Zuheros, el portal de Belén de Andalucía
Situado en el corazón geográfico de Adalucía, Zuheros está rodeado de sierras y lomas donde enraíza el olivo.

Zuheros es un pueblo de cuento, un portal de Belén en el corazón geográfico de Andalucía. Hay pocos lugares en el sur de España que asociemos tanto a la imagen que tenemos del pueblo donde nació Jesucristo. Zuheros es un gran decorado donde no falta nada. Rodeado de sierras y lomas donde enraíza el olivo, este pueblo cordobés es uno de los lugares más encantadores de Andalucía, ejemplo perfecto de la arquitectura popular, la cal, el sol y el geranio. Puerta de entrada a la comarca cordobesa de la Subbética, Zuheros se resume en un puñado de calles y plazas que ejercen de miradores hacia la campiña olivarera y la sierra. A un lado se halla el desfiladero rocoso por mitad del cual se precipitan las aguas del río Bailón.
En el cañón que forma el río se prodigan los quebrados y las barranqueras. La vegetación se espesa y en invierno, con la humedad, crece un musgo esponjoso sobre las rocas de la orilla. Un bosque galería tapiza el curso bajo. Por él crecen álamos, avellanos y sauces que escoltan las aguas frías que corretean por una sucesión de pintorescas cascadas hasta precipitarse por el desfiladero. Hay un sendero que invita al viajero a realizarlo a pie o en bicicleta de montaña y que une paralelo al río Zuheros con el santuario de la Virgen de la Sierra, en el vecino municipio de Cabra, centro geográfico de Andalucía. El sendero transita un bosque mediterráneo de excepcional valor, entre revueltas del río, campos de labor y lomas decoradas con olivos y cortijadas blancas.
Las calles de Zuheros están empedradas y serpentean hasta encontrar el alivio de una pequeña y llana plazoleta donde rara vez falta un arriate del que brota una parra de generosa sombra o un perfumado jazmín. Las calles principales del pueblo están decoradas con casonas dieciochescas de portadas adinteladas y ventanas encerradas con artísticas rejas. La plaza principal de Zuheros recibe el agraciado nombre de La Paz. Está tapizada en piedra, tiene una pequeña fuente de aguas saltarinas y un conjunto de naranjos.

A un lado se alza el castillo árabe, la vieja fortaleza que hace dos mil años fue atalaya romana. Los pilares que hoy miran a la plaza fueron cimentados en tiempos del emirato de Córdoba, a mediados del siglo IX. Tras la conquista cristiana la fortaleza vio como sus defensas se reforzaron por miedo a nuevas invasiones. Siglos después, a mediados del XVI, en tiempos del renacimiento, los señores de Zuheros mandaron construir un recinto palaciego cuyas fachadas y puertas aún subsisten.
A la sombra de la torre del Homenaje, encaramada sobre un risco, se halla la iglesia de los Remedios, construida sobre los pilares de una desaparecida mezquita. Su fachada es una sencilla sábana de cal. Por dentro, en cambio, atesora un valioso retablo barroco donde los vecinos veneran tallas religiosas de gran valor sentimental que sacan en procesión las tardes de Semana Santa.
Pero aún hay más. El cerro calizo que escolta Zuheros esconde en sus entrañas la cueva de los Murciélagos abierta entre murallones de roca en la cima de la montaña. Dentro de ella todo es silencio y oscuridad. Pero hubo un tiempo en que estuvo habitada y hoy constituye un conjunto arqueológico de excepcional valor en el que se conservan las huellas del hombre a través de pinturas rupestres, desde tiempos del Neolítico hasta los primeros siglos de la dominación romana.
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