La Sociedad Geográfica Española acaba de editar Atlas de los exploradores españoles, la primera obra que reúne y divulga la biografía de más de 200 protagonistas de la historia de la exploración española, desde Hannón e Himilcón, los navegantes que partieron de Tartessos en la antigüedad, hasta el viaje en globo de Jesús González Green por el Atlántico o la aventura de Nil Bohigas, el primer español que viajó al Polo Norte en solitario. Se trata de un diccionario enciclopédico con imágenes de archivos y museos de todo el mundo, sugerencias bibliográficas de cada uno de los personajes seleccionados y una cuidada cartografía de sus rutas, marchas o navegaciones. Es una obra excepcional. Por su calidad y por su propósito: por primera vez se encuentran en un libro los españoles que, movidos por la curiosidad y el afán de aventura, fortuna o gloria, ampliaron el conocimiento geográfico, descubrieron selvas, océanos o cordilleras, ensancharon los mapas y bordearon los límites del mundo. Es un libro de personajes extraordinarios. Como Yuder Pachá, el almeriense que conquistó Tombuctú; Alí Bey, Elcano, Malaspina o Pedro Páez, el descubridor de las fuentes del Nilo Azul. O como Gonzalo Guerrero, el primer español secuestrado por los mayas en el Yucatán. Guerrero vivió con sus captores, se unió a una mujer maya, tuvo varios hijos y se negó a ser liberado por las tropas de Cortés, incluso se cree que enseñó a los indios a combatir contra los conquistadores.
Las hazañas de estos exploradores son deslumbrantes, pero sorprende comprobar que no siempre obtuvieron la fama correspondiente a la altura de sus empresas. Es el caso de Antonio de Andrade, el primer europeo que pisó el Tíbet; Ortiz de Retes, el navegante que dio nombre a Nueva Guinea, o Antonio de Montserrat, quien elaboró el primer mapa conocido del Himalaya, atravesó Afganistán a lomos de un elefante, llegó hasta Yemen y, además, fue el primer español que conoció el café. ¿Por qué estos nombres, y otros, no ocupan un lugar destacado en nuestros libros de texto? Manuel Lucena, editor científico de este Atlas de los exploradores españoles, sostiene, en su introducción a la obra, que la crítica a la conquista de América, el fracaso de muchas aventuras coloniales y el carácter militar y secreto de buena parte de las expediciones costeadas por la Corona explican, en parte, el poco o nulo reconocimiento en general obtenido por los grandes exploradores. Además de la escasa valoración que durante siglos han merecido los viajeros. "Hay que señalar -escribe Manuel Lucena- que quienes han preferido el mar y la distancia a la seguridad acotada de la tierra y el solar para partir en busca de otros destinos han sido criticados y escarnecidos desde los tiempos bíblicos". Y, sin embargo, entre esos viajeros de biografía oscurecida, a veces por decreto, están el fraile Andrés de Urdaneta, que descubrió la corriente entre Filipinas y Acapulco; Pedro Sarmiento de Gamboa, explorador de la Patagonia; Quirós y Torres, navegantes por las Antípodas; Sebastián López Ruiz, el hombre de la quina; Félix Cardona, descubridor de la catarata más alta del mundo, o Alfonso Graña, el rey gallego de los jíbaros. Todos aparecen ahora reunidos en un gran libro, con el nombre más adecuado: Atlas de los exploradores españoles. Un libro de mapas y de gigantes.