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    12 playas para despedir el año

    Si el año pasado se prometió arrancar el próximo en alguna esquina privilegiada del globo, su deseo puede ser concedido. Desde el secreto a voces del brasileño Trancoso hasta los archipiélagos más remotos de Filipinas o Panamá, seleccionamos, con sus mejores hoteles, una docena de escapadas al Sol donde estrenar 2018 por todo lo alto.

  • viajar

    Brasil

    La “virada” en Trancoso

    En los años 70, cuando todavía no había ni carretera, los hippies caminaban durante horas por playas vírgenes para llegarse hasta aquí. Una década después a Trancoso empezaron a aterrizarle yuppies paulistanos urgidos de desconexión. Hoy esta antigua aldea de pescadores a una hora de Porto Seguro es un secreto a voces entre celebridades, artistas, millonarios de pies descalzos y buscadores de quimeras. El pueblo, arremolinado sobre la explanada de verde intenso que todos conocen como El Cuadrado, conserva la traza del asentamiento jesuítico que fue en su día.

    Desde las alturas de su colina, entre casitas de regusto colonial se desparraman varios caminos de tierra hasta las playas, salpicándose de puestos de artesanía y de bares con el ambiente único del Estado de Bahía. Su arenal de Taípe enmarca la juerga más sonada de la virada o Año Nuevo, con todo el personal vestido de blanco celebrando el paso del calendario junto al mar. Aunque en realidad el hilván de fiestas da el pistoletazo de salida el 27 y no termina hasta el 2 de enero. Y si uno se queda algo más, hasta podrá enganchar con las más tradicionales que acoge Trancoso entrado enero en honor a San Sebastián o las que poco después, sobre la playa, honran a la patrona de los pescadores, Yemanjá. ¡Cualquier excusa vale para elegir este cruce brasileiro entre Ibiza y St. Tropez!

    Como escondites a pie de playa, la Pousada Estrela D’Agua, una antigua mansión particular transformada en un hotel de lujo de apenas 28 habitaciones. O, en pleno centro histórico, UXUA Casa Hotel & Spa, concebido por Wilbert Das, antaño director creativo de la marca Diesel, que, en colaboración con artesanos locales, restauró con el mayor de los mimos un conjunto de casitas con 500 años sobre sus muros.

    Información y reservas: visitbrasil.com y viajesabreu.es
     

     

  • diegocardini

    México

    El punto eco-chic de Tulum

    La pirámide de El Castillo o el templo en honor a Kukulcán, el dios con forma de serpiente emplumada, se asoman desde lo alto de los acantilados a las transparencias turquesas del Caribe mexicano. Casi a tiro de piedra del yacimiento arqueológico –el principal puerto de los antiguos mayas por estas latitudes–, un reguero de playas menos trilladas que las de las cercanas Cancún y Playa del Carmen se ha ido discretamente sembrando de carismáticos hoteles consagrados al yoga, el contacto con la naturaleza y un estilo de vida alternativo.

    Algunos son meras cabañas sobre la arena; otros, tan exquisitos como el Jashita, en Bahía de Soliman, cuya treintena de suites se cuida muy mucho de tener teléfono y en las noches de Navidad y Fin de Año presumen de apenas celebrar una cena con música en vivo para preservar la paz absoluta que le prometen a sus huéspedes. También entre el mar y la jungla, con piscina privada en muchas de sus habitaciones y un Spa con rituales pre-hispánicos, el Be Tulum sería una opción con algo más de animación, al igual que el no menos sofisticado Nomade. Costará igualmente salir de los únicos nueve bungalós del NEST, aunque sea para acercarse a tomar un mezcal a la luz de las velas al local de Tulum donde ir a ver y dejarse ver: El Gitano.

