Japón urbano. 75 planes (Parte I): Tokio
Japón solo se parece a sí mismo. El ritmo de sus ciudades asusta al tiempo que engancha: jardines para meditar y atronadoras salas de pachinko, monjes zen y tribus urbanas, templos, parques y castillos, pero también excentricidades como los cafés de gatos o de sirvientas.
“Salary man” en Shinjuku
Tras una jornada draconiana, a menudo el jefe invita a unas rondas y no hay guapo que se atreva a decir que mejor se va para casa. En pocos lugares se concentran tantas izakayas –diminutas tabernas de película de la yakuza– como en el callejón Omoide Yokocho, donde compartir yakitoris y cervezas con estos oficinistas, los salary man, más y más trompa a medida que avanza la noche.
Entre luchadores de Sumo
Las entradas para los grandes torneos (en Tokio, en enero, mayo y septiembre) se ponen a la venta con meses de antelación y vuelan. Lo que sí puede hacerse casi todo el año, especialmente por la zona de Ryogoku, es asistir a los entrenamientos de estos gigantes en alguna de las heyas que admiten visitantes. Prohibido hablar, entrar o salir del recinto ni hacer nada que moleste a estos luchadores reverenciados cual estrellas de rock. Habrá encima que madrugar tanto, que difícilmente dará tiempo a desayunar, pero mejor, solo así podrá acabarse con el chanko nabe, la comida con la que ganan peso los sumotori y despachan los restaurantes del barrio.
Una de templos
Atestado, sí, pero imprescindible, el templo budista de Senso-ji, en Asakusa, una de las pocas zonas donde quedaron en pie algunos edificios antiguos tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Muy bonitos también el santuario sintoísta de Meiji Jingu, junto al parque Yoyogi, o, en el de Ueno, el templo Kanei-ji, aunque hay cientos de ellos en esta jungla de asfalto y humanidad a la última.
Cafés con bicho
Las casas suelen ser tan pequeñas y las jornadas laborales tan salvajes que tener una mascota en Tokio no queda al alcance de cualquiera. Ante las también considerables carencias emocionales de sus estresados vecinos nacieron los cafés de animales, donde echar un rato jugando con ellos. Los hay de perritos, conejos, búhos, erizos y hasta de una variedad diminuta de cerdo, pero sobre todo de gatos. Como el recientemente inaugurado Temari no Oshiro Cat Café.
El cruce de Shibuya
Aseguran que hasta 3.000 personas pueden cruzarlo de golpe, y que al día superan el par de millones quienes, en una desconcertante coreografía urbana, atraviesan en todas direcciones su entramado de pasos de cebra en cuanto se abren los semáforos. Antes de sumergirse en su hormiguero, avístelo desde algún café panorámico o desde su último mirador: la azotea del rascacielos Shibuya Scramble Square, recién inaugurado el 1 de noviembre.
A vista de pájaro
Nada como asomarse a la madre de las megalópolis desde las alturas de la Tokyo Tower, el observatorio de Roppongi Hills Mori Tower, del Metropolitan Government Building o el Tokyo Skytree. Sobre todo cuando, al oscurecer, millones de luces parpadean por sus bosques de rascacielos.
De escaparates por Ginza
Con permiso de la avenida Omotesando –algo así como los Campos Elíseos de Tokio–, por las calles del barrio de Ginza puede adquirirse lo mejor de lo mejor. Aunque sus tiendas no sean aptas para todos los bolsillos, un vistazo a sus escaparates viene que ni pintado para saber por dónde irán las tendencias.
Temprano a la lonja
Cubos de agua por los que serpenteaban las anguilas, vendedores en katiuskas con cuchillos afilados, atunes tiesos como torpedos a la espera de ser laminados... El mercado de Tsukiji era un mundo aparte. Hace poco todo ello se trasladó al mercado Toyosu, infinitamente más aséptico, pero donde también asistir a las subastas de atunes o comer el sushi más fresco en sus inmediaciones.
