Orihuela y el centenario de Miguel Hernández

En 2010 se cumplen cien años del nacimiento en Orihuela (Alicante) de Miguel Hernández, uno de los grandes de la poesía española. Las Cortes Valencianas y el Congreso de los Diputados han designado este año oficialmente como "Año Hernandiano", y en su tierra conmemoran a lo grande la efeméride.

Orihuela y el centenario de Miguel Hernández
Orihuela y el centenario de Miguel Hernández

Los preparativos son de lo más chocante a lo más goloso, pasando por lo que era de esperar: un tren y un avión con el nombre del poeta, un sello conmemorativo, 16 países y 34 municipios españoles involucrados, así como la Universidad de Cambridge, la Biblioteca de Alejandría o los Institutos Cervantes repartidos por el mundo. Entre lo más pintoresco: que en 2011 llegará a la Luna la primera obra que publicó el autor, Perito en lunas (se encarga de ello Celestis, una empresa de Houston que envía a nuestro satélite las cenizas de ricos difuntos). Entre lo más goloso, que Serrat, arropado por otros artistas, ha sacado en noviembre nuevo disco musicando poemas de Miguel Hernández. Ya lo hizo en 1972, y aquel elepé titulado Nanas de la cebolla hizo más para difundir los versos de Miguel que cien universidades juntas. No fue el único: Jarcha incluyó en grabaciones de 1975 y 1976 temas tan célebres como Vientos del pueblo, y también cantaron versos del poeta, entre otros muchos, Joan Báez, Jorge Cafrune, Soledad Bravo, Alberto Cortez o García Morente.

Así que la música ha hecho popular a un poeta que era popular de raíz, porque era hijo humilde del pueblo. Miguel nació en una familia pobre de pastores; sólo sobrevivieron cuatro de los siete hijos que tuvieron sus padres. Desde los siete años ayudó a su hermano Vicente a cuidar del ganado, y a los nueve empieza a ir a las Escuelas del Ave María, anexas al monumental Colegio de Santo Domingo, a sólo unos pasos de su casa, en la entonces llamada calle de Arriba. Tiene 14 años cuando coincide en las aulas con Ramón Sijé (a cuya muerte, 11 años más tarde, escribirá una de las elegías más desgarradas de nuestra literatura). Pero al año siguiente las necesidades le arrancan de la escuela.Mientras cuida cabras, lee, escribe y se convierte en un autodidacta (visitando la biblioteca de un canónigo compasivo). A los 21 años viaja a Madrid por vez primera. Volverá tres años más tarde y entablará amistad con los Alberti, Rosales, Bergamín, Aleixandre o Neruda.

Publica sus primeros dramas y libros de poemas, y cuando estalla la guerra del 36, es nombrado Comisario de Cultura del ejército republicano y actúa, como soldado y como poeta, en diversos frentes. Al acabar la contienda, trata de huir a Portugal, pero la Policía lusa lo detiene y entrega a los guardias de Rosal de la Frontera. Pasa por cárceles de Huelva, Sevilla, Torrijos, Palencia, Ocaña y, conmutada su pena de muerte, al Reformatorio de Adultos de Alicante. En 1942 muere por una tuberculosis incubada en prisión, con 31 años y una obra prodigiosa realizada en una década.

La casa en que vivió desde los cuatro años hasta que se fue a Madrid, en el nº 73 de la calle de Arriba (ahora lleva el nombre del poeta), se ha conservado tal cual. El Ayuntamiento de Orihuela la compró y restauró en 1985, abriéndola a las visitas, y no ha dejado de mejorar el enclave: en 1994 se creó la Fundación Miguel Hernández, que ocupa modernas instalaciones anexas a la vivienda, con salas para lecturas, encuentros o exposiciones. La casa de Miguel conserva su aroma. Bajo una gran fotografía suya, sobre una mesita, unas cebollas frescas recuerdan las nanas que escribió en la cárcel a su hijo recién nacido, Manuel Miguel (antes había tenido otro, que murió). Emociona la humildad de enseres y cachivaches, como la cama estrecha que tenía que compartir con su hermano. En el patio sigue la higuera en la cual se apoyaba a escribir: Mi carne, contra el tronco, se apodera/ en la siesta del día/ de la vida, del peso de la higuera.

El Colegio de Santo Domingo, unos metros más arriba de su casa, es uno de los conjuntos más impresionantes del Renacimiento levantino (lo llaman, claro, "el Escorial de Levante"). Fue Universidad de 1610 a 1824 y llegó a competir con Salamanca, ya que tenía 22 facultades. El edificio cuenta con dos claustros clasicistas, un refectorio alicatado con azulejos del XVIII y una iglesia cuyos frescos y arrequives palaciegos fueron sacados a la luz hace apenas un lustro. Aquí estaban las escuelas del Ave María y aquí estudió Gabriel Miró con los jesuitas; ahora es colegio concertado y funciona una sección de la Universidad de Alicante.

Mucho ha cambiado aquella ciudad provinciana y beata, arropada por el ruido de sotanas y cabras, que Gabriel Miró llama Oleza en sus novelas. Uno de los cambios más visibles se debió a la edición, en 2003, de La Luz de las Imágenes (equivalente levantino de Las Edades del Hombre). La catedral se limpió y restauró, así como el anexo Palacio Episcopal, ahora Museo Diocesano, donde tienen como estrella un cuadro raro de Velázquez, La tentación de Santo Domingo. Además de la catedral se restauraron entonces dos de las iglesias más notables, la de las Santas Justa y Rufina, cuya torre gótica es una suerte de emblema local; y la de Santiago, levantada sobre una mezquita y que esconde tras su portada isabelina tallas maestras de Salzillo y de Esteve Bonet. En esta ciudad episcopal y levítica (tiene seminario, de fauces barrocas) siguen en pie media docena de conventos (hay una ruta turística para descubrirlos). El jesuita Julio Furgús (muerto en 1909) era profesor en Santo Domingo y un chiflado de las excavaciones; con sus hallazgos creó en el Colegio un embrión de lo que es hoy el Museo Arqueológico de Orihuela.

Otro museo notable es el llamado "de la Muralla", que nació gracias a otras excavaciones en un caserón barroco, la Casa del Paso; aparecieron viviendas y baños árabes adosados a la antigua muralla, y ahora todo eso se contempla en un recorrido subterráneo. Hay también un museo de la Semana Santa, y otro de la Reconquista (que es la fiesta local de moros y cristianos). Algunos de los palacios oriolanos (una docena larga) se visitan también como museo; es el caso del Palacio de Rubalcava (bastante moderno, de 1930).

Mucho cambiará Orihuela también con motivo del Año Hernandiano. Las fachadas que flotan sobre el cauce del Segura lucen colores mediterráneos y alegres. Plazas y calles aparecen mimadas, coquetas de setos. Orihuela es la capital de la Vega Baja alicantina, partido judicial, cuenta con el primer hotel-monumento de la Comunidad, tres campos de golf, playas propias a 20 kilómetros (con calificación de Q de calidad) y presume de ser el segundo palmeral más vasto de Europa. Por él arranca el rosario de pueblos que forman La Senda del Poeta: Redován -de donde era su padre-, Callosa de Segura, Cox -donde vivió con su esposa, Josefina-, Granja de Rocamora, Albatera, San Isidro, Crevillente, Elche... La ruta finaliza en el cementerio de Alicante y, aunque puede recorrerse en cualquier momento, es en el fin de semana más próximo a cada 28 de marzo (fecha de su muerte) cuando se efectúa una marcha homenaje de tres días, siempre muy concurrida.

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