Ni Albarracín, ni Ávila: esta es la villa medieval más increíble y espectacular de España
Descubre los encantos medievales de este precioso pueblo escondido en el interior de España.

Los pueblos medievales de España tienen un encanto muy peculiar que solo se puede percibir en el interior de las fronteras del país. En Teruel se esconde una preciosa villa que algunos denominan la más bonita. Efectivamente hablamos de Albarracín, una auténtica joya de las de verdad, con un casco histórico gobernado por la muralla y el castillo donde parece que el tiempo dejó de pasar hace mucho. Lo mismo ocurre con Ávila que, aunque algo más grande, destaca por su impresionante e intacta muralla medieval. Pero hay villas medievales preciosas mucho más allá de Albarracín y Ávila.

Fijándonos en sendos pueblos, deducimos que para que un lugar se considere realmente bonito debe tener un rico patrimonio histórico y cultural, monumentos que lo hagan único, un entorno natural especialmente bello y un casco antiguo que recuerde su pasado. Cumpliendo con estas características nos topamos con Guadalupe (Cáceres), declarada Conjunto Histórico-Artísico y Patrimonio de la Humanidad en 1933.
Un pueblo con un precioso monasterio
Su impactante Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe ha sido testigo de innumerables episodios históricos. Aunque pocos lo saben, allí fue donde los Reyes Católicos ofrecieron a Cristóbal Colón las carabelas para su incursión en lo que él creía que sería la India. Pero no te quedes solo con esta construcción, pues Guadalupe es mucho más que su monasterio: la Plaza de Santa María de Guadalupe, el Colegio de Infantes, la Iglesia barroca de la Santa Trinidad o los arcos medievales de las murallas son un gran símbolo de su belleza.

Pero primero vamos a hacer una mención como se merece al monasterio. Según cuenta la leyenda, un pastor llamado Gil Cordero encontró una figura de la virgen en el río Guadalupe en el siglo XIII tallada en madera. Allí se erigió una ermita y en su entorno, poco a poco, el pueblo que hoy conocemos. Después de Santiago de Compostela, supone uno de los lugares de peregrinaje más valorados del país. Aunque no fue hasta el reinado de Alfonso XI cuando se le dio un verdadero impulso.

Se había encomendado a la Virgen de Guadalupe para ganar la Batalla del Salado, la cual acabó favorablemente para él, por lo que mandó construir otra iglesia de estilo mudéjar. De ella tan solo se conserva el ábside. La imagen que tenemos en la actualidad del edificio es, por tanto, una mezcla de estilos gótico, mudéjar, renacentista, barroco y neoclásico. De hecho, una de sus obras mayores es el claustro mudéjar, con dos plantas, un templete en el centro y ornamentado con yeserías y azulejos.
Otras joyas del pueblo y su entorno
La Edad Media fue la época en la que se dio forma al pueblo entero y por ello conserva algunos elementos más a parte del monasterio. Guadalupe estaba rodeado por una muralla primigenia para protegerse con varios arcos de entrada hacia a la plaza. De ellos se mantienen en pie el de Sevilla, el de las Eras, el del Tinte y el del Chorro Gordo. Aunque mejor conservada aún está el Barrio Judío, concretamente la calle de Ruperto Cordero o de las Flores, un rincón de casas bajas con vigas y balcones de madera decorados con flores.

Cerca de la plaza principal se encuentra la plazuela de los Tres Chorros, con la fuente de agua potable más popular de Guadalupe y rodeada de casas porticadas. Si seguimos ascendiendo por las calles empedradas de la villa llegamos al mirador del Parque de la Constitución, desde donde contemplar las mejores vistas del Monasterio de Guadalupe. Junto al edificio religioso podemos hallar la iglesia de la Santa Trinidad y, algo más alejado el Colegio de Infantes, de arquitectura mudéjar.

Y después de degusar la deliciosa gastronomía extremeña -desde migas hasta el ajoblanco-, no hay mejor manera de despedirse del pueblo que recorriendo el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara, repleto de rincones naturales tan maravillosos como el Risco de la Villuerca, la Mina de Constanza, el Sinclinal de Santa Lucía o la cueva de Castañar de Ibor. Cualquiera de sus itinerarios es una buena elección para terminar de disfrutar de Guadalupe e irse con un muy buen sabor de boca de uno de los pueblos más bonitos de Extremadura.
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