Milán, el corazón del "Made in Italy"

Milán ejerce bien su papel de capital de la moda italiana, del lujo, de la "gente guapa"... Los grandes diseñadores tienen aquí sus cuarteles generales y sus pasarelas son esperadas con ansia en toda Europa. Es cierto eso que dicen los entendidos: que la mayoría de viajeros que se acercan a esta magnífica ciudad, que aún desprende un cierto espíritu provinciano, lo hacen movidos única y exclusimente para hacer "business"... Y se olvidan de todo lo demás. Craso error.

Milán, el corazón del "Made un Italy"
Toni Santiso

Dicen algunos que Milán es elegante y rica, pero que a veces parece una ciudad triste, algo germánica y poco italiana. Quizá el aire fresco, el favonio le llaman, que llega del norte y las nubes que bajan de los Alpes le dan cierto aspecto centroeuropeo tan diferente a Venecia, Roma o Florencia. También es cierto que aquí el invierno es largo, además de húmedo y frío, y por tanto el clima es poco parecido a la postal del O sole mio de los napolitanos o al de la eterna primavera de la Toscana. Pero no nos equivoquemos, Milán es el corazón del Made in Italy en todas sus acepciones, y la auténtica capital (económica) de Italia. En cada una de sus calles y esquinas hierve pura sangre latina con toda su agudeza, lucidez e ingenio.

En sus cartas credenciales se define a Milán como la ciudad de las pasarelas, la stravaganza y la finezza. Es la tierra del diseño y del capricho, donde Giorgio Armani, Domenico Dolce Stefano Gabbana, Mario Prada, Franco Moschino y Gianni Versace encontraron las condiciones óptimas para desarrollar su creatividad. En Milán se realizan no menos de 750 desfiles de moda al año, donde confluyen los más diestros profesionales de la confección con las modelos más guapas, los más atrevidos peluqueros y fotógrafos de Italia, sin olvidarse de los mejores abogados y relaciones públicas. Milán es, ante todo, imagen.

Las raíces de esta ciudad fundada por los celtas como Médelahn y rebautizada por los romanos como Mediolanum ("en medio de la llanura") están en el comercio, y por ello uno de los puntos fuertes de los milaneses es su arte por la seducción. Como dirían en Sevilla, los milaneses tienen duende. Ya lo decía también el madrileño Tirso de Molina cuando en pleno Siglo de Oro español impuso la expresión castiza de "tienda de milanés" para designar los locales que tienen muchas y variadas curiosidades. Aún hoy los datos objetivos hablan por sí mismos: en Milán existen 3.657 tiendas y establecimientos dedicados a la venta de artículos de vestir y 997 zapaterías y tiendas de artículos de cuero.

Estilo de vida mediterráneo. Además de la moda y sus dotes de persuasión, las finanzas también tienen su peso importante en el Milán de hoy, con la Bolsa más importante de Italia y la Feria (FieraMilano) con la mayor superficie expositiva de Europa. El dinero es, por tanto, otro de los protagonistas de esta ciudad. Pero no olvidemos que estamos en Italia, y para las gentes del Mediterráneo el oro sólo sirve si se puede gastar, y hacerlo bien. Aquí, para empezar, la hora del aperitivo es sagrada. Esta happy hour (que dura unas dos horas aproximadamente) empieza hacia las seis de la tarde. Los milaneses se escapan de donde estén, ya sea de la oficina o de sus hogares, para disfrutar un buen rato (y en buena compañía) de un cóctel o un aperitivi en alguno de los centenares de bares, cantinas y cafés del centro de la ciudad. Acompañan la bebida de múltiples antipasti, bruschete, carnes curadas, quesos, y si lo hay, de un poco de marisco. El templo milanés para abrir el apetito se llama Peck (Via Spadari, 7-9), un emporio de la gastronomía y los vinos que empezó en el año 1883 como charcutería. Entre sus tesoros más espectaculares: 3.200 variedades de queso parmiggiano reggiano (el parmesano).