    Información y reservas: visitmexico.com y tui.com

     

  • OGphoto/iStock

    Costa Rica

    A disfrutar del Caribe “tico”

    Cierto que por sus geografías verdísimas son más conocidos sus Parques Nacionales, sus volcanes, sus bosques nubosos y pluviselvas. Pero la Suiza de Centroamérica también se reserva en su flanco oriental 320 kilómetros de costa caribeña, con platos fuertes como los avistamientos de fauna en los canales de Tortuguero y el Refugio de Vida Silvestre de Barra del Colorado, las playas perfectas de Cahuita o, sobre todo en Puerto Viejo, la cultura afro de los jamaicanos que llegaron en su día para construir el tren y se quedaron por estos pagos, conservando sus guisos, su música y su particular forma de hablar. También parece haberse quedado para siempre la legión de expatriados de medio mundo que ha ido abriendo aquí y allá pequeños restaurantes, tiendas de alquiler para surferos y puñados de hotelitos con sabor.

    De los más apetecibles de este espectacular tramo de costa, el Shawandha, con sus estilosos bungalós entre la jungla pero apenas a unos pasos del arenal salvaje de Playa Chiquita, o Le Caméléon, a rebosar de detalles minimalistas, tan poco frecuentes por estos territorios. E imprescindible en Tortuguero el fotogénico e inmejorablemente gestionado Tortuga Lodge, donde arrancar el año saliendo al encuentro, desde el silencio de un kayak, de los tucanes, los monos araña y los caimanes que se asoman a sus aguas.

    Información y reservas: visitcostarica.com y acostaricaconangel.com

  • viajar

    Panamá

    Entre los indios kuna de San Blas

    365 islitas, en su mayoría deshabitadas, tejen un hilván deslumbrante de cocoteros, arenales vírgenes y, también, de vida indígena. Los kuna, sus legítimos dueños, cuidan como han hecho siempre de esta porción de paraíso en la que perderse en caminatas por sus esquinadas selvas tropicales, asomarse a la explosión de vida marina de arrecifes de coral como los de la isla de Aroma o balancearse en una hamaca y olvidarse del mundo, incluidos el turrón y cualquier tipo de festejo. Si uno busca más animación para Fin de Año, también en el Caribe panameño aguardan las nueve islas, más de doscientos islotes forrados de manglares y exactamente 51 cayos del ya sí muy frecuentado por el turismo archipiélago de Bocas del Toro, cuya diminuta villa de Colón estalla en parrandas y fuegos artificiales para recibir el año.

    Las cabañas alzadas sobre pilotes, como Akwadup Lodge o Yandup Island Lodge, figuran entre los alojamientos más habituales por San Blas; poco más –¡ni menos!– que pequeñas construcciones de bambú y techo de paja, con los servicios mínimos, y todo el Caribe ante sí para uno en exclusiva. Otra forma excepcional de recorrer el archipiélago y disfrutarlo en familia o con un grupo de amigos es alquilando un velero o sumándose a los pequeños cruceros que lo surcan. Hay más variedad de hoteles en Bocas del Toro, con incluso selectos palafitos sobre las aguas apartados del mundanal ruido, como los del Caracol Acqua Lodge.

    Información y reservas: visitpanama.com y aproache.com

     

  • Jules93/iStock

    Bahamas

    Despedida en la república “pirata”

    Guarida de bucaneros en los días de la colonia y base de operaciones de Al Capone en los años de la Ley Seca. Escuela no le falta a este archipiélago del Atlántico, pero con sabor a Caribe, donde no pocas grandes fortunas camuflan del fisco sus negocios y, también, acuden a desconectar. Las Bahamas suman para ello más de dos mil cayos y atolones, amén de unas setecientas islas en su mayoría deshabitadas que cuentan entre sus incondicionales con celebrities de la talla de Elle Macpherson, Beyoncé, Tiger Woods o Johnny Depp. Algunos, como el ilusionista David Copperfield, han ido todavía más lejos, adquiriendo un pedazo de paraíso con la idea de abrirle sus puertas a todo el que esté dispuesto a pagar la friolera que supone alquilar para un grupo de amigos su mansión de Musha Cay.

    También para carteras abultadas –aunque algo menos, en comparación con el prohibitivo escondite del mago–, algunos establecimientos como el Pink Sands Resort de Harbour Island, con sus 25 cottages camuflados entre las empalizadas de palmeras que flanquean sus tres millas de playas de arena rosada. Puro hedonismo también en el One & Only Ocean Club de Paradise Island, donde Cindy Crawford le diera el sí quiero a su actual marido y se viera merodeando a 007 durante el rodaje de Casino Royale, y donde el chef con tres estrellas Michelin Jean-Georges Vongerichten firma la cena especial de esta Nochevieja y el brunch con el que saludar al Año Nuevo entre un puñado de elegidos.

