El desconocido pueblo de Castilla y León que tiene las cascadas más bonitas de España: un salto de agua de 20 metros, pozas naturales y un entorno privilegiado único en el mundo
En el norte de Burgos, entre montañas, bosques y campos infinitos, se esconde un espectáculo que cambia con cada estación y que, pese a su belleza, sigue siendo uno de los secretos mejor guardados de Castilla y León.

A veces los lugares más especiales no necesitan grandes monumentos, ni que sean reconocidos mundialmente. Solo agua, roca y tiempo. En Pedrosa de Tobalina, en Burgos, el río Jerea se precipita en un salto de agua tan amplio que parece una cortina líquida. Lo llaman el Salto del Nervión del Ebro, aunque aquí la caída es horizontal, extendida, majestuosa. La cascada forma una piscina natural en la parte baja donde, en verano, los vecinos y visitantes se bañan rodeados de naturaleza. ¿Habrá algún placer mayor en este mundo?
Lo más curioso es que está justo al lado del casco urbano. No hace falta caminar kilómetros ni pagar entrada, basta con cruzar un pequeño puente y de pronto el sonido del agua lo llena todo.
Un espectáculo sin pagar entrada
El Salto de Pedrosa de Tobalina tiene unos 20 metros de altura y casi 110 de ancho, que se dice pronto. En invierno y primavera, cuando el río baja con fuerza, el espectáculo es sobrecogedor. El agua cae con un rugido ensordecedor y el vapor forma un arco iris que parece sacado de un cuento de hadas. En verano, el caudal disminuye, el salto se vuelve más tranquilo y aparecen las pozas naturales perfectas para el baño. Es uno de esos lugares que se transforman con el año y siempre merecen la visita.

Un pueblo auténtico con alma rural
Pedrosa de Tobalina no tiene más de 150 habitantes, pero sí un encanto enorme. Sus casas de piedra, balcones de madera y calles silenciosas reflejan el alma del norte de Burgos, donde la vida sigue el ritmo de la naturaleza. No hay prisas, ni ruido, ni grandes carteles turísticos. Aquí el lujo es escuchar el agua y oler la hierba después de la lluvia.
El pueblo pertenece al Valle de Tobalina, una comarca de montes, cañones y pueblos diminutos atravesados por el Ebro y sus afluentes. Es una zona ideal para quienes buscan senderismo, fotografía o simplemente desconectar del mundo. Algo realmente importante en los tiempos que corren.
Paisajes para soñar
A su alrededor se extienden paisajes de postal. El Parque Natural de Montes Obarenes-San Zadornil está a pocos minutos, con rutas que atraviesan bosques de hayas y encinas. Relativamente, cerca también se puede visitar el Salto del Nervión, el más alto de la Península Ibérica, o el desfiladero del Ebro en Orbaneja del Castillo, otro espectáculo geológico.

Desde los miradores cercanos se contemplan los meandros del río, los pueblos de piedra y los campos que cambian de color con las estaciones. Es Castilla en su versión más salvaje y más pura.
Un baño en pleno paisaje burgalés
Aunque cada vez llegan más curiosos, la cascada conserva su ambiente natural y familiar. En verano, familias enteras extienden toallas junto al río y los más valientes se lanzan al agua helada. El baño está permitido, siempre con precaución. El entorno cuenta con zonas de hierba, bancos y merenderos donde disfrutar de un pícnic con las mejores vistas posibles.

Apenas hay bares ni tiendas cerca, así que conviene llevar algo de comida o bebida. Y, sobre todo, respeto, pues el lugar es frágil y depende del equilibrio natural del río.
Un secreto a voces que sigue siendo un tesoro
Quizá lo mejor de Pedrosa de Tobalina es que, pese a su belleza, no ha caído en el turismo masivo. Es uno de esos sitios que los locales mencionan con orgullo, pero sin querer hacerlo demasiado famoso. Porque parte de su magia está en eso, en llegar sin expectativas, en encontrarte con una cascada que parece de otro continente y en disfrutar del Burgos más salvaje.
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