La perfecta luna de miel, lugares que enamoran y sus mejores hoteles

Meses de preparativos, algún que otro desvelo y, por fin, el gran día y el viaje de novios como recompensa a los nervios inevitables del tinglado nupcial. Cierto que las parejas occidentales no han podido cambiar más en los últimos tiempos. Aun así, incluso cuando muchas de ellas llevan años de convivencia, puede que hasta hijos y seguramente una buena ristra de escapadas al alimón, la Luna de Miel será siempre un viaje único.

La perfecta luna de miel
La perfecta luna de miel

¿Algo azul? La cosa viene de la tradición hebrea, en la que las novias portaban una cinta de ese color como rasgo de pureza y fidelidad. Otro clásico, el de arrojar arroz a los recién casados para asegurarles prosperidad y muchos niños, llegó al parecer de Oriente, aunque hoy nos lo hayamos apropiado en esta otra zona del mundo. Cada elemento de una boda está cargado de simbolismos que a menudo hasta los novios ignoran. Como que ella vista una prenda usada para garantizar la continuidad con la vida que deja atrás y otra nueva que augure un futuro prometedor. O una prestada, a ser posible por alguna casada feliz que le contagie así un poco de su buena fortuna.

Lo del vestido blanco está tan asentado, incluso en estos tiempos de matrimonios civiles y gays, que sorprende que la costumbre apenas se remonte a 1840, cuando la reina Victoria se convirtió en la primera famosa en elegirlo para su enlace y a partir solo de entonces comenzaran a imitarla las mujeres de las clases altas de Europa. Hoy las tradiciones están muy mezcladas y hasta las chinas más modernas pueden lucir de blanco en su gran día, a pesar de que a sus abuelas jamás se les habría pasado por la cabeza. El blanco allí, como en tantas otras culturas, se identifica con el luto, por lo que es mucho más frecuente que las desposadas vistan de rojo, el color local de la suerte, o que pasen del uno al otro en distintos momentos de la ceremonia.

Con respecto al origen de los anillos, algunos sostienen que deriva de las argollas con las que los bárbaros capturaban como esposas a las infortunadas de otros pueblos. Una segunda teoría, parece ser que mejor documentada y desde luego menos demoledora, se decanta por el intercambio con el que los antiguos egipcios sellaban su unión regalándose estas alianzas cuya forma circular personificaba la eternidad. Hasta la tradición cristiana llegó, vía Roma, a raíz de que del mundo faraónico se extendiera primero a los territorios helenos, donde probablemente arrancó la costumbre de colocar el anillo en el anular, un dedo para ellos con conexión directa al corazón.

La lista de rituales nupciales suma y sigue por las esquinas del mundo, con curiosidades tan insólitas como la dote que las familias de las novias siguen abonándole a las de sus futuros maridos en la India, a pesar de tratarse de una práctica prohibida allí desde los años 60. O las bodas de hasta siete días que llegan a celebrarse en Marruecos, los platos que rompen los griegos durante la fiesta para traerle suerte a la pareja y la lluvia de billetes con la que muchos mexicanos riegan a los novios durante el baile, por no hablar, entre tantas otras, de la famosa prueba del pañuelo del rito gitano.

Irrenunciable, el viaje

En España se celebran unas 155.000 bodas al año, en las que las civiles superan desde hace cerca de un lustro a las religiosas. Quienes se animan a dar el paso rara vez renuncian a la parte más placentera del tinglado nupcial, el viaje, esos días de intimidad que se supone conectan con la cultura teutona, donde las bodas se celebraban bajo la luna llena y la pareja tras la unión se alimentaba con un licor hecho de miel. Hoy hay tantas lunas de miel posibles como tipos de pareja. Tan apetecible resultará para algunas poner rumbo a una playa de la otra punta del globo e incluso casarse en ella por algún rito exótico como, para otras, emprender un safari, un viaje de aventura e incluso refugiarse unos días en algún hotelito con encanto a la vuelta de la esquina. Le ayudamos a averiguar a qué tipo de lunamielero pertenece y a dar con su destino perfecto.

7 preguntas antes de elegir

En cuanto se tengan cerradas las fechas de la boda habría que ir perfilando la Luna de Miel. Antes de pasarse por un par de agencias a cotejar precios y posibles destinos, servirá de ayuda tener claro el tipo de viaje que apetece realizar. Una de las claves de la Luna de Miel -y de la incipiente vida en común- es que ha de resultar redonda para los dos. La cosa pinta fácil si los gustos son parecidos. De tener aficiones muy dispares, probablemente les toque a ambos ceder en algo. Con todo el realismo, la reflexión y la honestidad posibles, apunten por separado sus respuestas a las siguientes preguntas y cotéjenlas luego juntos:

1. Cuánto dinero. El presupuesto decidirá en gran medida la duración de la Luna de Miel y el abanico de destinos, así como el tipo de alojamiento, más o menos lujoso, y las actividades a disfrutar en el lugar. Al margen del coste en sí del viaje, habrá que tener en cuenta lo que se vaya a gastar una vez allí y dejar un margen para imprevistos, ya que casi siempre los hay.

