El pueblo más misterioso de Huesca: tiene galerías subterráneas en las que los templarios oficiaban misas y realizaban rituales
Viajamos hasta la comarca aragonesa del Cinca Medio para descubrir un pueblo cuyos orígenes se remontan al neolítico.

A medio camino entre los Pirineos y el valle del Ebro, aparece en el horizonte un castillo templario que da la bienvenida a Monzón, municipio oscense que guarda entre sus calles y murallas siglos de historia, leyendas y un rico patrimonio cultural. Y, precisamente, esta fortaleza medieval que se erige sobre un cerro, alberga bajo sus cimientos diversas galerías subterráneas que, según cuenta la tradición, fueron escenario de rituales y misas oficiadas por los caballeros templarios.
El castillo de Monzón es de origen musulmán, pero su estructura fue modificada a lo largo de los siglos. Y, tras la conquista cristiana, pasó a manos de la Orden del Temple en el siglo XII, transformándose en un baluarte defensivo y espiritual. Durante más de 150 años, los templarios reforzaron sus murallas, ampliaron torres y, según los cronistas, excavaron galerías subterráneas destinadas tanto a fines militares como religiosos. También se sabe que entre sus muros creció el futuro rey Jaime I de Aragón.

Uno de los mayores atractivos del castillo no se encuentra sobre la superficie sino bajo ella. Nos referimos a las galerías subterráneas, unos pasadizos excavados en la roca que servían como refugio, almacén de provisiones y vías de escape en caso de asedio. Pero hay más, ya que los montisonenses aseguran que los templarios también las utilizaban para otros fines más espirituales.
La cultura popular sostiene que en estas salas subterráneas se celebraban misas secretas y rituales envueltos en el silencio y la penumbra. Estas leyendas, reforzadas por el aura de misterio que rodea a la Orden del Temple, han convertido al castillo en la joya de la localidad.

Monzón, ciudad templaria
La presencia templaria no solo ha marcado la historia del castillo, sino también la identidad de Monzón; de hecho, cada primavera se celebran en la localidad las Jornadas Templarias, en las que las calles se llenan de recreaciones históricas, mercados medievales y desfiles que recuerdan la importancia de la Orden. Durante estas fiestas, los vecinos se visten con ropas de época y convierten el centro histórico en un escenario digno de una película.

Más allá de la fortaleza, Monzón cuenta con un casco urbano repleto de rincones con encanto. La catedral románica de Santa María del Romeral, declarada Monumento Nacional, puede presumir de haber sido marco de las Cortes del Reino y de las Cortes generales de la Corona de Aragón durante los siglos XIII al XVII. ‘Allí se decidían guerras y paces, cuestiones de vida o muerte para la nación, las libertades públicas y privadas, los fueros, las finanzas y cuestiones de gran importancia para toda la Corona’, según se cuenta desde la propia web del ayuntamiento de Monzón.

Otros lugares imprescindibles son la iglesia de San Juan, el antiguo convento de San Francisco o la plaza Mayor, donde (como en estas otras plazas de pueblo) nos pasaríamos toda la tarde viendo a la gente pasar.
El viajero también puede pasear por parque de la Jacilla, desde donde se pueden disfrutar las mejores vistas del castillo al atardecer o por el parque de la azucarera, una zona verde junto al río Sosa y coronada por una gran chimenea industrial, único resto visible de la azucarera desaparecida en 1968. Como curiosidad es interesante saber que nos encontramos ante el edificio más alto de la provincia de Huesca, con 78 metros de altura.

La Casa Consistorial, típico palacio renacentista aragonés del siglo XVI, el Palacio de los Luzán, el Palacio de los Fortones, la Casa Pano o la Casa Zazurca también merecen una visita. Y el viajero no debería irse de Monzón sin descubrir sus muestras de arte urbano, ya que en la localidad pueden verse más de una decena de murales.
En la plaza de la Ceca, sobre lo que antes era un terreno abandonado, hoy se puede disfrutar del mural templario realizado por David Gatta que tiene casi 12 metros de altura. La obra representa a un caballero templario a caballo cruzando una de las antiguas puertas de la villa frente a la iglesia de San Juan. Además, es interesante descubrir que esta obra se encuentra en el lugar donde cruzaba una sección de la muralla medieval de Monzón, ya desaparecida.

En definitiva, Monzón es uno de esos pueblos que el viajero no debe perderse si visita la provincia de Huesca, desde su castillo, con esas galerías subterráneas en las que los templarios oficiaban misas y realizaban rituales, hasta el parque de la azucarera o Santa María del Romeral. Y, si se dispone de más días de vacaciones, siempre se pueden visitar otros pueblos, como el que cuenta con la catedral más pequeña de España o el que alberga la única fortaleza pentagonal del mundo.
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