Cómo dejarlo todo para vivir viajando... y recorrer el mundo 'Sin billete de vuelta'

El periodista Baltasar Montaño relata sus aventuras en un libro que nos demuestra que otra forma de vivir es posible

Baltasar Montaño, Sin billete de vuelta
Baltasar Montaño, Sin billete de vuelta / Baltasar Montaño

¿En qué momento nos damos cuenta de que hay ciertos motores de vida que bombean esa savia efervescente que nos incita a la búsqueda de nuestra Ítaca particular? ¿En qué momento decidimos atarnos a ella para siempre o, por el contrario, dejarla atrás en la búsqueda de otros rumbos?

Baltasar Montaño, Sin billete de vuelta
Baltasar Montaño, Sin billete de vuelta / Baltasar Montaño

“Una evocación real o imaginaria que las artes en general, la música, el cine y la lectura en particular, el deporte, la montaña, el mar, el buen comer y mejor beber, los viajes, las lecciones de Epicuro de Samos o vaya usted a saber qué inspiradores resortes… nos catapultan hacia un nuevo horizonte vital. Pero si ese momento se cruza en el camino, si ese cóctel de ansiolíticos naturales sin vía oral se adueña de nosotros, hay que atreverse a dar el salto sin mirar lo tensa que está la red de nuestros miedos”.

Diseñar la libertad

Hay quien lo hace y quien no lo hace. El periodista, viajero y ahora escritor en modo becario, como él dice, Baltasar Montaño, ideó un plan para dejar de trabajar a mitad de vida para dedicarse la otra mitad a vivir viajando en casi absoluta libertad. El fruto de su primer jalón, truncado temporalmente por el Covid, se recoge ahora en Sin billete de vuelta, un libro de viajes en el que, entre cada destino y aventura, desgrana su forma de vivir y viajar sin límites de tiempo, su cambio de modelo al dejar de trabajar medianamente joven y las reflexiones y lecciones que extrae de los países y las gentes con las que se mimetiza.

Montaño hizo la cuenta de la vieja en su treintena, dividió 80-90 años entre dos, y planeó dejar de trabajar en sus cuarenta para poder viajar en plenitud de facultades físicas e intelectuales sin esperar al retiro dorado de la jubilación. De familia humilde y sin más asideros económicos que los de su trabajo, se especializó en economía, le fue muy bien como periodista, invirtió en lo más simple (una buena vivienda para alquilar), ahorró mucho en sus buenos años como plumilla en Expansión, El Mundo y Vozpópuli y adaptó su vida a unos sencillos criterios de consumo que le permiten vivir sin trabajar para viajar sin billete de vuelta, sin estrecheces pero sin excesos.

Ligero de equipaje

“Tu mochila y tu viaje valen tanto por lo que llevas como por aquello de lo que eres capaz de desprenderte. Aprendes a prescindir de lo que no es estrictamente necesario, avanzas con poco peso y renuevas fondo de armario no por moda o antojo, sino por deterioro. Te vuelves muy práctico, tal vez austero, vas al costurero si aparece algún jirón y acudes a la lavandería, más o menos, cada diez días”. En esta línea se mueve la nueva filosofía de vida del que se define a sí mismo como un pequeño burgués que se ha querido apear del sistema a mitad de camino para poder disfrutar del otro medio sin ataduras ni responsabilidades.

Baltasar Montaño, Sin billete de vuelta
Baltasar Montaño, Sin billete de vuelta / Baltasar Montaño

Baltasar empezó a viajar un poco tarde porque tuvo que trabajar duro en la hostelería para costearse la carrera y un Máster de Periodismo Económico. Los veranos, Navidades, Semana Santa y otras partes del año las destinaba a poner cañas, montados y cubatas en un bar de Madrid, hasta que pudo ganarse la vida como periodista. Su trayectoria profesional le permitió una buena posición económica y desde los 26 años empezó a viajar mucho por trabajo y por placer. Su año sabático por Australia y Nueva Zelanda acicateó su plan para dejar de trabajar. Volvió a España para embarcarse en el proyecto de Vozpópuli, pero ya con un objetivo claro, su 45 cumpleaños quería pasarlo en Colombia, ya bajo sus nuevos parámetros vitales.

Eterna Latinoamérica

En 2016 desembarcó en Bogotá, justo cuando se acababa de firmar el acuerdo de paz con la guerrilla. Recorrió el país entero desde las islas de San Andrés y Providencia hasta el Putumayo y la Leticia amazónicos, en los tres meses que permite como turista el pasaporte europeo. Saltó a la Tierra del Fuego chilena para adelantarse a los fríos antárticos y hacer la ruta de las Torres del Paine. Desde el Cabo de Hornos avanzó en zigzag por las patagónicas chilena y argentina.

