Regreso a La Palma un año después del volcán: la isla bonita renace de sus cenizas

Un año después del inicio de la erupción del volcán Cumbre Vieja, el turismo de la isla se recupera progresivamente con su entorno como principal atractivo. No es el único valor de un territorio de naturaleza y tradiciones privilegiadas. Esta es una invitación a viajar a la Isla Bonita.

Cumbre Vieja, La Palma

El impresionante volcán de Cumbre Vieja seis meses después expulsando fumarolas de gases

/ Marga Estebaranz

El mirador situado delante de la iglesia de la Sagrada Familia de Tajuya fue el destino principal de la isla durante unos meses. Cientos de autobuses acarreaban turistas a este pueblo situado a los pies del volcán. Desembarcaban, se hacían unos selfies, acaso echaban un vistazo a las camisetas, trozos de lava y pines de nevera que a la puerta del templo vendía la asociación de afectados en un marketing volcánico elemental para recaudar fondos.

Acantilados del Jurado, La Palma 12 meses después del volcán

Los vertiginosos acantilados del Jurado 

/ Marga Estebaranz y Alfredo Merino

El volcán concluyó su fase eruptiva el 13 de diciembre de 2021, pero los turistas siguen acudiendo a su entorno en una suerte de peregrinaje geotérmico. Las fumarolas de gases no han dejado de brotar de las numerosas brechas que se perciben en el cono volcánico. El olor a azufre se percibe a kilómetros de distancia y el suelo del entorno mantiene altas temperaturas. Mientras tanto, siete meses después de concluida la fase eruptiva, el volcán de Cumbre Vieja (o Tajogaite, como lo ha bautizado una consulta popular) continúa siendo el principal atractivo de la isla. La mayoría de los curiosos que se acercan al valle de Aridane se contentan con alcanzar la explanada de Tajuya. Continúan llegando decenas de autobuses, a ellos se ha añadido una romería de coches de alquiler turísticos.

Pueblo entre las rocas Porís de Candelaria, La Palma

Un pueblo construido entre las rocas Porís de Candelaria

/ Marga Estebaranz y Alfredo Merino

Aparte del conocido mirador, las últimas semanas se han añadido dos posibilidades para quienes buscan algo más activo. La primera puso el cartel de no hay billetes desde su puesta en marcha el pasado mes de abril. El sendero del volcán es una ruta pedestre que permite acercarse a pocos cientos de metros del cráter, para ver al monstruo cara a cara. Fruto de la colaboración del Cabildo de La Palma y el Gobierno canario con el Comité Científico encargado del seguimiento de la erupción, este camino recorre la parte más elevada de las montañas de Cumbre Vieja, a una altura aproximada de 2.000 metros. Con una longitud de dos kilómetros y medio, que deben recorrerse a pie y en compañía de un guía autorizado, cruza los restos calcinados de los bosques canarios que antaño ocupaban la zona y transita por un suelo cubierto de cenizas volcánicas. El camino concluye a pocos cientos de metros del cono, en un escenario irreal que muestra el poder de la naturaleza.

Santa Cruz de la Palma, la Palma

Balconadas floridas de Santa Cruz de la Palma

/ Marga Estebaranz y Alfredo Merino

La carretera recién abierta que atraviesa las coladas de lava es la segunda opción para sentir al volcán a flor de piel. Abierta hace pocas semanas, ha devuelto la conexión entre el norte y el sur del valle de Aridane, cortada por las coladas de lava que alcanzaron el océano. Es un único carril de poco más de tres kilómetros. Suficiente para sobrecogerse al cruzar un paisaje de ciencia ficción. Intenso olor a huevos podridos, montañas de lava a ambos lados, que en algunas zonas alcanzan un espesor de hasta 70 metros y temperaturas bajo la superficie del suelo de 600 grados. La carretera curvea entre amontonamientos informes de malpaís, donde asoman los restos de industrias, edificios sociales y viviendas de los palmeros. Amasijos de hierros y escombros de lo que fue hogar de 7.000 evacuados, algunos de los cuales continúan sin vivienda. Con un cupo de vehículo y únicamente durante determinadas horas del día, la carretera solo puede recorrerse en vehículos todoterreno y a bordo de una guagua que hace el recorrido entre La Laguna y Las Norias.