    Información y reservas: bahamas.com y viajeselcorteingles.es

     

  • Murray Thorpe

    Colombia

    Corales del Rosario y San Bernardo

    El cogollo colonial de Cartagena de Indias, con las calles adoquinadas que enamoraron a García Márquez y sus mansiones blasonadas llenas de vida, es un acierto seguro. ¡Siempre! Aunque para playas de pecado, las de los archipiélagos del Rosario y San Bernardo, a entre una y dos horas en lancha y protegidos ambos por un Parque Nacional donde bucear entre corales. Y si se busca un escondite todavía más secreto, las playas del Tayrona, otro Parque junto a la también caribeña ciudad de Santa Marta. Lástima que Shakira y Carlos Vives dieran la voz de alarma dedicándole su vallenato La bicicleta.

    Mientras que en Cartagena hay tantos hoteles en mansiones centenarias que será difícil decidirse por uno – hotelquadrifolio.com, movichhotels.com, hotelcharlestonsantateresa.com...–, en el archipiélago de San Bernardo pocos superan al Punta Faro de isla Múrcura (puntafaro.com), sin lujos extremos pero inmenso encanto y desconexión total, sobre todo en sus siete suites con vistas al mar. O, en las islas del Rosario, el hotel boutique Coralina Island (coralinaisland.com), perfecto para bucear en los fondos de coral que rodean la isla, tumbarse en una hamaca y olvidarse de los villancicos, casi como en el algo más grande San Pedro de Majagua de Isla Grande.. En el Parque Nacional Tayrona, los bungalós camuflados entre el follaje del Ecohabs Tayron, sobre la preciosa playa de Cañaveral.

    Información y reservas: colombia.travel y catai.es

     

  • T_o_m_o/iStock

    Sri Lanca

    La hipnótica decadencia de Galle

    La isla con forma de lágrima atesora epicentros playeros de más renombre, como Beruwela o Bentota, pero la ciudad de Galle, vieja conocida de los marinos portugueses y holandeses que le dejaron de herencia su traza colonial, no tiene rival a la hora de combinar unos días al sol del Índico con un patrimonio que enamora. Sus mercados y las desportilladas callejas de sus barrios viejos; su fuerte del siglo XVII, por cuyas explanadas se reúnen los vecinos al atardecer a echar su partida de críquet, tantas otrora mansiones de comerciantes recicladas en hotelitos con sabor, en pequeñas tiendas y restaurantes... y, por supuesto, a tiro de piedra, la playa de Unawatuna, cuyos bares de copas concentran la vida nocturna de Galle. Algo más allá de la ciudad, la playa color miel de Hikkaduwa, entre las favoritas de los surfistas; los arenales de Weligama, donde los pescadores se encaraman al océano sosteniéndose en equilibrio sobre una especie de pértigas ancladas al mar, o el puertito de Mirissa, donde estrenar el año saliendo al encuentro de las ballenas azules que visitan sus aguas por estas fechas.

    The Dutch House, una mansión holandesa del XVIII transformada en hotel de apenas cuatro suites, es uno de los grandes clásicos de Galle. Más reciente y volcado directamente sobre el mar de sus inmediaciones, el más de diseño Owl and the Pussycat, donde los huéspedes de sus apenas 17 habitaciones disfrutarán de los fuegos artificiales que seguirán a la última cena del año, para continuar bailando toda la noche bajo las estrellas. Espectacular igualmente el Relais & Châteaux Cape Weligama, aislado sobre un promontorio frente al Índico y con la firma del prestigioso arquitecto tailandés Lek Bunnag.

