Irene González
El Embalse de Irabia es el núcleo de la selva. Desde Orbaizeta pasando por el Albergue Mendilatz, y siempre a la derecha, se llega a los pies de la presa. Fue construida en 1922 para producir electricidad y regular el caudal del río Irati. Este embalse de ensueño es la puerta hacia la naturaleza en estado puro. Desde el embalse de Irabia parten innumerables rutas, a cada cual más hermosa.
Irne González
En Azpegi, a pocos kilómetros de Orbaizeta y lindando con la frontera francesa, se encuentra su asombrosa estación megalítica. Hay una gran cantidad de dólmenes y crómlechs diseminados en su enorme pradera. Es uno de las más increíbles yacimientos prehistóricos que se cree podrían ser lugar de reunión, estar relacionadas con los ritos funerarios y ser usadas como sepulturas colectivas.
Irene González
Una de las sorpresas que esconde Irati es la Real Fábrica de Armas y Municiones de Orbaizeta, construida sobre la antigua ferrería medieval. Este gran ejemplo de arquitectura industrial llama la atención por su ubicación, contra toda lógica, a solo 5 kilómetros de una frontera enemiga. Además de la fábrica, está la iglesia, el Palacio de los jefes y las casas de los obreros.
Irene González
Llega el otoño y con él las setas, y La Selva de Irati es el paraíso de este apreciado y suculento producto. La recogida de hongos y setas está regulada en la zona, por lo que existen permisos diarios y de temporada. La Senderuela, la Trompeta de los muertos o el Rebozuelo, son exquisiteces que se deben respetar si el diámetro de su sombrero es menor o igual a dos centímetros.
Irene González
Desde el mirador de Azalegi a 1200 metros de altitud, se disfruta la magnífica explosión de color que el otoño provoca en Irati. A través de un recorrido de unos siete kilómetros se asciende entre espesos hayedos, abetos, robles, arces, fresnos, así como de una increíble variedad de arbustos. Entre una explosión de color, campa la famosa vaca Pirenaica.
Irene González
En el corazón de La Selva se alza un pequeño santuario reconstruido a mediados del siglo XX, ya que estaba en ruinas porque los franceses la incendiaron durante su invasión. La ermita de San Esteban es alza oculta entre la frondosidad de la selva. Esta pequeña capilla invita al recogimiento tanto en su interior, como en el bello y silencioso paisaje que la rodea.