál es su ciudad favorita?

Me quedo con Florencia. Hay muchas ciudades bonitas, pero Florencia es una auténtica joya. Es la number one. A mí, que me gusta mucho el arte, allí encuentro las obras de los mejores artistas. Se me cae la baba.

¿Algún rincón de la costa o del interior de Cataluña?

La costa apenas la conozco. No soy mucho de agua. En el interior hay un lugar precioso del Pirineo que se llama Sierra de Cadí. Es un prado enorme -el Prado de Cadí-, con todas las montañas alrededor y donde te encuentras poca gente. Espectacular.

¿Algo curioso o insólito que le haya ocurrido en un viaje?

Lo más curioso me ocurrió cuando rodábamos Siete años en Tíbet, para la película de Brad Pitt. Íbamos de incógnito y hacíamos ver que era un documental. La película la escondíamos dentro del camión, en diferentes lugares, porque si nos descubrían los chinos acabábamos todos en la cárcel. Fue un rodaje tenso: íbamos disfrutando, a la vez que mirábamos todo el rato por encima del hombro.

Debe de ser usted una maestra en preparar maletas y equipajes...

Lo primero que hago, una vez hecha la maleta, es dividir el equipaje por la mitad, porque la mitad no la voy a necesitar. Intento llevar ropa que no se arrugue, que se lave rápido, y luego compro lo que me haga falta al llegar al destino.

¿Qué medio de transporte prefiere?

El tren. Tiene espacio y es práctico. Puedes ir trabajando y puedes moverte. No hay problema por exceso de equipaje, es más fácil entrar y salir, las estaciones están en el centro de las ciudades... Hace poco hice Barcelona-Valencia, Valencia-Madrid, Madrid-Toledo; todo en tren.

¿Hay algún lugar que todavía no conoce y que le gustaría conocer?

Tengo pendiente Japón. Cuando sea mayor, me gustaría hacer un viaje en el famoso Orient Express, conocer un montón de islas y recorrer sin prisas Nueva Zelanda.

¿Qué es lo que más le gusta de España?

Lo cerca que tenemos todo. Puedes estar esquiando por la mañana y por la tarde bañándote en el mar. También tenemos muchas zonas para hacer esquí de montaña o escalada en hielo y roca.

¿En qué época le hubiera gustado vivir?

A finales del XIX o principios del XX, la época de oro del descubrimiento y la exploración del Himalaya. Pero me pediría ser hombre, porque a las mujeres entonces no las dejaban participar en esas expediciones.

¿Por qué eligió la Cerdanya para vivir?

Porque necesito vivir rodeada de naturaleza. Hay quien necesita la ciudad y yo necesito la naturaleza, para entrenar y para todo. Además, tengo Francia al lado y puedo escaparme de vez en cuando a los Alpes.

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