Dragos en el Mirador del Salto del Enamorado, La Palma

Dragos en el Mirador del Salto del Enamorado

/ Marga Estebaranz y Alfredo Merino

Peregrinos del volcán

Algunos días lo llamaban El Señor. Otros era El Ogro. Cuando en los últimos meses de 2021, después de la erupción del volcán el 19 de septiembre de 2021, hablabas con los palmeros, costaba saber a quién se referían. No tardabas en comprenderlo. Uno u otro nombre dependía del humor con que había amanecido el volcán. Si estaba tranquilo, era el primero; si salía un día de infierno, de coladas avasalladoras, ruido insufrible, enjambres de temblores y el cielo lleno de ceniza, el segundo. Un año después, el debate se ha centrado en nombres más amables, como Cabeza de Vaca —por el punto donde surgió el cono— o Tajogaite, término guanche que se puede traducir como “montaña rajada”. Pero para muchos, a pesar del nuevo topónimo oficial, el lugar se llama esperanza: la esperanza del renacer del turismo como motor que ayude a que La Palma camine de nuevo.

Bosque de los Tilos en el Parque Natural de las Nieves, La Palma

Bosque de los Tilos en el Parque Natural de las Nieves

/ Marga Estebaranz y Alfredo Merino

Desde que comenzó la erupción, La Palma se convirtió en epicentro de las corrientes turísticas globales. El morbo de ver espectáculo telúrico de tal magnitud en el primer mundo disparó las visitas. Miles de curiosos se desplazaron a la isla solo por echarle un vistazo a los piroclastos encendiendo la noche y a las coladas de lava corriendo ladera abajo. El turismo volcánico había despertado. Durante meses, fue casi imposible encontrar un pasaje de avión o barco insular. Los grandes cruceros que hasta entonces obviaban la isla cambiaron su ruta. Algunos se contentaban con dar la vuelta por el lado oeste de la isla, para que el pasaje viera desde el barco la erupción. Otros paraban un día en el puerto de Santa Cruz de La Palma y transportaban a la gente en autobús hasta el pie del volcán.

Playa y puerto del municipio de Tazacorte, La Palma

Playa y puerto del municipio de Tazacorte, en la costa occidental de la isla

/ Marga Estebaranz y Alfredo Merino

Pero hay isla más allá del volcán. Y mucha. Sobre todo naturaleza. No en vano está protegido más del 30 por ciento de la superficie de una isla reconocida como Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco desde 2002. La mayoría de los visitantes que llegan a La Palma lo hacen para disfrutar de ese mundo natural. Muchos para practicar trekking en el paraíso mundial de esta clase de caminatas. Otros para correr, pues en La Palma se celebran algunos de los trails más prestigiosos del planeta. Otros, en fin, para contemplar las estrellas, lo veremos más adelante. Y todos ellos, de alguna u otra manera, para disfrutar de aspectos tan ligados a esta tierra como su elevada gastronomía.

Telescopio en el Roque de los Muchachos, La Palma

Telescopio LST-1 en el Roque de los Muchachos

/ Marga Estebaranz y Alfredo Merino

Cerca de Cumbre Vieja, en la vecina El Paso, está la entrada principal al Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, uno de los espacios más destacados de la naturaleza española, una representación única de paisajes y ecosistemas. En este caso, gigantesco circo de ocho kilómetros de diámetro, cuyo origen volcánico le otorga un aspecto que se refleja en su nombre. Es cierto que cada uno de los 16 parques nacionales del territorio español destaca por sus características únicas. La espectacularidad de este desmesurado cráter extinto no se encuentra en ningún otro. No es exagerado considerarlo como uno de los escenarios de mayor magnitud del planeta, comparable a lugares como el Gran Cañón del Colorado.

