Atardeceres perfectos sin mar
Las Médulas, León
Antes de llegar a Las Médulas, el paisaje es verde y la naturaleza lo invade todo. Ya en la antigua mina de oro romana, sus pináculos y montañas rojizas parecen incendiarse con la acción de los últimos rayos de sol. Cuando el sol se pone, brilla sobre las rocas que desprenden luz de un naranja tan intenso, que parece irreal. El Mirador de Orellán de este entorno Patrimonio Mundial de la UNESCO ofrece uno de los atardeceres más bellos del planeta tierra.
Ronda, Málaga
El peculiar enclave en el que se alza Ronda, con el tajo que la divide en dos, hace de ella uno de los pueblos más bellos de nuestro país. Contempla el atardecer desde alguno de sus miradores o desde el fondo del tajo cuando el puente y todo el casco viejo quedan bajo el misterio de la tenue luz que se apaga, es un lujo al alcance de pocos países. Sus tonos anaranjados son bonitos a rabiar.
El Rocío, Huelva
El Parque de Doñana y las Marismas del Rocío, con la Basílica de la Blanca Paloma de fondo y la fauna que habita en sus aguas, regalan una de las puestas de sol más bonitas imaginables. Este paraje, hábitat natural de cientos de aves, es un paraíso para ver una puesta de sol irrepetible en un entorno silvestre. Un increíble lugar con encanto para disfrutar de la belleza que regala la naturaleza.
Templo de Debod, Madrid
Dicen que de Madrid al Cielo y, desde luego, el atardecer en la capital es increíble. Una de las zonas con mayor encanto donde no hay que perderse la mejor puesta de sol, es el Templo de Debod. Sin duda su mirador desde el que contemplar el Palacio Real, los Jardines de Sabatini, y la montaña del Príncipe Pío, es uno de los rincones más románticos para ver el crepúsculo.