El mar, más cerca de Castilla y León gracias al Tren Playero

Sostener que Castilla y León presume de tener mar puede parecer (y es) una total incorrección. Sin embargo si es acertado decir que lo tiene, al menos, más cerca desde la puesta en marcha de lo que Renfe ha denominado Tren Playero. Un servicio de ferrocarril que acerca a los ciudadanos de esta comunidad autónoma a las playas del mar Cantábrico.

Los arenales del norte, las olas impetuosas, los ricos pescados frescos servidos a pie de mar quedan ahora a cortos trayectos que se abordan a ritmo de traqueteo. Porque el Tren Playero son varios trenes playeros con diferentes direcciones.

Varios trayectos

Esta el que va desde Valladolid y Palencia hasta la misma Santander, al paso de Venta de Baños, Frómista, Osorno, Herrera de Pisuerga… y otras tantas poblaciones. Y el que parte de León a Gijón, donde la propia terminal cuenta con un paso peatonal que comunica directamente con la playa de Poniente, aunque es la de San Lorenzo la que han de buscar los surferos. Y esta el tren que sale de Miranda de Ebro y llega a San Sebastián e Irún.

Estos son los trayectos que aborda este ferrocarril veraniego con un marcado objetivo: que los habitantes de estas localidades (y los de las otras múltiples paradas que efectúa) puedan aprovechar al máximo la jornada playera. Para ello todos los trenes parten de la ciudad de origen a primera hora de la mañana e inician el regreso a última hora de la tarde para llegar ya de vuelta al destino bien entrada la noche.

Eso sí. Quedan pocos días para disfrutar de este tren que en realidad es un refuerzo de Renfe que tan solo funciona los meses de verano y que se adapta a las necesidades estivales con vagones que permiten transportar un mayor numero de bicicletas.

Vacaciones de un día

El Tren Playero forma parte de la cultura de los ciudadanos de Castilla y León, quienes lo utilizan normalmente para disfrutar de una especie de vacaciones de un solo día, en el que se pueden hacer muchas cosas: que desde darse un buen chapuzón hasta pasear por la orilla del mar, pasando por esa agradable tarea de tirarse al sol y, al menos, regresar más bronceados.

El mar nunca estuvo tan cerca de los grandes páramos plenos de cereal, de los pueblos escondidos en los pliegues de las montañas, de las majestuosas catedrales que distinguen a las capitales de estas tierras de Castilla y León, concebidas como de secano. Y aunque lo del tiempo climatológico no lo podrán controlar (ya se sabe, es el norte) al menos, durante un día, podrán olvidarse del reloj… hasta que el tren tenga que regresar.