La ciudad no sólo acoge la feria agroalimentaria más importante del mundo, Tutto Food, sino que disfruta, probablemente, de los mejores restaurantes de Italia, y eso en términos gastronómicos son palabras mayores. De entre ellos destacan l''Antico Ristorante Boeucc (Piazza Belgioioso, 2), el más antiguo del lugar (data del año 1696); el Latteria (Via San Marco, 24) o la Pescheria Da Claudio (Via Ponte Vetero, 16), aunque no desmerecen la Cantina della Vetra (Via Pio IV, 3) o Picola Ischia (Morgagni, 7). Tampoco debería olvidarse de tomar un buen café en los bares de la Piazza del Duomo, así como pasear por la Galleria Vittorio Emanuele II, donde bajo su cubierta de acero y cristal se distribuyen elegantes boutiques y exclusivas cafeterías. Si está saturado de tanto escaparate y maravilla, nada mejor que hacer una pausa en el Spa abierto por Gianfranco Ferré, que cuenta con una piscina de inspiración zen en cerámica negra, un hammam y un relajante jardín interior (Via Sant''Andrea, 15).

Leonardo de Milán. La cultura es otro de los platos fuertes de Milán. Ciudad de acogida históricamente de múltiples creadores, supo a finales del siglo XV atraer la atención del más grande de los genios del Renacimiento, Leonardo da Vinci (1452-1519). Aquí diseñó las defensas de la fortaleza de los Sforza, el Castello Sforzesco, y pintó su famosa Última cena (que se puede ver en Il Cenaculo Vinciano, en la Piazza de Sta. Maria delle Grazie), tan en boga en los últimos años gracias a los misterios del Código da Vinci, el best seller que dio fama mundial al escritor Dan Brown. En el Museo Nazionale de la Scienza se pueden poner también a prueba los visionarios diseños de Leonardo.

Los principales editores italianos, como Arnoldo Mondadori, Angelo Rizzoli y Giacomo Feltrinelli, son milaneses, y en esta ciudad desarrollaron sus grandes imperios de papel. Ningún cantante de ópera del mundo tampoco es suficientemente bueno si previamente no ha triunfado en el Teatro de la Scala, como ningún turista puede decir que ha estado en Milán si no se ha encandilado con la prodigiosa arquitectura gótica del Duomo. La Pinacoteca Ambrosiana, donde está expuesto el celebérrimo Cesto de fruta, del milanés Caravaggio (1571-1610), cuenta en su interior con la que fue primera biblioteca pública de Europa. No sin olvidar que en la Pinacoteca de Brera hay una selección de la mejor pintura de los últimos quinientos años.

Si nos escapamos a las afueras de Milán, la lista deviene inacabable: Pavía (lugar de la famosa batalla ganada a los franceses por los nuestros en 1525) acoge un interesante (y peatonal) centro histórico medieval, donde Cristóbal Colón y el inventor de la batería eléctrica, Alessandro Volta, estudiaron en sus mocedades. También es interesante visitar Bérgamo con su legado renacentista y barroco. Ya lo ven, la pasión de los milaneses por el buen hacer y el buen gusto es consustancial con su identidad.

Coches, fútbol y el calendario Pirelli. Pero tampoco vayan a creerse. Nunca debería olvidarse que el Made in Italy es un concepto muy amplio y que no sólo nos remite a las buenas maneras de la beautiful people y los millonetis. También existe un Milán más popular (si se le quiere llamar así) que inventó el calendario Pirelli, donde se polemiza con los últimos fichajes del scudetto en la Gazzeta dello Sport y se goza de la compañía Mediaset, la de Berlusconi y Telecinco. De aquí son dos de los tres grandes clubes italianos de fútbol: el Milan y el Inter, y por tanto dos lde as instituciones más sagradas del país. El AC Milan nació en 1899 de la mano de un inglés llamado Alfred Ormonde Edwards, quien bautizó el club con el nombre inglés de la ciudad (Milan, con acento en la primera sílaba) y no en su versión original, Milano. Paradójicamente, pese a que la capital de la Lombardía era la ciudad más adinerada de Italia, el club Milan acabó convirtiéndose en el símbolo de las izquierdas (por eso su indumentaria rossonera), con el permiso del primer ministro Silvio Berlusconi, su actual propietario. Pero en el año 1908, disconforme con la dictadura del proletariado del Milan, un sector crítico burgués decidió crear otro club que denominaron Internazionale, o Inter como es hoy mundialmente conocido. Sus colores, para llevar la contraria, fueron, claro, el azul y el negro, el azurronero. Como cuenta el periodista Enric González, corresponsal durante muchos años de El País en Italia, "si el Milan era alegre, optimista, pobretón, y un poco hortera, el Inter se convirtió de forma inexorable en casi todo lo contrario: lo suyo era el dinero malgastado, el pesimismo, la derrota elegante y una especie de angustia existencial". La ciudad de Milán ofrece, ya lo ven, muchas sorpresas en la trastienda de sus pasarelas.

