La Capilla Sixtina del arte rupestre está en España: no hay otra igual en Europa, la descubrió una niña de 8 años y puede visitarse todo el año
Durante años, fue uno de los mayores misterios de Cantabria, y cuando se descubrió nadie creía que fuera real.

Hace decenas de miles de años, la península Ibérica estaba habitada por humanos prehistóricos que cazaban animales y recolectaban frutos para sobrevivir. A simple vista, los Homo sapiens y los neandertales, parecían seres salvajes, más cercanos a los animales con los que compartían hábitat que a nosotros. Lo cierto es que ya empezaban a tener comportamientos más conscientes e incluso artísticos, algo que se refleja en las pinturas rupestres.
Se ha encontrado arte de este tipo a lo largo y ancho del país -y más allá de nuestras fronteras, por supuesto-, pero hay una que se considera la Capilla Sixtina del arte rupestre. Se cree, porque no se puede saber a ciencia cierta, que lo que representaban en las paredes de las cuevas que habitaban eran acciones y elementos de su día a día, por eso se ven muchas escenas de caza, figuras de animales o símbolos más abstractos que hablaban de rituales y creencias.
El nacimiento del arte paleolítico lo descubrió una niña de ocho años
Esa Capilla Sixtina, la cuna del arte rupestre europeo, es Altamira, ubicada en Santillana del Mar (Cantabria). Tanto su interior como la historia que gira en torno a ella es de lo más apasionante. Se descubrió por primera vez en 1878, cuando el aparcero Marcelino Sanz de Sautuola se adentró en una cueva nueva para él por su afición por la arqueología. Fue varias veces en el mismo año en busca de materiales paleolíticos. Sin embargo, no vio las pinturas.

Se cuenta que fue su hija María, de ocho años, la que levantó la cabeza y exclamó, con la ingenuidad y la curiosidad de un niño: "¡Mira papá, bueyes pintados en el techo!". Su padre se quedó boquiabierto con aquella escena y más tarde explicó el motivo por el que no se había percatado antes de su presencia: "Para reconocerlas hay que buscar los puntos de vista, sobre todo si hay poca luz, habiendo ocurrido que personas que sabían que existían, no las han distinguido por colocarse a plomo de ellas".

Al contrario de lo que cualquiera podría llegar a pensar, Sautuola no murió cubierto de éxito y galardones por su descubrimiento, sino todo lo contrario. Para él, que sabía algo de la Prehistoria, no había ninguna duda de que aquello había sido obra de los hombres del Paleolítico, los mismos que habían hecho las herramientas que halló en la cueva. Para el resto de gente, solo había motivos para cuestionar que fueran reales.
Un intenso viaje entre la incredulidad y el reconocimiento
Aquello no le frenó para publicar sus conclusiones en 1880, en la obra 'Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander'. No triunfó. La idea de que aquellas pinturas de un carácter tan artístico pertenecían a un ser humano primitivo no podía entrar en la cabeza de las personas de aquella época. De hecho, hubo profesionales que visitaron Altamira y expresaron su disconformidad hacia la época a la que supuestamente pertenecían.

Francisco Quiroga y Rafael Torres, profesores de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), la visitaron en 1880 y dijeron: "En la técnica del pintor de Altamira entran estos elementos: perspectiva lineal, perspectiva aérea, color desleído en agua o grasa, pincel". Aquellas características no les parecían propias de seres prehistóricos, sino posteriores, así que las atribuyeron a soldados romanos que ocuparon aquel territorio. Otros expertos tampoco creyeron la teoría de Sautuola.

Años después de su fallecimiento, se hallaron otras pinturas parietales que acabaron por zanjar el asunto de Altamira. Fue en las cuevas francesas de La Mouthe, Pair-non-Pair, Les Combarelles, Mas d'Azil y Font-de-Gaume. Émile Cartilhac, que previamente había acusado a Sautuola de mentiroso, se retractó a través de un famoso artículo en la revista L'Anthropologie titulado 'Las cavernas adornadas con dibujos. La cueva de Altamira (España). La confesión de un escéptico', donde reconocía su autenticidad.
Qué esperar de las cuevas de Altamira
Desde el año 1985, este lugar forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO por dos motivos principales: su calidad estética, representando una realización artística única de la cultura magdaleniense; y el hecho de ser testimonio excepcional del desarrollo de esta cultura. Además de haber sido las primeras de Europa en ser descubiertas. Las investigaciones posteriores al siglo XIX, constataron que las pinturas más antiguas -las que se encuentran en el lado derecho- tienen 35.600 años de antigüedad.
La técnica que se empleó consistía en grabar el contorno de las figuras con sílex para posteriormente dibujar una línea con carbón y rellenarla con pigmento rojo o amarillo. También llama la atención el tamaño de algunas de las figuras, habiendo una cierva de casi tres metros y caballos y bisontes de hasta 170 centímetros. El museo ofrece visitas a la exposición permanente de 'Los tiempos de Altamira' y la Neocueva y otras actividades para todas las edades. Eso sí, hay que reservar las entradas con bastante antelación.
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