Ganas de primavera: cinco destinos en España en los que explota la floración
Ya no queda casi nada. Apenas una recta final de frío y llegará la nueva estación con su estallido de color. Es entonces cuando, de pronto, nuestros campos lucirán rebosantes de vida y alegría

La vista y el corazón se preparan para dar la bienvenida a la primavera, ese momento en el que la floración estalla, coloreando los campos como un enorme pincel. De Galicia a Extremadura, repasamos algunos rincones de nuestra geografía a los que la nueva estación reviste de flores… y de alegría.
Camelias en Galicia
Pueden ser rojas, rosas o blancas (o incluso de una combinación de estos colores). Las camelias tapizan en primavera los campos de Galicia, formando parte de su patrimonio. Es en la flor gallega por antonomasia, presente en las fincas y los jardines, en los parques y los espacios públicos. Una flor de origen oriental que llegó desde las remotas tierras de China y Japón a esta esquina noroccidental de la península a finales del siglo XVIII. Y que se agarró con fuerza a este suelo con características óptimas, tanto como las que le confiere su clima húmedo y sus temperaturas suaves. Hoy, hasta existe una ruta por este territorio para admirar las más de 8.000 variedades de camelias que dibujan estampas realmente preciosas.

Lavanda en Brihuega
Morado, violeta, lila y púrpura. Entre estos colores oscila el tono con el que, año tras año, se visten las tierras de La Alcarria, en Guadalajara. Es aquí donde descansa la plantación más importante de la lavanda en España: tanto que su cultivo representa un 10% de la producción mundial. Un hecho que ha llevado a considerar este rincón, concretamente los campos de Brihuega, como la Provenza castellana. Pero no es sólo belleza visual, sino que también la pituitaria agradece el aroma embriagador que desprende este rincón, que explota en una primavera tardía. No en vano, prestigiosas firmas como Gucci y Loewe emplean la esencia de estas flores para elaborar sus perfumes.

Piornos en Gredos
En este caso se trata de un aromático manto amarillo, un espectáculo floral protagonizado por los piornos, unas flores pequeñas que desprenden una fragancia similar a la de la vainilla y que dan lugar a un fruto en forma de legumbre pelosa. Las encontramos alfombrando de manera apabullante la sierra de Gredos, esa espina dorsal que culebrea entre las provincias de Salamanca, Cáceres, Ávila, Madrid y Toledo. Su irrupción depende de las lluvias, pero nunca falta a su cita en época primaveral, tiñendo el agreste paisaje de montaña del color del limón con hasta trece variedades distintas. Para disfrutarlo en su máxima expresión, no hay que perderse el Festival de Piornos en Flor, con concursos de decoración de exteriores, actividades deportivas en la naturaleza, rutas a caballo, actuaciones musicales, exposiciones fotográficas y demostraciones del tradicional uso del piorno en el medio rural.

Almendros en Loarre
A la escena de los cientos de almendros coloreando los campos de blanco y rosa, hay que añadir el dramático paraje de una fortaleza dominando la hoya de Huesca desde su elevada posición sobre un peñasco. Nos referimos a Loarre, el castillo románico mejor conservado de Europa, ahora libre de los miles de curiosos que vienen a transitar por sus torres para sentir que retroceden en el tiempo. Un lugar barnizado de leyendas y por el que, dicen, que hasta puede verse transitar a los fantasmas. En primavera, a su majestuosa silueta enmarcada por el Prepirineo aragonés y salpicada de buitres y río bravos, hay que añadir el espectáculo de los almendros.

Cerezos en el Valle del Jerte
No podía faltar esta maravillosa escena de blanco esponjoso, con la que la vista se inunda de alegría. Porque, ¿qué sería de la primavera sin la famosa floración del Jerte? Más de un millón y medio de cerezos explotan en este valle cacereño, modelado en terrazas de cultivo, custodiado por la sierra y atravesado por el río que le da nombre. Un manto que arropa y perfuma los campos, entre las localidades de Navaconcejo y Tronavaca, y al que los habitantes de la comarca reciben con toda una celebración popular. La fiesta del cerezo en flor es belleza y diversión, el vino de la tierra y muestras de la riquísima gastronomía extremeña. Por algo el cerezo es, para muchas culturas, un símbolo de gratitud y esperanza.

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