    Información y reservas: srilanka.travel y kuoni.es

     

  • danilovi/iStock

    Filipinas

    El laberinto acuático de El Nido

    Nadie dijo que alcanzar el paraíso fuera cosa fácil. De España a Manila, con solo una escala, serán con suerte quince horas de vuelo. Desde la capital filipina habrá que embarcarse una y pico más para plantarse ante el zafarrancho de picachos kársticos que, forrados de vegetación, flotan al norte del archipiélago de Palawan. Hay muchos alojamientos más bien mochileros en el pueblo de El Nido, pero solo unos pocos elegidos gozan del privilegio de instalarse en los resorts –tan ecológicos como prohibitivos– que atesora una tríada de sus islitas, donde perderse por solitarias lenguas de arena, avanzar entre sus moles calizas en un kayak o nadar a solas en lagunas tan esmeralda que se dirían un truco del Photoshop.

    Los tres complejos de El Nido en la bahía de Bacuit se levantan en estilosas cabañas sobre las aguas o entre la vegetación. Ninguno supera las cincuenta habitaciones: el de la isla Miniloc, con un ambiente más joven y hasta un centro de actividades para niños; el de isla Lagen, perfecto para salir a caminar por el espeso bosque tropical que le guarda las espaldas, o el de Pangulasian, la joya de la corona: puro lujo asiático justo en la bocana del santuario marino.

    Información y reservas: itsmorefuninthephilippines.co.uk y kuoni.es

     

  • wildacad/iStock

    Mozambique

    El secreto a voces de las Quirimbas

    A pesar de que su nombre suene todavía medio a ficción, hace ya casi dos décadas que el jeque saudí Adel Aujan, artífice entre otros proyectos de los exclusivos Rani resorts, se fijó en este deslumbrante archipiélago al norte de Mozambique. Una treintena larga de islitas, orladas de arenales como el talco sobre las transparencias del Índico, garantiza un dolce far niente que bien podrá aliñarse con salidas al encuentro de las ballenas francas y jorobadas que por estas fechas ultiman su migración por las aguas del Parque Nacional de las Quirimbas. También, con los paseos por los caminos de tierra de la isla de Ibo, cuajada de caserones portugueses en los que cada vez van instalándose más hotelitos con sabor.

    Anantara Medjumbe Island Resort & Spa, todo un exceso al que muchos de los huéspedes de su docena de villas, frente al mar y con una pequeña piscina para sí, se llegan a esta islita privada en el helicóptero de la propiedad. La misma exclusividad encontrarán los que se decanten por el Azura Quilalea Private Island, con apenas nueve villas de las que salir a celebrar el Año Nuevo cenando a solas sobre la playa. Mucho más asequibles pero con inmenso encanto, caserones coloniales de la isla de Ibo reciclados en hotelitos como el Cinco Portas, entre jardines tropicales frente al mar, o el Ibo Island Lodge (iboisland.com), donde regar la despedida del año sorbiendo frente al Índico uno o varios de sus célebres Ibo mojitos.

    Información y reservas: kuoni.es
     

  • Stevie Mann

    Kenia & Tanzania

    La costa suajili

    Impulsados por los vientos cíclicos del kusi y el kaskazi, los dhows de vela latina trasegaban conocimiento y riquezas por las esquinas del Índico. Los marinos árabes arribaban al África oriental con sus cargamentos de porcelanas y telas preciosas para, meses después, con su soplo de nuevo a favor, emprender el regreso a casa con sus bodegas repletas de pieles, plumas exóticas, oro y esclavos. Fruto del mestizaje de los africanos de la costa con omaníes y persas, indios y portugueses, la cultura suajili dejó sus mejores huellas por las callejas de Mombasa, el exótico letargo de la islita de Lamu y el mito especiado de la Ciudad de Piedra de Zanzíbar.

    Aislada frente al Índico, a una hora de Mombasa, Alfajiri Villas reúne sobre la playa de Diani tres exquisitas villas decoradas por la pareja italiana que hace años se instaló con sus hijos en este fenomenal tramo de la costa keniana. Más al norte, en la preciosa isla de Lamu, el mítico hotel Peponi lleva medio siglo alojando huéspedes con clase, mientras The Majlis, en su isla de Manda, abrió hace cosa de una década con una casi treintena de habitaciones y suites más parecidas a las de la casa de un millonario con gusto que a las de un hotel. En Zanzíbar la oferta no para de crecer. Dos aciertos seguros, a aproximadamente una hora de la Ciudad de Piedra, serían el The Residence, con sus villas esparcidas entre una treintena de hectáreas de jardines frente al mar, o el Relais & Châteaux White Sand Villas & Spa, donde despedir el año con la imagen de los kitesurfistas al atardecer y recibirlo concediéndose un masaje con especias de la isla.

