Agosto como bálsamo tranquilo, por Carlos Carnicero

Solo se añora lo que se conoce. La memoria es fuente de reclamos, pero cualquier mejora desde la penuria es un bálsamo.

Agosto como bálsamo tranquilo, por Carlos Carnicero
Ximena Maier

El agotamiento, como cansancio extremo, es sobre todo un estado del alma. "No puedo más" conceptualmente expresa la falta de fuerzas para enfrentarse a la vida cotidiana. Agosto se ha diseñado como estadio de la recuperación de energía vital mediante la acepción italiana "el dolce far niente". Es este mes un oasis que puede ser un espejismo si no se manejan con talento los días de asueto.

La crisis convoca a un esfuerzo de inteligencia para poder combinar el descanso con las maltrechas economías. ¿Se puede disfrutar de unas vacaciones con pocos recursos?

La crisis está revisando los conceptos sobreentendidos de felicidad. El capitalismo ha conseguido supeditar la felicidad al consumo: lo que no cuesta dinero o es barato se sitúa psicológicamente en parámetros de infelicidad. Una tarjeta de crédito terciada no asegura el reposo del alma ni el descanso del cuerpo; lo que satisface no sacia.

Le daba vueltas a estas ideas en el malecón de La Habana. Luna llena, calor sin ser tórrido, habaneros apretando sus cuerpos sentados en ese sofá colectivo de La Habana que es el pretil del malecón. Promesas de amor sin otra aspiración que una cerveza fría, Cristal o Bucanero, que son las marcas disponibles que vuelven locos a cubanos y criollos.

Aprender a merendar el paisaje es una escuela para la vida que alumbra la escasez hasta hacerla no solo soportable sino compatible con ese estadio impenetrable con que se firma la alegría de vivir.

Música, si se tercia, un traguito sin mirar la marca del ron, y conversar. Lo que en México se dice "platicar". Es todo, y parece más que suficiente.

Solo se añora lo que se conoce; la memoria es una fuente de reclamos. Pero cualquier mejora desde la penuria representa un auténtico bálsamo.

La pobreza extrema de muchos países se reconcilia con su futuro en la medida en que los líderes políticos destruyen el estado del bienestar occidental: el ensueño es más asequible. La sociedad cubana es un edificio en ruinas que pretende ser restaurado desde unos parámetros conceptuales de racionalidad en el consumo. La Revolución no lo tiene más difícil ahora: en medio de una galaxia de crisis económica mundial, crecer normalizando el consumo tiene la compensación de un pueblo que se conforma con vivir mejor sin figurar ser ricos, decidir con libertad el diseño del futuro y salvar conceptos básicos como la igualdad en la sanidad y en la educación.

Agosto debiera leer en las entrañas de América Latina. El valor de una demostración de cariño, el placer de una conversación inteligente, la capacidad intelectual para disfrutar de un lienzo al óleo o de un anochecer luminoso no tienen precio metálico. Su valor es incalculable.

El drama no es desconocer un destino sino obsesionarse con visitar el mundo sin otro estímulo que la búsqueda desesperada de las cosas que nos puedan resultar familiares. Encontrar la diferencia en lo sencillo constituye el verdadero reto. El espejismo de la opulencia fallecida, el marketing del turismo y la comparación con los vecinos han diseñado unas vacaciones que para ser felices tienen que pagarse en plazos de préstamo.

Muchos viajan para relatar la figuración de su recorrido en una reunión de amigos en la que la envidia es el estímulo. Los plazos de la tarjeta de crédito serán el álbum de fotos de las vacaciones. El mes de agosto es el señuelo de un bálsamo tranquilo; la condición de que sea satisfactorio no reside en el precio pagado por las vacaciones sino en la capacidad del alma para hacer de lo accesible una sensación apasionante.

Hay dos dichos típicamente cubanos que tengo escritos en el frontispicio de mi vida: "Lo importante es no morirse" y "Lo que sucede, conviene". Si aplicamos principios tan sabios a nuestra vida, convendremos que la crisis económica mundial tiene una ventaja que, a la vez, es también una tragedia: redimensiona los placeres que no cuestan dinero.

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