Bolonia, planes para una escapada perfecta

Menos turística que Florencia o Venecia, es sin embargo una de las más bellas ciudades italianas repleta de arte, cultura y buena mesa.

Plaza de Galvani
Plaza de Galvani / Cristina Candel

Por su perfil cobrizo y homogéneo, cincelado a golpe de ladrillo; por su atmósfera medieval antaño aprisionada por murallas; por el rastro de sabiduría de sus ilustres personajes; por ese buen vivir tan italiano… Bolonia es una ciudad a la medida de una escapada perfecta. Arte, cultura y gastronomía exquisita. Huellas de la historia y vibrante escena alternativa. Y por supuesto animación juvenil, que para eso es universitaria.

La capital de Emilia Romaña, la meca de los soportales, la comúnmente conocida como la rossa, la dotta, la grassa (la roja, la docta, la gorda) es, definitivamente, una de las metrópolis más encantadoras del país de la bota. Y esto es lo que no puedes perderte en su visita… a riesgo de no querer volver.

Pasear bajo los pórticos

Porque Bolonia, ya lo decíamos, es la ciudad con más soportales del planeta. Nada menos que 40 kilómetros, lo cual le ha valido el título de Patrimonio de la Humanidad. Soportales altos, bajos, discretos, imponentes, cuadrados, renacentistas, de piedra roja, de mármol, desnudos, grafiteados… en los que late el corazón de la metrópoli. El que sube desde el propio centro hasta el Monte de la Guardia (donde está el Santuario de San Luca) tiene el honor de ser el más largo del mundo: casi 4 km y 666 arcos.

Plaza de San Estefano

Plaza de San Estefano

/ Cristina Candel

Explorar la Plaza Mayor

Una de las más bellas de Europa, donde se concentran los principales monumentos: la Basílica de San Petronio, la Fuente de Neptuno y un rosario de palacios impresionantes (D’Accurso, Re Enzo, Del Podestà…). En las noches de verano se transforma en un maravilloso cine a cielo abierto con películas clásicas (y gratuitas) en v.o. a cargo de la Cineteca Boloñesa, cuya labor es muy importante en la ciudad.

Visitar la Universidad

La más antigua del mundo occidental, que data de 1088. Una institución que está en el centro de la cultura boloñesa y que ha acogido a estudiantes de la talla de Petrarca, Copérnico y Umberto Eco.

Torres Medievales de Asinelli y Garisenda

Torres Medievales de Asinelli y Garisenda

/ Cristina Candel

Descubrir las icónicas torres

De las 70 documentadas que llegaron a existir, se conserva una veintena. A algunas de ellas se puede subir para maravillarse con la increíble panorámica que se vierte sobre los tejados. Por ejemplo a Asinelli, la más alta, con 497 escalones. O a Prendiparte, que en su interior esconde un pintoresco Bed&Breakfast de una sola habitación. De otras habrá que conformarse con contemplar desde abajo su inclinación. Porque todas están torcidas debido a los terremotos, pero Garisenda es la más exagerada, con un intimidante descuadre de 3 metros y 22 cm.

Vista desde la azotea de la Torre de Prendiparte

Vista desde la azotea de la Torre de Prendiparte

/ Cristina Candel

El aperitivo

Tomar el aperitivo en el barrio-mercado del Cuadrilátero, la zona medieval, repleta de bares, restaurantes y tiendas para comprar productos tradicionales. Puede ser en la Ostería Il Sole, la más veterana, en la que nada ha cambiado desde hace 500 años (incluida su regla de servir sólo vino, ni siquiera agua); o en la más moderna 051, donde acuden los jóvenes para acompañar su trago con un tigelle, que es una especie de pan muy sabroso.

Recorrer la Plaza de Santo Stefano

Aunque es conocida como de las Siete Iglesias, encierra en realidad un complejo de cuatro templos anexionados cuyos interiores son una maravilla. Quienes se queden con ganas de arte sacro deben acercarse a la Basílica de Santo Domingo, una joya del gótico y del renacimiento en la que trabajó Miguel Ángel antes de convertirse en genio.

Disfrutar de la exquisita gastronomía boloñesa

No olvidemos que estamos en la ciudad de la mortadela y de los tortellini, en la región del lambrusco y el parmigiano reggiano, en el territorio italiano más consagrado al arte de la comida. No hay que perderse el Mercato delle Erbe, en pleno centro, que alberga puestos y restaurantes en los que degustar exquisitos platos tradicionales en un ambiente desenfadado.

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