Cinco haciendas mexicanas donde rebobinar en el tiempo

Símbolo del esplendor de una época ligada al cultivo del henequén, hoy constituyen algunos de los más encantadores hoteles de la Península de Yucatán.

Hacienda Yaxcopoil
Hacienda Yaxcopoil / Alija

Fue llamado el oro verde porque con él nació una industria mexicana que generó colosales fortunas. Hablamos del henequén, una planta de la familia del agave con hojas largas, rígidas y planas que brindan una apreciada fibra. La misma con la que ya los mayas elaboraban cuerdas, hamacas, sacos y hasta prendas de vestir, y que después de la conquista experimentó un boom sin precedentes. Conscientes de la elevada resistencia de este producto natural, su demanda superó la colonia hasta traspasar las fronteras de Francia, Inglaterra y Estados Unidos.

Fue la época dorada de Yucatán, de donde era originario este tesoro, que comenzó a revestirse de grandeza. La época en que se construyeron impresionantes haciendas dedicadas a su explotación. Enormes dominios con plantaciones que se perdían en el horizonte y majestuosos edificios de arquitectura colonial (grandes portones, patios, corredores…), algunos de los cuales llegaron a tener hasta su propia estación de tren.

Hoy estas haciendas, que hacia 1920 asistieron al declive de la industria henequenera con la llegada de la fibra sintética, se han reciclado en hoteles que rezuman un encanto único. Desperdigadas por la península, este apéndice del sureste del país cuajado de maravillas, aquí van algunas imprescindibles. Porque alojarse en ellas es hacer un viaje al pasado con toda la sofisticación del presente.

Emplazada en el corazón de la mágica ciudad de Campeche, ocupa un conjunto de casas históricas del siglo XVII pintadas de colores ocres, rojos y anaranjados. Todo en ella resulta de una belleza apabullante: desde las suites de techos altísimos con mobiliario de caoba hasta sus pintorescos patios con albercas que, en la noche, se iluminan con velas. Es un alojamiento ideal para devorar esta población yucateca abrochada por murallas, que es una de las más apacibles de México, declarada Patrimonio de la Humanidad.

Presidida por una gigantesca ceiba, el árbol más característico de la zona considerado sagrado por los mayas, esta hacienda reconvertida en hotel de lujo es sencillamente mágica: enormes jardines tropicales, una piscina que se cuela por entre las ruinas, un spa bajo el marco de piedras centenarias... Todo ello barnizado del misticismo que se deprende de la que fuera una de las fincas más prominentes de la época, erigida a unos kilómetros de Campeche, en un paraje de completa soledad.

Esta joya que en lengua maya significa "casa de piedra " fue construida a mediados del siglo XVIII como hacienda henequenera, la primera que incorporó una desfibradora procedente de Alemania. Ubicada a cinco minutos de la vibrante ciudad de Mérida, goza de importantes galardones, como el de mejor hotel histórico o el de mejor alojamiento para lunas de miel de toda América Latina. Nada extraña cuando se contemplan sus magníficas 18 suites con jacuzzis al aire libre y tinas talladas en piedra de coral.

También a corta distancia de Mérida, cerca de Chocholá, se encuentra esta antigua hacienda henequenera que hoy ha dado luz al que ha sido catalogado como el mejor hotel del mundo. Un título que debe a la Unión Internacional de Arquitectos junto a la consideración de prestigiosas revistas. Describirlo resulta imposible. Baste decir que se trata de un capricho de 38 suites irresistibles, ocultas en la selva. Todo, desde el spa hasta el capítulo gastronómico, goza de un lujo minimalista, maravilloso, como sacado de un sueño.

Esta hacienda íntima y encantadora a 36 kilómetros de Mérida fue rescatada del olvido con una renovación integral. Hoy dispone, además de un delicioso restaurante con gastronomía tradicional, del Museo de las Haciendas Henequeneras, donde descubrir esta época de la historia mexicana y, al mismo tiempo, disfrutar de los talleres artesanales que se imparten con frecuencia.

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