Otro de los símbolos de Milán es, sin duda, el Alfa Romeo. Esta marca automovilística fundada en 1910 por diversos empresarios milaneses siempre se ha distinguido por su elegante diseño y por producir buenos coches capaces de competir con las mejores máquinas rodantes del mundo. En los años 30 fueron los únicos que plantaron cara a las "flechas plateadas" alemanas (como se denominaban los vehículos de carreras de las casas Mercedes y Audi), y en los años 50 ganaron los primeros campeonatos de Fórmula 1 con los alfetta que pilotaban Giusepe Farina y Juan Manuel Fangio. Sólo una mala gestión económica (cosas del mundo moderno) y algo de soberbia (el gran pecado de los milaneses) les llevó a la bancarrota y a ser absorbida por la Fiat de la familia Agnelli. En esta ocasión, la rival Turín, sin que sirva de precedente, ganó la partida a Milán. Que no se vuelva a repetir, debieron pensar muchos milaneses en su interior... El último gobierno italiano de izquierdas perdió su cabeza cuando aceptó que la venta de Alitalia a Air France pasaba por el sacrificio del aeropuerto milanés. Perdieron las elecciones y el aeropuerto internacional de Malpensa les sobrevivió. Ya lo avisamos, estamos en el corazón del Made in Italy.

Milán está dividida en veinte barrios. Cada uno de ellos tiene su propia historia, pero la mayoría de los viajeros que se acercan a esta ciudad suelen visitar los que se encuentran a pocas paradas de metro de la Piazza del Duomo. Éstos son: hacia el norte, el antiguo y bellísimo barrio de Brera, con sus calles ventosas, donde siempre es posible encontrarse con algún que otro famoso. Brera todavía mantiene el pavimento del siglo XVIII. Luego, claro, están las famosas calles de la moda; el área del Castello Sforzesco y el Parco Sempione también atraen el interés de los turistas; finalmente, Ticinese, hacia el sur, es una emergente zona de tiendas.

El trenhotel Salvador Dalí, de Elipsos Internacional (www.elipsos.com), enlaza Barcelona con Milán (Estación central, con línea de Metro). Además, este año en su restaurante ofrece un menú Xacobeo con motivo del año homónimo. El tren parte de Barcelona los martes, jueves y domingos a las 19.38 horas y llega a Milán a las 10 horas. La vuelta desde Milán es en lunes, miércoles y viernes a las 19.40 y la llegada a las 10 horas. El Salvador Dalí dispone de cabinas climatizadas individuales o dobles con ducha y lavabo. En el precio del billete se incluye, también, la cena y el desayuno. Información, reservas y venta: Tlf. 902 243 402 www.renfe.com y en agencias de viaje.

Las célebres columnas de Hércules con el lema "Plus Ultra" que figuran en el actual escudo de España fueron diseñadas en octubre de 1556 en Bruselas por el médico milanés Luigi Marliani, un humanista que formaba parte del séquito de lombardos que acompañaba al emperador Carlos V. No es el único vínculo que en el pasado unió a Milán y nuestro país. En 1512 el ejército de Fernando de Aragón ocupó Milán y el norte de Italia con el fin de combatir a los franceses. Desde entonces y durante dos siglos, el Milanesado se convirtió en una de las posesiones más destacadas del Imperio Español, y eso comportó que numerosos milaneses entraran en contacto con nuestro país. Entre sus artistas destacaron Sofonisba Anguissola, autora de uno de los más famosos retratos de Felipe II, Juanelo Turriano y Giacomo Trezzo. Entre las letras castellanas destacó un estereotipo de personaje, el de comerciante milanés, que se convirtió en común en muchas de las comedias y novelas del Siglo de Oro, tal como puede apreciarse en Tirso de Molina y en Castillo Solórzano.

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