El mejor camping de Andalucía está en Cádiz: "Un lugar que parece inventado para desconectar"
Crónica suave desde el Kampaoh Trafalgar, un camping que debes conocer en Cádiz.

Hay algo en llegar a un camping que siempre me devuelve a la infancia, aunque el camping tenga nombre inglés y tiendas más cómodas que muchas habitaciones de hotel. El Kampaoh Trafalgar, en Caños de Meca (Cádiz), no se parece a lo que uno imagina cuando piensa en dormir al aire libre: aquí se duerme en tiendas altas, limpias, con camas de verdad, sábanas, lámparas, y hasta una pequeña terraza con sillas de madera. Hay sombra de pinos, hay espacio, hay silencio.
El camping está situado a pocos minutos caminando de la playa. Una playa grande, sin edificios, de esas que parecen no tener dueño. A veces hay caballos, a veces hay niños corriendo, a veces no hay nadie. En el camino, entre la tienda y el mar, uno atraviesa un terreno bajo y soleado, donde el tiempo pasa con la calma del verano.

Yo vine a escribir. Lo digo sin pretensiones. Me traje libros, libretas, bolígrafos que no necesitaba. Y lo que encontré fue una especie de lentitud amable, una calma que no es silenciosa pero tampoco estridente. El sonido de los árboles, el rumor del mar de fondo, alguna conversación al caer la tarde. Lo justo.
En el Kampaoh no hace falta hacer grandes cosas. Uno se levanta, va a por un café, saluda a los que ya están descalzos. Puedes perderte entre pinares, o caminar hasta Caños de Meca y pedir pescado frito. Hay quien viene en pareja y quien viene solo. Hay grupos que charlan hasta tarde y otros que se quedan leyendo hasta que ya no se ve.
Leía a Iñaki Uriarte bajo la sombra de un árbol, sus diarios. Subraye algunas frases. Y ahora recuerdo esta, que no sé si es suya, mía o de nadie: “Lo bueno de los lugares a los que no has ido es que aún no los has arruinado con expectativas”. Me pareció perfecta para este sitio. No es espectacular, ni ruidoso, ni escenográfico. Es un lugar donde se está bien. Y eso ya es mucho.

Por la noche, se ven estrellas. Muchas. A veces se oyen risas, o pasos de alguien que vuelve a su tienda. A veces nada. Una noche me dormí escuchando cómo los árboles se movían suavemente sobre mí, como si cuidaran el sueño.
Volví a casa con la libreta medio escrita, y con la sensación —rara— de haber descansado de verdad. No pasa tan a menudo. Hay sitios que parecen inventados para desconectar: este es uno de ellos. Volveré, aunque solo sea para volver a recordar cómo se duerme bajo los pinos.
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