El pueblo con noches de hotel a 30 euros que tiene las luces de Navidad más bonitas de España: medieval, con encanto y un brillo que no se apaga nunca
Con un casco histórico impecable, precios asequibles y un espíritu que mezcla montaña, historia y emoción, Puebla de Sanabria se ha ganado a pulso el título de “la Navidad más bonita de España”.

Hay pueblos que en invierno se recogen, se apagan. Y luego está Puebla de Sanabria, en Zamora, que hace justo lo contrario, pues cuando el frío llega, enciende su alma. De pronto, su castillo del siglo XV, la torre de la iglesia y las fachadas de piedra se visten con más de un millón de luces. El reflejo de cada bombilla baila sobre los adoquines húmedos, y el pueblo entero parece respirar una luz dorada, tibia, familiar. Aquí la Navidad es más sutil... Una guirnalda en una ventana, un balcón lleno de estrellas, el humo saliendo de una chimenea. Y eso, precisamente eso, es lo que la hace especial.
El pueblo que ganó la luz
En 2020, Ferrero Rocher lanzó su concurso “Juntos brillamos más”, buscando el pueblo más navideño de España. Puebla ganó sin apenas hacer ruido. Y desde entonces, su nombre se asocia a la luz. Cada año, las cámaras vuelven a enfocar su plaza, el castillo y las calles en pendiente donde el tiempo no es lo fundamental aquí, sino el disfrute. Hoy, el alumbrado de Puebla no es un espectáculo turístico más, sino un símbolo.

Las luces (más de 1,2 millones, todas LED y de bajo consumo) iluminan con respeto: destacan las curvas de la piedra, los balcones de madera, el perfil de la torre. El resultado no es estridente. Es poético.
Un lugar donde aún se puede dormir sin romper la hucha
Otro de sus encantos es que, a diferencia de otros destinos navideños, Puebla sigue siendo asequible. Las noches en sus posadas y hoteles rurales rondan los 35 o 40 euros, incluso en diciembre. Hay alojamientos con encanto, como la Posada Real de las Misas, con vistas al castillo, o la Hospedería El Castillo, dentro de una casa de piedra con chimenea y vigas de madera.

Llegar también es fácil; desde Madrid, el AVE de la línea Madrid-Galicia te deja en poco más de dos horas en Puebla de Sanabria Alta Velocidad, a apenas 10 minutos del centro histórico. Y desde allí, todo se hace a pie; el pueblo es pequeño, empinado, precioso.
Entre montañas y memoria
Puebla de Sanabria es mucho más que luces. Su historia se remonta al siglo X y todavía se nota. El Castillo de los Condes de Benavente, con su torre del homenaje convertida en mirador, domina todo el valle del Tera. La Iglesia de Santa María del Azogue, de origen románico, guarda siglos de oraciones y de frío. Y entre ambas, un laberinto de calles empedradas, balcones floridos y casas con escudos, declaradas Conjunto Histórico-Artístico en 1994.

Pero si algo completa el cuadro es su entorno; el Lago de Sanabria, a apenas 15 kilómetros, el lago glaciar más grande de la Península Ibérica. En invierno, las montañas que lo rodean se cubren de nieve, el agua humea y los robledales parecen dormidos. Un paseo por allí, con guantes y silencio, vale más que cualquier mercadillo.
Una Navidad distinta
Quizá por eso su éxito no cansa. Porque en Puebla la Navidad no se impone, sino que se contagia. No hay ruido, ni prisas, ni tiendas saturadas. Solo luces sobre piedra, campanas que marcan la hora y el murmullo de la gente que se queda mirando hacia arriba. Mientras las grandes ciudades compiten por los focos, este pueblo zamorano demuestra que la belleza no necesita ruido, solo intención. Y cuando cae la noche y el reflejo dorado se apaga poco a poco en el río, uno entiende por qué tanta gente vuelve cada diciembre. No es solo por las luces. Es porque aquí, aunque sea por unos días, la Navidad vuelve a ser lo que era.
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