El pueblo medieval de montaña que lo tiene todo para hacer una escapada a Cantabria: es la cuna de uno de los productos que más se comen en Navidad
En medio de un paisaje verde de la Cantabria profunda, junto a inmensos prados y montañas escarpadas.

A medio camino entre Burgos y Santander, en un valle tan verde como solo Cantabria saber hacer, se encuentra un lugar único: un paisaje de montaña, salpicado por viejas cabañas rústicas de piedra y pizarra levantadas en lugares imposibles a los que solo llegan los pastores (y los lobos).
Junto a algunas de ellas todavía se puede ver algún rebaño de ovejas heroicas, muy pocos, porque solo unos cuantos han conseguido sobrevivir en un entorno tan hostil para la existencia (solo el más fuerte lo consigue) como hermoso para el turismo. Una escapada para conocerlo es el mejor plan para el otoño.
Tres villas medievales muy bien conservadas
Estamos en los llamados Valles Pasiegos, ese lugar entre el cielo y la montaña, con cumbres que superan los 1.700 metros de altura, donde la cultura y la tradición resisten (por ahora). Es el escondite perfecto de preciosos núcleos de población como Vega de Pas, una villa autóctona muy bien conservada que no llega a los mil habitantes.

Vega de Pas es, junto a San Pedro del Romeral y San Roque de Riomiera, una de las Tres Villas Pasiegas, como se conoce a este trío de villas medievales de arquitectura típica y que constituyen el “mejor ejemplo de este modo de vida que sus gentes han sabido transmitir de generación en generación”, como apuntan desde Turismo de Cantabria.

El mejor testimonio de esa arquitectura típica no está en medio el pueblo, sino en los prados. Son las antiguas cabañas pasiegas, sencillas (pero robustas) construcciones de piedra y tejados de pizarra, tan vinculadas al paisaje actual como a la forma de vida en el valle desde hace siglos.
Y es que, en esas mismas cabañas es donde antiguamente los pastores hacían la muda (el pastoreo en busca de los mejores pastos de alta montaña para el ganado), viviendo en la parte de arriba mientras el rebaño dormía en la de abajo. Sin ellos, estos lugares no existirían.
Los últimos lechazos
El pastoreo por estas tierras es un pastoreo de altura, donde la supervivencia es cada vez menor: "en los últimos 25 años los rebaños han disminuido casi un 70%" . Y solo unos pocos resisten, como Braulio y su familia.

“El sector se está debilitando porque es cada vez más difícil criar corderos. Eso hace que cada pieza valga más” y que cada vez queden menos pastores. Menos mal que, al menos Braulio, tiene relevo generacional garantizado. Su hijo Raúl, que apenas ha cumplido los 20 años, está a punto de ponerse al frente del rebaño.
El mejor lechazdo de Cantabria
El suyo no es un rebaño cualquiera, sino el más grande de toda Cantabria, miembro de la Interprofesional Agroalimentaria del Ovino y el Caprino (Interovic). Tiene más de 850 corderos que viven en los Picos de Europa durante prácticamente todo el año, a más de 2.200 metros de altura. Anualmente producen unos 4.000 lechazos que están entre los más codiciados del mercado. Vaya, que se los quitan de las manos.

Y aunque tienen capacidad para producir más, no lo hacen porque su fin es “producir mejor”, nos asegura Braulio a pie de prado. Lo curioso es que, sabiendo que la Navidad es la época del año en que más crece la demanda, su producción sale a la venta justo después, entre los meses de febrero a mayo, y así llevan haciendo desde hace ya 20 años.
Una cabaña de diseño en medio del prado
La ausencia de rebaños no solo está desdibujando el paisaje cántabro de los Valles Pasiegos (los prados crecen sin que nadie los cuide, haciendo que las montañas se transformen en pasto para las llamas), también ha hecho que la mayoría de las cabañas hayan caído en el olvido, haciendo que algo tan arraigado al paisaje tienda a desaparecer.
Algunas han sido rescatadas por propietarios privados con la intención de mantener el legado de los valles, para que no se pierda”, como nos explica el propietario de Cabañas de Pax, uno de los refugios de montaña más bonitos de Vega de Pas.

Está formado por dos cabañas originales que sus propietarios compraron hace casi 20 años. Por fuera es como si nada hubiera cambiado (muros de piedra y tejados de pizarra en medio del verde paisaje del valle), hasta que cruzas la puerta: totalmente transformadas en alojamientos boutique de diseño, donde el silencio y la calma lo dominan todo. Dormir aquí, es otra historia.
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