A pocas horas de avión es posible adentrarse en un lugar donde el tiempo casi no existe y en el que perderse por calles y callejas es el objetivo del viaje. Fez, una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos es, para muchos, la quintaesencia de Marruecos. Menos grandiosa sin duda que Marrakech, sus encantos se encuentran escondidos por alguna de las nueve mil calles de su Medina, que data de la Edad Media. La mejor cerámica y azulejos de Marruecos y los Riads más impresionantes son otros de los motivos para visitarla.
(por Sibila Freijo)
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La Puerta Ba Bpud Jeloud o denominada Puerta Azul es uno de los símbolos de la ciudad y la entrada a la Medina de Fez.
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La cerámica de Fez es una auténtica maravilla; no solo porque es de altísima calidad si no porque cada pieza está realizada artesanalmente en alguna de las muchas fábricas que rodean la ciudad y pintada a mano con precisión. Una taza, por ejemplo, puede llevar un día entero en terminarse. La cerámica, sobre todo los platos y grandes fuentes, es utilizada para el uso diario pero también como auténticas obras de arte que adoran las paredes como si de un cuadro se tratase.
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La curtiduría de Fez es sin duda el mayor espectáculo de la ciudad. El panorama se aprecia en toda su dimensión desde alguna de las azoteas que bordean "los curtidores". Allí, los artesanos curten primero las pieles que luego usarán en bolsos y otros artículos de artesanía. Para reblandecerlas y que sean más manejables, las introducen primero en grandes tinajas con excrementos de paloma. Luego las tiñen con tintes naturales. El olor es tan nauseabundo que es parte de la experiencia. Al entrar es indispensable coger un ramillete de hierbabuena para espantarlo.
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En Fez, como en todo Marruecos, regatear no es una opción si no casi una obligación. La compra se convierte así en una lucha de fuerzas y de ingenios en la que gana el más fuerte. Los vendedores disfrutan y esperan el regateo. Es una experiencia más del viaje. Jamás hay que pagar el precio "de partida" porque estará previamente inflado.
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Otra de las imágenes típicas de Fez son los burros cargados con mercancías y atravesando las estrechas calles de la Medina.
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Son las alfombras más reputadas de la zona y se han puesto muy de moda últimamente (incluso ya hay cadenas que las imitan). Están realizadas con pura lana de oveja y sin utilizar ningún tipo de tinte. Las conocerás por ser blancas o crudas con motivos geométricos en negro. Vale la pena comprarlas allí y traérselas puesto que son mucho más baratas que en Europa. Eso sí, hay que regatear.
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Otra imagen de la entrada a la Medina o parte antigua de la ciudad.
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En Fez se pueden comer todos los platos tradicionales de Marruecos. En la mesa no faltan nunca, los tagines, el cous-cous, las numerosas y variadas ensaladas lo la Harira, la sopa típica del Ramadán.
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Los azulejos, el artesonado en yeso y el tallado de la madera son las claves de todos los elementos decorativos en casas y palacios
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Marruecos es el reino de las especias, los condimentos, las plantas y raíces y los afeites de todo tipo. Fez, como el resto del país, huele a las especias, y las a hierbas secas que se venden por todas partes en los zocos de la Medina
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Los pasteles realizados a base de almendras y miel son indispensables. Los marroquies los compran para llevar y se los toman en los cafés acompañando su té a la menta.
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La ciudad de Fez está rodeada por una muralla de catorce kilómetros que circunda la Medina.
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Panorama de la abigarrada Medina de Fez encaramada a las montañas al caer la noche
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La artesanía del azulejo es típica de Fez. De hecho, en pocos lugares de Marruecos se hace cerámica y azulejos de la calidad de los de Fez. Los más tradicionales son como los de la imagen, en azul y blanco o verde y blanco y con motivos geométricos. Si vas a Fez no dejes de comprarlos.
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Uno de las escuelas coránicas más antiguas del mundo es ésta: la madraza Attarine, construida entre 1323 y 1325 bajo las órdenes del sultán Abu Said,
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En Fez están algunos de los Riads más imponentes de Marruecos. Dormir en uno es toda una experiencia para los sentidos que nos traslada al mundo de las Mil y una Noches. La decoración y la atmósfera de estos Riads está cuidada hasta el último detalle. Los hay muy orientales o también más modernos, sin perder eso sí, su esencia. Lo mejor es que estos palacios no cuestan más que un hotel medio en España.
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No es fácil orientarse en la Medina; uno cree que sabe dónde está y a dónde ir pero en realidad lo más frecuente es perderse. Las nueve mil calles que serpentean por la parte antigua de la ciudad no hacen fácil la tarea, ni siquiera con Google Maps.
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Precisamente, lo mejor que puede hacer el viajero al llegar a Fez es perderse, dejarse llevar por ese torbellino de misteriosos callejones y callejas
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Otra muestra más de la belleza de la arquitectura marroquí es este Museo de Arte y Artesanía situado en una de las plazas centrales de la Medina, Nejjarine.
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Fez es también famosa por las impresionantes puertas decoradas de palacios y casas. La mayoría son de madera tallada pero también las hay de metal con delicados trabajos, como ésta de la foto.
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Otro de los impresionantes Riads de la Medina en el que es fácil sentirse como un sultán o sultana. Muchos tienen pequeñas piscinas o estanques en sus patios centrales.