Del Alto Jarama a la tierra de los Patones
Prádena del Rincón
Prádena del Rincón guarda entre sus tesoros un ecosistema privilegiado. Casi todas sus casas, de piedra y pizarra, desembocan en productivos y mimados huertos. Aquí lucen los potros de herrar, tan necesarios hasta no hace mucho, además de sus chozos. Prádena posee el magnífico templo románico de Santo Domingo de Silos, con un armonioso pórtico mudéjar.
Montejo de la Sierra
Montejo aparece en medio de un terreno montañoso rodeado de praderas y bosques. Aquí el agua es generosa, se puede observar en la cantidad de antiguas fuentes que posee y en los nombres de sus calles: De la Casa de la Fuente, Del Pozo y Calle del Río, entre otras. La Plaza de los Tres Caños es el centro de reunión donde están los machacaderos, que servían para trabajar el lino.
El hayedo de Montejo
Antes de visitarlo hay que reservar la cita, gratuita y guiada, en el Centro de Recursos de la Reserva de la Biosfera del Rincón, en Montejo de la Sierra. El emblemático hayedo asombra incluso antes de recorrerlo. Es una fusión de aroma, color, formas y sonidos. Es un paraje de cuento, cuajado de hayas centenarias, que conviven robles y acebos.
La Hiruela
Sin duda es uno de los pueblos con más encanto, pero menos conocido. Para llegar hay que cruzar el Puerto de La Hiruela, cuyo alto alcanza los 1.478 metros sobre el nivel del mar. Esta pequeña villa se conserva prácticamente igual desde el siglo XVIII con sus edificios de piedra, barro, adobe, carpintería de roble y anchas puertas de madera. Aquí, el cultivo de frutales se remonta a tiempos inmemoriales.
Puebla de la Sierra
Este pueblo es el más desconocido y aislado por su revirada carretera de acceso. Puebla, que fue agrícola y ganadera, conserva intacta su arquitectura tradicional. Se puede visitar la fragua de 1570 que ha funcionado hasta que hace poco falleció el ultimo herrero. Exclusivo es su Valle de los Sueños, un itinerario escultórico al aire libre con casi 100 obras. Imprescindible a las afueras es el mirador de las buitreras.
El Atazar
Valle abajo, la M-130 serpentea entre grandiosos plegamientos de pizarra. Cada curva es un mirador hasta que, en el punto kilométrico 1,5, se toma el desvío a la izquierda. De aquí sale una pista que atraviesa el valle de Riato para llegar a El Atazar. Desde él, por la M-133 se llega a la presa, un murallón de 500 metros de alto. El mejor punto para ver esta maravilla es el balcón del kilómetro 11, de la M-133.
Patones de Arriba
Pasado el poblado de El Atazar, se llega a la cueva del Reguerillo, con 8 kilómetros de galerías excavadas por el agua en la entraña de la sierra de la Caleriza. Cerca, el Pontón de la Oliva y más allá Patones de Arriba. En esta pequeña y encantadora villa tuvo asiento el mítico reino de los Patones que, según cuenta la leyenda, fue independiente hasta los días de Carlos III.