5 cascadas madrileñas que sorprenden
Ducha de los Alemanes
También en la sierra de Guadarrama, en el valle de la Fuenfría de Cercedilla, se puede disfrutar de la Ducha de los Alemanes. Situada a casi 1 600 metros de altitud, parece ser que aquí se bañaban a principios del siglo XX los primeros montañeros, algunos de ellos alemanes. Seguro que antes, cuando era conocida como el Chorro del Árbol Viejo ya se refrescaban soldados romanos, pastores o la realeza ya que junto a ella confluyen la calzada romana que unía Segóbriga con Toledo y el camino de los Borbones.
Chorrera de Mojonavalle
En el desconocido valle del curso medio del río Lozoya, y al amparo de los Picos de Cabeza La Braña y los Altos del Hontanar, el arroyo Sestil de Maíllo se desboca por un precipicio de 30 metros. Es La Chorrera de Mojonavalle que, situada a casi 1 600 metros, se encuentra en el paraje de la Hoya de la Vieja. Este monumento natural se alza en el corazón de uno de los pocos bosques relictos que se conservan en la Comunidad de Madrid. Con un bosque de abedules único en la zona, el Mirador de Mojonavalle y su senda entre pinos, robles, y tejos es todo un espectáculo.
Cascadas del Purgatorio
En la sierra de Guadarrama, las del Purgatorio, son las reinas de las cascadas. Son dos y arrojan un potente, cristalino y majestuoso caudal. A 1 400 metros de altitud el agua se precipita por la prominencia que forma el Hueco de los Ángeles, el hogar del buitre leonado. Estas cristalinas aguas nacen en los Altos de la Morcuera, donde antiguamente se cargaba el hielo para abastecer a las familias madrileñas más pudientes. En esta tierra de Rascafría su famosa ganadería campa a sus anchas por los pastos Y antes de llegar a las cascadas, los bosques de robledales y de pinares son un regalo de la naturaleza.
Cascadas del Hervidero
Aunque parezca imposible, a algo más de media hora del centro de Madrid, se esconden las Cascadas del Hervidero. A estos bellos saltos de agua diáfana se llega desde San Agustín de Guadalix, tierra de íberos, romanos, visigodos y bajo dominio árabe durante casi dos siglos, hasta que Juana La Loca les otorgó el título de Villa. Cruzando el último puente antes de salir de San Agustín, se toma el camino que casi todo el tiempo transita junto al río. Entre majestuosos sauces, enebros, álamos, chopos, alisos y rosales se llega a las ocultas cascadas.