Mercado de la cebada, puro Latineo

De Madrid al cielo pasando por el Mercado de la Cebada. Dos plantas. Decenas de puestos. Tradicionales y millennials. Latineando llegamos a uno de los mercados de abastos más castizos de Madrid. Muy de barrio. Muy en el barrio. Los sábados se contagia del ritmo de La Latina. Y entonces se transforma. Tapas, vinos, cervezas artesanas, cocina de la tierra, portuguesa y hasta del mismísimo Japón. Producto y gastronomía a partes iguales. El mercado saca pecho.

Mercado de la cebada, Madrid
Mercado de la cebada, Madrid / VIAJAR

Latineando, que no damos abasto

Dos plantas nunca dieron para tanto. Como pasa siempre, la primera impresión es la que cuenta. Todavía es de noche cuando se encienden las luces. Aquí la charcutería, los pescados y mariscos. Más allá la fruta y ese bar de siempre donde sirven los desayunosde toda la vida. Ese es el puesto más antiguo, el de Javier. En su carniceríaHermanos Valle prepara las piezas. El día todavía no ha empezado ahí fuera.

Javier, Carnicería
Javier, Carnicería / VIAJAR

De aquel mercado de hierro y cristal nada queda. Donde antes había corderos colgados, vemos la tienda ecológica de Pedro. Aquí sirven, según él, la mejor tortilla del mundo. El queso es artesano. Y Manchego. Antes de llenar el carro, una parada en Maracuyá Vinos. En esta vinatería disfrutamos de unas 40 referencias. Todas se sirven en copa. Daniel ofrece vinos españoles de pequeña producción. DO poco conocidas. Desde su puesto hace pedagogía de este placer y prepara catas. Con él disfrutamos todos.

Mercado de la Cebada
Mercado de la Cebada / VIAJAR

Vida. Mucha vida

Seguimos. Porque arepa suena a Colombia. Y a Mercado de la Cebada. En El Mundo de una Arepa nos preparan las auténticas arepas de maíz rellenas y zumos recién hechos. Y ese aroma viene de La Parrilla de la Cebada. Un lugar donde saborear carne de vaca madurada a la parrilla. Y en La Malanga, propuestas peruanas y colombianas. Lo mejor, su propio pan de maíz.

Mercado de la Cebada
Mercado de la Cebada / Javier Jimeno Maté

Este mercado no entiende solo de gastronomía. En el hueco de la escalera, un diminuto taller de carpintería. Solo unos pasos más, una relojeríade las de siempre. Ahora pasamos por el afilador. Y detrás de estas enormes cristaleras, una galería de arte. En la planta de arriba, una zapatería. Paco lleva desde los años 90 arreglando calzado. Es este un lugar de contrastes donde los sentidos mandan.

Relojero, mercado de la cebada
Relojero, mercado de la cebada / Javier Jimeno Maté

En aquel puesto se puede pagar en pesetas. Es la tienda de los tés. Infinidad de cajas perfectamente ordenadas y nombradas. Desde los nombres más comunes hasta los más exóticos. Llegan de todo el mundo. La miel es ecológica y huele a tomillo, romero y regaliz. Y paseando, damos con un puesto de agricultura bio. En Rayo Verde preparan cestas semanales y nos las mandan a casa. El pedido se queda hecho.

Al lado de los cochinillos frescos y los embutidos, una hamburguesería. O para ser más exacta, una modesta barra donde venden hamburguesas deliciosas. Para probarlas todas hay que venir varias semanas seguidas. Hoy la Hawaiana, mañana la Gran Vegana, la de cordero lechal o la ibérica. Una cocina muy happy.

¿Quién da la vez?

En esta esquina probamos el pollo asado. Estamos en Chicken Chic. Hoy hay cerdo asado. Todo preparado con producto del mercado. De ahí a El Tazón de Candela solo hay un paso. En este espacio de cocina caribeña preparan unos mojitos auténticos y muy asequibles. Que sean dos.

Mercado de la cebada, Madrid
Mercado de la cebada, Madrid / VIAJAR

Algunos de los puestos de siempre dejan paso a los nuevos tiempos. Al fondo, Sushi en Bici. El nuevo japo del mercado hay que buscarlo. Nigiris, makis o ramen. Un lugar para descubrir. Fuera de carta preparan algunos días platos brasileños, como la moqueca de gambones. Con estas elaboraciones, el dueño rinde homenaje a su lejano Brasil.

Mercado de la Cebada
Mercado de la Cebada / VIAJAR

En Doña Carmen nos proponen comprar cualquier producto del mercado. Ella nos lo cocina. Al lado, María regenta Casa Velasco. Patês de sardina, licor Beirão o vino verde. En este puesto portugués cocinan el bacalao con natas y a la brasa. De postre, ¿Por qué no? Unos pastelitos de Belem.

Así respira el mercado, lleno de vida. “Dame dos kilos de naranjas. ¿A qué precio las tienes? Ven, acompáñame. La última y nos vamos. Y mientras, ¿Quién dices que da la vez?” (No te preocupes.Hoy la compra la hago yo).

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