La ciudad señorial de Almansa ocupa una esquina de la provincia de Albacete y queda próxima al viejo reino de Murcia y al levante alicantino. Desde lo lejos, Almansa destaca por la fiereza de su castillo. Pero dentro de la ciudad hay más motivos para un largo paseo por la historia.
Texto: Manuel Mateo Pérez
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El castillo de Almansa es el distintivo monumental de una ciudad esparcida por mitad de un corredor natural. La torre del Homenaje se divisa desde muchos kilómetros atrás, en ese preciso lugar en que las sierras templan sus fuerzas y las tierras de labor y campiña lo ocupan todo. Una vez reconquistadas estas tierras, los cristianos reforzaron la vieja atalaya, dotaron al castillo de nuevos adelantos bélicos y levantaron una torre del Homenaje que en días brumosos parece rascar el vientre del cielo. Allá por el siglo XIV, el infante don Juan Manuel lo habitó. Décadas después, la fortaleza pasó a manos del Señorío de Villena. En 1921, la fortaleza fue declarada Monumento Nacional.
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La Casa Grande es en la actualidad el ayuntamiento de Almansa, pero en sus mejores tiempos acogió a familias y apellidos de postín que engrandecieron estas tierras de tránsito y frontera. Lo más hermoso del edificio queda fuera, a la vista de todos. La portada de estilo manierista es una exquisita síntesis del valor de las estirpes, los títulos nobiliarios y los escudos de armas. Por dentro reparte sus dependencias en torno a un luminoso patio porticado.
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Es el templo mayor de Almansa. La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción es Monumento Histórico Artístico y fue mandada construir a principios del siglo XVI, cuando España empezaba a asumir los dictados del más refinado renacimiento llegado de Italia. Es este estilo el que lo tamiza todo, el que crea esa sólida estampa de iglesia bien resuelta, separada por capillas señoriales, bóvedas que apelan al cielo y un campanario desde cuyas azoteas el castillo que queda enfrente pierde su fiereza.
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A las afueras de la ciudad toma asiento la ermita de San Blas, ligada a la historia tras la batalla de Almansa, acaecida en 1707, año en que las tropas borbónicas vencen a los austrias en la guerra de la Sucesión. San Blas es uno de los rincones religiosos más queridos por los vecinos de Almansa, escenario de festejos en primavera, situado en una encrucijada de caminos desde donde se distinguen las torres de la iglesia mayor y de la fortaleza de la ciudad.
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A pocos kilómetros del embalse de Almansa, uno de los grandes mares interiores de la provincia de Albacete, está el santuario de Nuestra Señora de Belén, cuya imagen titular procesiona por las colinas de estas sierras en mayo y septiembre. Y a unos cuantos kilómetros más, camino a la capital de la provincia, existe otro castillo que toma el nombre de Chinchilla de Montearagón, el municipio que le dio fama y realengo. Este castillo de Almansa y aquel otro de Chinchilla comparten historias muy parecidas por su carácter fronterizo y belicoso.