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Posee una de las playas más idílicas de nuestra geografía. Con 28 kilómetros, es la más larga y también la más salvaje. Se extiende hasta la desembocadura del Guadalquivir y es un paseo de ensueño entre conchas, mar, cielo y arena. Aquí las dunas llegan a penetrar 4 kilómetros tierra a dentro y, en las antiguas atalayas como las torres Carbonero y San Jacinto, descansan los halcones peregrinos.
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Por Doñana, donde conviven corrales, dunas móviles y marismas, transitan casi todas las aves de Europa. En invierno es impresionante el espectáculo de miles de ánsares reunidos en el Cerro Ánsares. Aquí está el desconocido Palacio de las Marismillas, lugar de veraneo de presidentes y donde han pernoctado Blair y Kohl. Cerca, las chozas de La Plancha, donde vivan las familias que reforestaron la zona en el XVIII.
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Al norte de Doñana se encuentra El Rocío donde, frente a la marisma, se eleva la ermita que alberga a la Blanca Paloma, uno de los mayores epicentros de devoción mariana. Si hay sitios bonitos en el mundo, este se lleva la palma. Tras la Romería del Rocío, se convierte en un paraje solitario desde donde se realizan rutas a caballo. Una de las más bonitas es la que se adentra en el Coto del Rey.
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A 16 kilómetros de El Rocío está Almonte, un cálido pueblo de casitas blancas y amplios espacios. Entre sus edificios singulares está la torre alambique, un homenaje a su cultura vitivinícola, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y la Casa Consistorial del XVI. Desde aquí se pueden realizar varias rutas de senderismo por parajes de gran contraste: dunas, entre pinares viejos o lagunas.
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A través de frondosos bosques se llega a Mazagón, un enorme paraje natural donde El Condado se expande a lo largo del mar. La villa tomó cuerpo gracias a la pesca, a la agricultura, a sus bosques y playas. Hacia poniente se llega a La Playa del Parador, uno de los parajes vírgenes de nuestra geografía donde entre el Atlántico y el bosque, y donde se ubica el Parador Colón junto al que está el Pino Centenario de doce metros.