Túnez: aventura en el desierto

Envuelto en una ondulación infinita de arenas doradas, el sur de este bello país mediterráneo abre las puertas al Sahara y a su mística irresistible.

Douz desierto Sahara
Douz desierto Sahara / Turismo de Túnez

Una inmensidad desolada de dunas hasta donde se pierde la vista y, de pronto, la vida que brota en un oasis perdido o en un pueblo bereber colgado de un pliegue del terreno. Pocos paisajes destilan tanto magnetismo como lo hace el desierto con sus reminiscencias a los tuareg y sus turbantes azules, con sus palmeras repentinas propiciando frescor, con la silueta de los dromedarios recortada en la tierra ocre.

El sur de Túnez es una puerta que se abre al Sahara, el mayor desierto del mundo. Un paisaje rocoso y desnudo que va ganando en aridez conforme se desciende hasta llegar a fundirse con el confín de arena, con esa soledad que ha cautivado a todas las artes: a escritores como Paul Bowles y su novela cumbre El cielo protector, pero también a poetas de la talla de Williams Burrough o a músicos como Brian Jones, miembro fallecido de los Rolling Stones, que llegó a producir un disco con la música tribal del desierto.

Chenini

Chenini.

/ Turismo de Túnez

El de Túnez tiene además un toque mitómano puesto que otro iluminado como George Lucas lo identificó con el arcaico planeta de Tatooine, en algún remoto rincón de la galaxia, para situar a sus disparatados androides en la exitosa saga de Star Wars. Hoy son muchos los que acuden a estos parajes confiando en cruzarse con Obi-Wan Kenobi o en ver salir como en un espejismo al pequeño Anakin Skywalker.

Por ello y por su irresistible mística, este desierto que en Túnez se extiende a lo largo de 40.000 km2 (el 53% del territorio) y en el que sólo vive un 3% de la población, es una de las regiones más interesantes de este país del norte de África encajado entre el Atlas y el Mediterráneo. Un país injustamente olvidado en los últimos tiempos pese a estar bendecido con atractivas playas y ciudades cosmopolitas, con dátiles y aceite de oliva, con buganvillas y un sol que no falta a su cita casi ningún día del año.

Tataouine

Región tunecina de Tataouine.

/ Turismo de Túnez

Nadie que visite este cúmulo de exotismo a la vuelta de la esquina debería dejar de explorar las entrañas de su desierto de fácil acceso. Porque son muchas las sorpresas que depara, empezando por un nombre que remite directamente a la huella cinéfila: la región tunecina de Tataouine, cuya arquitectura y paisajes inspiraron secuencias de la serie. Aquí descansa el Ksar Hedada que, más allá de haber servido de escenario a dos de sus filmes (dio origen a la popular Mos Spa), se trata de un rincón de singular belleza: unos fotogénicos graneros de piedra y argamasa en los que los nómadas guardaban su cosecha, durante aquellos tiempos en que la arena calcinante vertebraba el comercio de Oriente.

Aquí también se encuentra Chenini, un pueblo bereber que se agarra a la pendiente y al pasado para mostrar una imagen idílica: una mezquita blanca y reluciente en la cima de un cortado preside un conjunto de casas excavadas en la roca, con callejuelas de piedra en posición escalonada. Se llega en 4×4, después de dejar atrás nuevos parajes que también fueron set de películas. Como aquellos, solitarios y bellísimos, donde se filmó el accidente de avión de la emotiva El paciente inglés.

jaimas desierto Sahara

Jaimas en el desierto del Sahara.

/ Turismo de Túnez

El desierto de Túnez, que se renueva constantemente gracias al viento que esculpe las dunas, es también un foco de aventura. La que propician los paseos en camello a lo Lawrence de Arabia; o aquellos otros, más propios de un tuareg del siglo XXI, a lomos de un quad. Nada puede ser más divertido que deslizarse sobre la arena con esta suerte de motos de cuatro ruedas que disparan la adrenalina y que pueden ser alquiladas en los oasis que salpican el camino. Como el de Ghilane, un atisbo de vida perfumado de flores, con un castillo que antaño fue un puesto de control para el tráfico de las caravanas.

Será la última parada antes de concluir el viaje en el campamento Zmela, a las puertas del Grand Erg Oriental, donde pasar una auténtica noche en el desierto. Degustar el pan que los bereberes elaboran enterrándolo bajo la arena; dormir en las típicas tiendas del Sahara y, sobre todo, asistir al más conmovedor atardecer cuando un sol enorme y sangriento se hunde lentamente en el horizonte.

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