Ikebana para Principiantes
El arte floral japonés, aunque sus orígenes se remonten al siglo VI, no es en absoluto cosa del pasado. Numerosas escuelas desvelan sus secretos; algunas incluso con clases en inglés.
“Lolitas” de Takeshita
En el barrio de Harajuku, por esta atestada calle peatonal se suceden tiendas de todo pelaje –música, ropa, cafés...–, amén de tribus urbanas en atuendos inenarrables. Especialmente adolescentes fieles a la edulcorada cultura kawaii (ya sabe, Hello Kitty, Totoro y una buena ristra de personajes ternura pura).
Cena robótica
Luchas entre robots, bailarinas escasas de ropa, mucho láser y un ruido infernal... entre los neones del barrio de Shinjuku. Lo de menos en el muy, muy friki Robot Restaurant es comer. Reservas con descuento en govoyagin.com
Bienvenido a casa, amo
Así lo reciben a uno –¡y a una!– en los maid café o bares de sirvientas, otra fantasía otaku donde las consumiciones las sirven aniñadas camareras con lazos cursis, minifaldas de alto voltaje y, para los malpensados, ningún tipo de extra sexual. Como el Home Café, se concentran sobre todo por Akihabara, epicentro del manga, el anime y el mundo idol.
Hoteles del amor
La falta de espacio en los pisos y la poca intimidad que permiten las puertas correderas de papel animan a parejas, incluso casadas hace lustros, a escaparse unas horas a estos singularísimos hoteles; algunos con todo tipo prestaciones para dar rienda suelta a las fantasías más íntimas. Hasta Booking oferta una buena selección de love hotels por la zona de Shibuya.
Arte del futuro
En Odaiba, una futurista isla artificial de la bahía de Tokio, se suceden parques de diversiones como el Legoland Discovery Center o JOYPOLIS, rarezas como el Museo del Takoyaki –unas deliciosas bolitas de pulpo– o el centro comercial presidido por una estatua gigante de Gundam. Y, desde hace poco más de un año, también el TeamLab Borderless, un museo de arte digital único en el mundo.
Al wc con Vivaldi
Algunos retretes nipones ofrecen tantas prestaciones que convendría repartir un libreto de instrucciones para usarlos: chorrillos de agua a dirigir en tal o cual dirección para limpiarse, secador de salva sea la parte, tazas calentitas y música a elegir para amenizar el momento... Con el tren bala puede viajarse hasta Kitakyushu, donde TOTO, la marca pionera en tronos de nivel, abrió hace pocos años un museo para conmemorar su centenario.
Noche en hotel cápsula
Parece que se crearon para que a los oficinistas pasados de copas no les saliera por un pico la broma de haber perdido el último tren a casa. Se concentran pues, sobre todo, cerca de las grandes estaciones. La cadena 9 Hours ha modernizado este concepto que a tantos ha sacado de un apuro. Utilísimo el que también tiene en el aeropuerto de Narita.
Té entre rascacielos
Sobre un estanque de los jardines Hama-rikyu –un vergel del periodo Edo cercado por mamotretos de acero y cristal– reposa una poética casita de té donde, tras descalzarse, hacerse un hueco sobre sus tatamis para disfrutar del mejor té matcha acompañado de dulces tradicionales.
Espiando a Naruhito
No, al interior del Palacio Imperial no permiten entrar, por lo que habrá que conformarse con explorar parte de sus jardines –los East Gardens– entre los puentes, fosos y murallas del antiguo castillo de Edo, como se llamó Tokio hasta la restauración Meiji de 1868.
Top de bares deportivos
En el noctívago distrito de Roppongi, el Legends Sports Bar tiene tanta fama entre los amantes del deporte que no pocos equipos extranjeros se escapan hasta él tras haber jugado en Tokio. Al menos es lo que sugieren las camisetas firmadas que, entre casi una decena de pantallas donde se retransmiten los mejores partidos del planeta, decoran el local.
