Este precioso pueblo de Castilla-La Mancha esconde un laberinto subterráneo de 8 kilómetros que hay que ver una vez en la vida
Un sorprendente entramado de galerías se esconde bajo suelo castellano: pocos lo conocen, pero todos salen igual de impresionados ante su belleza.

España está llena de tesoros naturales que casan perfectamente con los urbanísticos, que se nutren del entorno para convertirse en lugares aún más bonitos. Concretamente Castilla-La Mancha esconde rincones preciosos en los que perderse, desde Villanueva de los Infantes en Ciudad Real o Belmonte en Cuenca hasta Pastrana o Sigüenza en Guadalajara. Es esta última región castellana la que alberga en su interior algunos de los paisajes más bonitos de la comunidad, incluyendo Brihuega, uno de sus pueblos con más encanto.
Los campos de lavanda se han convertido en su seña de identidad, pero este bello lugar cuenta con secretos mucho más allá de estos cultivos que ocupan mil hectáreas y atraen a miles de visitantes cada año. Pero a veces lo que no se aprecia a simple vista puede llegar a ser incluso más interesante que lo hay sobre la tierra, sobre todo porque suele ser menos conocido. Bajo suelo alcarreño se constituyen las Cuevas Árabes, de gran importancia histórica desde su primer registro en la Edad Media con el nombre de Castrum Brioca.
Cuevas que se convirtieron en laberinto
Mucho antes de que el rey Alfonso VI o don Rodrigo Ximénez de Rada mandaran construir algunos de los monumentos más espectaculares de Brihuega, el pueblo vivió una época de máximo esplendor entre los siglos X y XI, cuando se crearon las citadas cuevas que acabaron convirtiéndose en túneles y, para los que desconocen su recorrido, en un auténtico laberinto que se extiende por un total de ocho kilómetros. Están abiertas al público -solo 700 metros- para su visita e invitan a los viajeros a aprender algo más del pasado de la zona.

Gracias a que en su interior se mantienen doce grados de temperatura constantes, las cuevas sirvieron como almacenes de alimento, víveres y vino en tinajas que todavía hoy pueden verse en algunas galerías. Pero para lo que verdaderamente se idearon fue para la defensa. Brihuega cuenta con una posición estratégica excepcional, por lo que, en épocas de asedio, era un lugar utilizado por los defensores: si se completa el recorrido entero de los ocho kilómetros se sale al exterior de las murallas.

Asedios de Brihuega que no manipularon las cuevas
No fueron pocos los momentos en los que Brihuega fue asediada: a finales de los siglos XII por los almohades, en 1445 por los navarros de Juan de Puelles, en 1710 por las tropas de Felipe V de Borbón y en 1937 por las de Mussolini. Además, durante la guerra civil, fueron utilizadas como refugio para los briocenses. A lo largo de toda su extensión se aprecian oquedades que se utilizaban para las tinajas, ventanas para la comunicación entre galerías o sillares labrados en piedra caliza alcarreña allí donde se hubo de reforzar la construcción, ya que han sido ampliadas y consolidadas hasta hace unos pocos años.

Al finalizar el trayecto, nos topamos con una galería descendente repleta de arcos apuntados de la época cristiana que chocan con el estilo del interior de las galerías y cuentan con una gran importancia arquitectónica. Su entrada se encuentra en la Plaza del Coso, están abiertas todos los días de 11:00 a 13:30 y 17:30 a 19:30 -a excepción de domingos por la tarde y lunes- y su entrada tiene un precio único de tres euros.
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