    Información y reservas: magicalkenya.com y tanzaniatouristboard.go.tz, y transrutas.com

     

  • 1001nights/iStock

    India

    Fiesta salvaje o retiro en Goa

    Las fiestas de la Luna Llena en su playa de Anjuna no son sombra de lo que fueron en los años 60 y 70, cuando esta antaño colonia portuguesa en el suroeste de la India se llenaba de hippies venidos de todos los rincones del planeta cargados de paz, amor y otras hierbas. Las leyes que prohíben consumir alcohol al aire libre también han dado al traste con las raves –por lo menos con las legales– que hasta no hace mucho revolucionaban algún punto remoto de esta costa de 101 kilómetros sin tregua de arena, acantilados y cocoteros. Sin embargo, los principales enclaves del Estado de Goa, situado en la costa centro-oeste del país y uno de los epicentros de la marcha en el subcontinente, siguen sobrados de clubs donde los mejores pinchadiscos preparan para la madrugada del 31 de diciembre las fiestas más sonadas del año. Afortunadamente sus geografías también andan sobradas de rincones más secretos donde el nuevo tipo de viajero que atraen puede olvidarse por completo de las noches locas y de la música trance.

    Entre los hoteles boutique más apetecibles de la costa, las nueve únicas habitaciones del Ahilya by the Sea, donde la nieta de Antonio Xavier Trindade, el pintor más célebre de Goa, abrió para unos pocos elegidos su preciosa mansión a caballo entre los jardines y el Mar de Arabia. Bastante más grandes aunque también exquisitos, el hotel Alila Diwa Goa, entre los arrozales y la playa de Gonsua, con un diseño de lo más contemporáneo bajo sus construcciones de sabor local, o, apenas a unos minutos de Mobor Beach, The Leela Goa, acreditado miembro del prestigioso sello de hoteles independientes de lujo Preferred Hotels.

    Información y reservas: goatourism.gov.in y politours.com

     

  • Oktay Ortakcioglu/istock

    Perú

    La ola de Máncora

    Ceviche de pescado fresquísimo (mero, pez espada y langostino, entre otras delicias), cervezas heladas, atardeceres de pecado y buenas olas. Se ve que seguirle la pista a los surfistas suele dar buenos resultados. Salvo ellos, pocos cruzarían el charco para simplemente disfrutar del mar, pero las playas y el ambiente tan cosmopolita de Máncora esconden la guinda con la que rematar el encuentro con la cultura inca que encierra Perú. En pleno desierto, casi en la frontera con Ecuador, con un clima cálido tropical o de sabana tropical con un promedio de 29 ºC, las playas de este antaño pueblito de pescadores se preparan para acoger la última noche del año, con fuegos artificiales en arenales entonces abarrotados y pinchadiscos que animan con su repertorio de música hasta la madrugada en sus locales más fiesteros. Máncora y la zona norte del Perú se han convertido en el eje turístico más comentado a voces del país andino.

    Cada estancia del hotel DCO mira al Océano Pacífico: tanto su Spa concebido para parejas como su restaurante gourmet, el Bar & Lounge donde decidirse por los mejores piscos o la mojadita de la casa, y, claro, sus únicas seis suites; algo así como colarse dentro de una revista de estilo, en plena playa de Las Pocitas, para muchos la más hermosa del Perú. Alejado también del bullicio del pueblo, el igualmente exquisito hotel Arennas Máncora, con también una decoración a la última, al igual que el Kichic, donde al lujo absoluto de instalarse en cualquiera de sus nueve suites le añaden sesiones de masajes o yoga, una cocina saludable con productos de proximidad y hasta la posibilidad de reservar una velada de cine en la playa –de las de verdad; eligiendo uno la película– solo para dos.

    Información y reservas: peru.travel y viajeselcorteingles.es

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