Empujadores del metro
A la hora punta, enfundados en asépticos guantes blancos, embuten al personal en los vagones hasta que no queda libre un resquicio de humanidad. El Metro, aunque asuste de primeras, es sin embargo de lo más práctico a la hora de moverse por Tokio. Para no hacerse mucho lío con los billetes de las distintas compañías, mejor pagarlo con las tarjetas-monedero Suica o Pasmo.
Locos por el matcha latte
Quién preferiría un desleído café latte pudiendo pedirse su versión nipona, con las hojas molidas de este famoso y verdísimo té, en cualquiera de las sucursales de Nana’s Green Tea.
El 3 estrellas del metro
Su Majestad Jiro Ono, el nonagenario propietario del restaurante Sukibayashi Jiro, está considerado en Japón como un tesoro nacional. Solo diez taburetes en su barra de sushi, y varios meses de espera para conseguir ser atendido en este mítico local, en una de las bocas del Metro de Ginza, pero dueño y señor de tres resplandecientes estrellas Michelin. La cuenta rondará los 350 €.
Novios del parque Yoyogi
Ella, en un kimono blanco con capucha que simboliza la pureza; él, de negro riguroso. El domingo por la mañana es el mejor momento para intentar cazar a alguna pareja de recién casados cerca del templo sintoísta Meiji Jingu que alberga este pulmón verde.
Universo kabuki
Maquillajes elaboradísimos, pesados ropajes, gestos llenos de simbolismo... Para asomarse a este tipo de teatro, declarado Patrimonio Inmaterial por la Unesco, mejor en el auditorio Kabuki-za, con auriculares en inglés para seguir la trama.
Ramen Street
Bajo el laberinto subterráneo de comercios de la Estación de Tokio se concentran, casi uno tras otro, algunos de los mejores restaurantes de ramen de la ciudad. No es el único lugar donde, por a menudo menos de 10 €, saciarse con estas consistentes sopas en las que los fideos no son ni por asomo el único ingrediente, aunque las colas que se forman avalan que merecen la pena.
Tokio 2020
Los próximos Juegos Olímpicos tendrán lugar entre el 24 de julio y el 9 de agosto, pero muchas entradas –a la venta para España a través de la web israelí – ya han volado. Al menos queda la opción de adquirirlas, junto a los vuelos y hoteles, a través de los paquetes turísticos de Halcón Viajes, Viajes Ecuador y Globalia Corporate Travel.
Pastelillos de Totoro
Luego llegarían taquillazos como La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro, aunque sin el éxito de Mi vecino Totoro difícilmente Ghibli habría llegado a convertirse en uno de los mejores estudios de animación del mundo. La pastelería Shiro-Hige es la única a la que han concedido permiso para elaborar dulces con la forma del gigante protector; una auténtica bomba de crema para empapuzarse, también, de la cultura kawaii.
Neones de Akihabara
Es el barrio electrónico, en cuyas tiendas libres de impuestos hacerse con el último gadget para la cámara o el ordenador, pero también el meollo de la cultura otaku que presiden sus majestades el manga y el anime. Impresionante cuando sus fachadas de neón chisporrotean por la noche.
De marcha con un tokiota
Los bares de Roppongi, Kabukicho o el laberinto de callejas de Golden Gai, los clubs de Shibuya... la noche puede ser muy larga en Tokio, donde, si no conoces a nadie, puedes sumarte a los recorridos noctívagos que organizan no pocos locales.
Onsen frente al monte Fuji
Imprescindible probar estos baños donde, tras desanudarse sus albornoces o yukatas, público de todas las edades se queda como Dios los trajo al mundo para lavarse a conciencia antes de entrar en sus pozas termales. Los hay en pleno Tokio, aunque, con vistas al Monte Fuji, sobre todo en la cercana villa montuna de Hakone. Selección de ryokanes –hoteles tradicionales japoneses– con onsen.
“Lost in Translation”
La icónica película de Sofía Coppola se rodaba en el Park Hyatt Tokyo, donde, con la efervescencia de Shinjuku a los pies, tomarse una copa emulando las soledades de un mal dormido Bill Murray y una jovencísima Scarlett Johansson.
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