2. Cuál es el plan. Se puede optar por descansar o por aprovechar para conocer mil y un lugares interesantes, una playa cercana o lo más exótica posible, un gran destino de naturaleza, una ciudad mítica, poder practicar mi deporte favorito (golf, buceo, senderismo...) o una razonable mezcla de varias de estas opciones.

3. Cuándo ir. Justo después de la boda o mejor una breve escapada a algún lugar bonito cercano y así juntar más días para en las próximas vacaciones realizar el viaje de su vida.

4. Cuánto tiempo. Si solo se cuenta con una semana, tendrá poco sentido irse a la otra punta del mundo y pasar medio viaje en el avión y el otro medio aclimatándose a la diferencia horaria de ese lugar maravilloso que apenas se tendrá tiempo de disfrutar.

5. La mejor época para el lugar elegido. Esencial cerciorarse de ello para tener la certeza de que no se viaja en temporada de lluvias o huracanes; motivos de peso para buscar otra alternativa. Evitar los meses de julio y agosto suele suponer un ahorro importante, amén de evitar las aglomeraciones de la temporada alta.

6. Otros hándicaps a valorar. ¿Le pone los pelos de punta la idea de un vuelo muy largo? ¿Sería para usted un problema no manejarse con el idioma, tener que vacunarse, que haga mucho calor o que la comida quizá no le vaya a gustar? ¿El coste de la vida en el lugar elegido es tan alto que cualquier gasto no incluido en el precio del viaje les puede desbaratar el presupuesto?

7. Cómo organizar el viaje. Lo más común y recomendable es hacerlo a través de una agencia de viajes de prestigio que se ocupe de todos los detalles y ayude a solventar cualquier problema que pueda surgir sobre la marcha, pero también está la opción de organizarlo todo los novios o reservar solo el transporte y las primeras noches de hotel y a partir de ahí toca improvisar. Reservar una o dos noches en algún hotel coqueto de las cercanías es una buena alternativa a la agotadora y nada romántica opción de pasar la primera noche de casados encastrados en la butaca de un avión.

Y, por fin, la cuenta atrás

Una vez definido el viaje, conviene ir concretando con la máxima antelación, especialmente si se va a viajar en temporada alta, ya que podrán conseguirse mejores precios y evitarse sobresaltos como que algún hotel o actividad de capricho no tengan ya plaza. Si se opta por contratarlo a través de una agencia -a ser posible de la máxima confianza-, vendrá bien visitar dos o tres incluso medio año antes de la boda para, en función del presupuesto y las preferencias expuestas, cotejar qué lugares sugieren y qué ventajas ofrecen para los novios. Algunas mayoristas a menudo regalan desde las maletas hasta algún detalle en el destino -como una cena especial o una habitación con mejores vistas-, además de permitir financiar el viaje sin intereses u ofrecer descuentos para Lunas de Miel, sobre todo si se hace una reserva lo suficientemente anticipada.

Alrededor de un par de meses antes de la boda habrán también de tenerse resueltas cuestiones como, por ejemplo, ponerse las vacunas que pudieran ser recomendables y tramitar el visado si fuera necesario, contratar un buen seguro de viajes (si no lo proporciona la agencia) y verificar que no hay que renovar el pasaporte o las tarjetas de crédito y débito con las que pagar y sacar dinero en cajeros de medio mundo sin necesidad de llevar demasiado efectivo encima. Es también el momento de ir informándose a fondo de todo cuanto puede hacerse en el destino y de ir comprando poco a poco lo que falte -desde una cámara de fotos hasta una guía de viajes-, así como de ir confeccionando una lista rigurosa con absolutamente todo lo que se quiera llevar a la Luna de Miel en función del clima del destino, la etiqueta que puedan requerir los alojamientos elegidos, las actividades a realizar y demás.

Tan engorroso será ir cargado de un equipaje innecesario como olvidarse de algo esencial. La memoria es débil, máxime con el sinfín de compromisos y detalles que se acumulan en las semanas previas a una boda, por lo que tener bien apuntado todo cuanto se quiere meter en la maleta ayudará a hacerla sin que suponga un estrés añadido. Y una vez en el viaje, la clave es tan simple como Disfrutar, en mayúsculas, y echarle humor a los posibles contratiempos. Seguro que habrá algún servicio que no esté a la altura, algún lugar que decepcione y hasta algún vendedor que quiera timarles. Ni las Lunas de Miel se libran de estos gajes del oficio que, con el tiempo, recordarán como momentos imborrables de este viaje único y especial, de una vez en la vida.

Estos son los destinos que proponemos:

Memorias de África

El mejor Mediterráneo

Playas del Caribe

Islas de postal

La Ciudad soñada

Destinos exóticos

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