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Entre olivares y almendros se llega a Calaceite, donde de pronto el lugar transporta al Medievo. Casi todas las casas de su casco son del siglo XVIII, así que el conjunto urbano, no puede ser más hermoso. Bellas calles, edificios señoriales, plazas, pórticos, un hermoso ayuntamiento renacentista y la iglesia barroca de la Asunción hacen de Calaceite uno de los pueblos más hermosos de nuestra geografía.
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La pequeña Cretas es una delicia llena de arcos, pasadizos, plazas y portales. Es una de las villas más pequeñas pero de enorme atractivo. Su interesante Plaza Mayor está llena de edificios nobles, muchos de ellos del siglo XV, como la casa Sapera, y la Turull del siglo XVIII. Muy cerca del centro neurálgico de la villa se alza la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora del siglo XVI.
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La entrada debe hacerse por el puente gótico de San Roque, desde donde se alcanza su magnífico castillo, una joya medieval del siglo XIV, que en su gran Sala de las Cortes se celebraron sesiones de las Cortes de Aragón. Junto a él, la gótica Santa María La Mayor. Es una población que conserva su trazado medieval, con palacetes y casonas blasonadas. Preciosa su coqueta plaza de España.
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Es el más remoto de la vega alta del Matarraña, y tiene el encanto de lo pequeño y desconocido, con una zona natural impresionante: el Parrizal de Beceite. Rodeado de parajes naturales, aquí los templarios levantaron gran parte de las edificaciones e infraestructuras básicas del pueblo, como el puente de Santa Ana, la primitiva iglesia románica o el recinto amurallado, del que sobreviven sus portales.
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Alrededor del cerro de La Muela se despliega Monroyo y su reducido pero interesante casco urbano, centrado en el tramo que va desde la iglesia de la hasta los portales del Ayuntamiento. Aquí es muy curioso que la fachada de algunas casas y la bóveda del atrio de la iglesia sean de color azul, característico de la orden de Calatrava. Según la leyenda, este color ahuyentaba los malos espíritus.
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Es una joya histórico artística en la destaca su plaza Mayor y su Ayuntamiento del siglo XVI, que alberga una antigua cárcel hoy restaurada. Su iglesia gótica, los restos de su castillo Calatravo y portales como el de San Roque y el de la Moneja son una delicia. Imprescindible el Museo del Aceite, instalado en el Molí de l’Hereu, un antiguo molino del siglo XVIII, que estuvo en funcionamiento hasta 1957.
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El pueblo aparece como una inesperada sorpresa. Los restos de su antiguo castillo, la plaza Mayor, su Casa Consistorial, el Palacio de la Encomienda o el Convento, hoy reconvertido en hotel, hacen de La Fresneda una de las villas más encantadoras de la zona. Para llegar a su iglesia de Santa María la Mayor, desde donde se domina toda La Fresneda, hay que subir una empinada escalinata.