Piscinas naturales de la Fajana de Barlovento, La Palma

Piscinas naturales de la Fajana de Barlovento

/ Alfredo Merino

La Cumbrecita es buen lugar para comprobarlo. Desde este hombro colgado en mitad de los pitones volcánicos, al que se accede en coche, un sencillo paseo conduce al Mirador del Lomo de las Chozas. Proa colgada sobre el vacío, desde su punta se ve cómo trepan los rudos bosques de pino canario por laderas inverosímiles hasta las crestas volcánicas. Con un desnivel cercano a los dos kilómetros de escarpes, la mayoría absolutamente verticales, la Caldera de Taburiente tiene su cumbre en el Roque de los Muchachos, a 2.426 metros sobre el nivel del mar, la segunda mayor altura de todos los archipiélagos atlánticos, solo por detrás del Teide. Bajo la cumbre de la Caldera y en compañía del complejo del Observatorio Astrofísico del Roque de los Muchachos, uno de los más importantes del mundo, se localiza el flamante centro de visitantes del lugar, donde una exposición interactiva divulga el trabajo de los astrónomos.

Hotel La Palma & Teneguía Princess, La Palma

Hotel La Palma & Teneguía Princess

/ Marga Estebaranz y Alfredo Merino

El Cubo de la Galga

No muy alejado, el extremo nororiental de La Palma es muy diferente. Aquí se localizan espacios como el Cubo de la Galga y la Fajana. El primero también está tapizado de bosques, aunque bien diferentes a los pinares de Taburiente. Encuadrado en el Parque Natural de las Nieves, el Cubo es uno de los mejores ejemplos de laurisilva del planeta, aquí se refugian los últimos bosques de la era Terciaria. Es la laurisilva una selva encantada de magia y misterios. Los nombres de sus principales árboles ya dan pistas de lo que se encuentra el caminante que recorre los caminos del Cubo de la Galga: viñátigos, marmulanos, loros, delfinos, sacateros… Bóveda vegetal que a duras penas logra atravesar los rayos solares, cuando los hay, aquí las nieblas son moneda corriente. Por el fondo y en las laderas de insondables barrancos (en los que fuera de los caminos es imposible, y peligroso, avanzar un solo metro) se recorren túneles formados por helechos gigantescos. Misterioso y primigenio, solitario y abrupto, el Cubo de la Galga es un mundo perdido.

Sanmao y la Fajana de Barlovento, La Palma

Sanmao y la Fajana de Barlovento

/ Marga Estebaranz

La vecina costa de Barlovento es el mejor contrapunto. San Andrés y Sauces atesora méritos sobrados para la visita. Destacan en el pueblo las casas tradicionales que se abren a calles empedradas en torno a la iglesia de San Andrés Apóstol, uno de los templos isleños más tempranos. En las afueras merecen la atención el Parque Arqueológico El Tendal, surgido en el entorno de un refugio de los primitivos benahoaritas, los primeros habitantes de La Palma, llegados de África Occidental.

Otro de los méritos de San Andrés es albergar la última de las destilerías palmeras en funcionamiento, Aldea, empresa que, aparte de por la calidad de su ron, se distingue por el empleo de un producto de cercanía, que cultiva junto a la fábrica, y procesos naturales de elaboración. Casi en su puerta están las piscinas naturales de la Fajana. El Charco Azul es la más famosa de las tres que ocupan las oquedades dejadas en una fajana, la colada volcánica que penetra incandescente en el mar y al enfriarse aumenta la superficie de la isla. En lo alto del municipio, en la punta del último risco del temible barranco de Nogales se sitúa uno de los oteaderos más afamados de La Palma, el Mirador del Salto del Enamorado. Observatorio incluido en la red de miradores estelares de la isla, está ligado a la leyenda de un enamorado que perdió la vida por lograr los favores de su amada.

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