Recaló en su eterna Buenos Aires, donde dice saber cuándo llega pero nunca cuándo sale. Recorrió el Uruguay, para dedicar mes y medio al norte de Argentina y sus altiplanos preandinos. Se despidió de la Ruta 40 en la Quiaca para cruzar a Bolivia, en la que se subió dos seismiles y la recorrió al completo en forma circular para acabar en el Salar de Uyuni cruzando al desierto de Atacama. Navegó el Lago Titicaca y se preparó para el asalto al gran Amazonas. Arrancó en Pucallpa, a más de 6.000 kilómetros de su desembocadura en Belém de Pará, sobre su hamaca colgada en la cubierta de un carguero. Durante más de tres meses navegó el Amazonas al completo en barcos de todo tipo, con incursiones a las selvas de Leticia, Iquitos y Manaos, en lo que para él ha sido la aventura más impactante jamás vivida.

Baltasar Montaño, Sin billete de vuelta
Baltasar Montaño, Sin billete de vuelta / D.R.

Sin billete de vuelta, editado por Círculo de Tiza, recoge el impacto de este viaje en su vida y cómo cada vez tiene más claro que no piensa volver atrás: “el Amazonas es un concepto diluido y vaporoso, sin trazos ni líneas cartesianas, que no entiende de fronteras, es esencialmente una forma de vida, un espacio etéreo e inasible, una inabarcable y tupida manta verde sobre la que repta una serpiente achocolatada de 7.062 kilómetros. En el Amazonas se entra siendo uno y se sale siendo otro (…). Es ahí cuando sueltas muchos de tus asideros y certezas, que por el propio peso de sus años y su falibilidad se hunden inexorablemente en el opaco lecho del río, entiendes que tus delirios de inmortalidad, como los de Ulises, eran solo una engañifa, una martingala, y te encaramas a la proa de tu propia vida con la libertad de lo imprevisible. Has ganado muchas batallas, perdido otras, pero ahora vas desnudo, libre de filtros, sin peso en la mochila, sin rumbo establecido y sin mirar al futuro”.

Sudeste asiático

Tras un año por Latinoamérica, decidió volver a España con la idea de retomar el camino por el Sudeste asiático. Así llegó a Tailandia camino de Myanmar, donde dijo ser productor de vinos para conseguir el visado y evitar ser perseguido como periodista. De las maravillosas gentes de este país y de cómo el Ejército destroza sus vidas mientras nutre sus arcas con los beneficios por el tráfico de metales preciosos, de la adormidera para la heroína y de los precursores químicos para la metanfetamina da buena cuenta en el libro.

Baltasar Montaño, Sin billete de vuelta
Baltasar Montaño, Sin billete de vuelta / D.R.

Laos y Camboya le atraparon por su autenticidad, por las bellezas turísticas de Luang Prabang y Angkor pero también por la lucha de sus gentes por salir de la pobreza y dejar atrás su triste historia de guerras, bombardeos y genocidios.

Para Vietnam se reservó una aventura más motorizada. Compró una Honda Win de 120 en Hanoi para recorrer Vietnam entero durante tres meses. Cuenta en el libro que alucinó con su gastronomía, la bondad de sus habitantes y la sensación de pisar y rodar un suelo cargado de muerte tras tantas guerras. Vendió su moto en Saigón y volvió a España para lanzarse a México. Cuando llevaba seis meses avanzando de este a oeste por el país norteamericano, el Covid impuso su dictadura mundial y optó por refugiarse en su país y su pueblo, Puebla de Sancho Pérez (Badajoz). Círculo de Tiza le propuso escribir su primer libro, afrenta que como becario ha pergeñado desde su casa familiar en Extremadura, desde la camper van con la que viaja por la Península Ibérica y Portugal para desafiar a la pandemia y desde un pequeño apartamento en el barrio de Lavapiés, en Madrid.

África, próximo destino

El libro recoge su personal visión del mundo y de la vida, su “decidida apuesta por viajar solo y sin comprar tarjeta SIM para evitar esa enfermiza adicción a la pantalla de vidrio templado y poder mimetizarse con las gentes de cada lugar y poder preguntar en la calle dónde está la plaza del pueblo sin mirar googlemaps”, afirma en conversación con Viajar.

Su “proa” apunta ahora a África, “el continente de nuestro patio trasero al que nadie hace caso y al que ahora quiero meterle mano, comprometiéndome con ello en el final del libro e invitando a los lectores a seguirlo en ‘elblogdebalta.wordpress.com”.

“La poesía no es solo trazo y palabra, es también la no escrita por el poeta. Son los claveles negros que flotan en las aguas del Estrecho, la atalaya puntiaguda del Atlas que se adivina desde Tarifa, el silencio del Sahel y su corte seco y divisorio, los ojos cristalinos esmeralda de los bereberes, las danzas y tambores que amamantan los ritmos del mundo, las líneas onduladas de las dunas rojizas del Kalahari, las facciones poderosas de la negritud, la mirada digna y auténtica de los que no tienen nada, el arroz blanco en un cuenco y el brillo de los diamantes que nunca se lucieron, el ciclo invertido de las leyendas del baobab, el sol hercúleo que nunca se rinde y precede a los torrentes que anegan de vida el Serengeti y ese delta del Okavango que nunca besará el mar por su equidistancia entre los dos océanos”.

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