Belleza pétrea: las cinco esculturas que hay ver al menos una vez en la vida
Testigos mudos que un día quedaron petrificados, y son el cúlmen de lo que llamamos "arte".
Porque no lo es lo mismo verlas en una foto que contemplarlas en vivo para apreciar sus matices, sus pliegues, la expresividad de esos rostros que queda capturada en un trozo de piedra o de mármol. La escultura es belleza pétrea, emoción tridimensional. Por eso contemplar estas obras de arte es un placer obligado que no nos podemos perder:
David de Miguel Ángel (Florencia)
Es un icono del Renacimiento con un tamaño y unas proporciones descomunales (mide algo más de 5 metros de altura y supera las cinco toneladas). Terminada en 1504, con ella Miguel Ángel rompió los cánones clásicos y revistió de orgullo a la Florencia de los Medici, alumbrando una obra maestra que es puro dramatismo (la expresión en los ojos, la contracción de los músculos, las venas en relieve…). Hoy la ciudad tiene hasta tres copias, aunque la original está en la Galería de la Academia desde 1910. Contemplarla de cerca es asistir a una de las grandes esculturas de la historia de la humanidad.
Estatua de la Libertad (Nueva York)
Aunque conocerla en persona supone para muchos una decepción (las expectativas son siempre muy altas), no hay que negar el valor simbólico de esta famosa escultura verde que ha dado la bienvenida a millones de inmigrantes desde que fuera inaugurada en 1886. Erigida al sur de Manhattan, fue un regalo de Francia a Estados Unidos para celebrar sus cien años de independencia. Hoy su imagen encarna la libertad, la democracia y la justicia, formando parte de aquellas obras que destacan que por el poderoso impacto para expresar ideas. Pocos saben que fue diseñada por Frédéric Bartholdi en colaboración con el ingeniero Gustave Eiffel.
La Victoria de Samotracia (París)
Esta figura de mujer con la cabeza mutilada es una de las piezas más visitadas del Museo del Louvre. Una imponente escultura de mármol de 2,45 metros, que fue esculpida hacia el año 190 antes de Cristo y que está considerada una de las más espectaculares y acabadas muestras del arte helenístico. Representa a Niké, la diosa de la victoria, posada sobre la proa de una nave con tal equilibrio que parece elevarse a los cielos. Conocida en griego como Níke tes Samothrákes, su detallismo, sensualidad y movimiento ha fascinado a los artistas desde su hallazgo en una isla del Egeo 1863. Desde entonces ha sido sometida a sucesivas reconstrucciones y restauraciones.
Nefertiti (Berlín)
Orgullosa y mayestática, la gran esposa real de Akenatón, la legendaria mujer que reinó en Egipto hace más de 3.300 años, sigue fascinando al mundo. Y su busto, emplazado en Neues Museum de Berlín, sigue hipnotizando a los miles de turistas que, en tiempos normales, la visitan cada semana. Y es que los rasgos que le concedió Tutmose, el escultor, recogen el canon estilístico del Antiguo Egipto: ojos almendrados, pómulos prominentes, labios sensuales y delicados. Por algo esta obra de piedra caliza con estuco pintado es una de las más copiadas de este periodo.