La Senda de Unamuno en Salamanca

Las particulares cataratas del Niágara castellanas de las que se enamoró el escritor de la generación del 98.

Pozo de los Humos, Arribes del Duero, Salamanca
Pozo de los Humos, Arribes del Duero, Salamanca / Daniel_Vi

Masueco de la Ribera y Pereña son dos localidades de la Castilla rural que no superan los 400 habitantes. Insertos en la comarca de Las Arribes del Duero, estos pueblos comparten un asombroso paraje natural: una bella cascada natural a la que se accede siguiendo el curso del río Uces, afluente salmantino del Duero. El espectáculo de la caída de agua emocionó profundamente hasta al célebre Miguel de Unamuno quien, conmovido por la magnitud del salto, plasmó su asombro en las siguientes palabras publicadas en 1898 en un relato publicado en ‘Ecos literarios’: “Estaríase uno las horas muertas contemplándola fluir, dejándose ganar el espíritu por la sensación purísima que su constante curso nos produce. El agua es acaso la que mejor imagen nos ofrece de la quietud en el movimiento, del solemne reposo supremo que del concierto de las carreras de los seres todos surge. En el estanque duerme el agua reflejando al cielo, pero con no menos pureza lo refleja en el cristal de un sosegado río, cuyas aguas, siempre distintas, ofrecen la misma superficie siempre. Y en la cascada misma, por donde se despeña bramando, preséntanos una vena compacta, una columna que acaba por parecer sólida. ¡Enorme fuerza la que sin aparato alguno, con la sencillez del coloso, despliega!... Es una de las más hermosas caídas de agua que pueden verse entre aquellos tajos adustos.

El agua que se convierte en humo

La Senda de Unamuno lleva al enclave bautizado como El Pozo de los Humos. El nombre resulta bastante gráfico y acertado pues las leyes naturales de la física han creado una asombrosa ilusión óptica en torno a la cascada. Por caprichos de los tiempos geológicos y la distribución del terreno, las aguas del río Uces se deslizan en una caída de 50 metros - apenas 12 metros menos que las cataratas del Niágara-. La potencia del curso del agua, sumada a la fuerza de la gravedad, forma al caer unas curiosas columnas de vapor de tal densidad que parecen auténticas torres de humo. A pocos metros de allí, el torrente se bifurca originando otra cascada de menor tamaño. Conocida como el Pozo de las Vacas, en torno a esta caída de agua, circula una historieta local que cuenta que allí se despeñó un carro que se dirigía a un molino cercano, cargado de trigo y tirado por dos vacas.

Hacia este sorprendente lugar apuntan las señalizaciones que arrancan la ruta de unos dos kilómetros desde los pueblos colindantes. Desde Masueco de la Ribera, hay que efectuar un descenso por la llamada Senda de La Roblea, que se dirige al nacimiento de la cascada. Para los más intrépidos, existe la posibilidad de recorrer una pasarela rústica anclada en roca que desafía las leyes de la gravedad, o bien, efectuar la bajada por la Cañada de Zarzalino, que va desde la cumbre hasta el poso de las aguas.

La otra opción de ruta para llegar a los aledaños de la cascada sale de Pereña, siguiendo la senda de la Palla Rubia que desemboca en un pequeño estanque originado por las salpicaduras de la estrecha caída del Pozo de los Humos. El camino desde Pereña guarda un regalo para el senderista: la Cueva Natural, en cuyas paredes se pueden observar pinturas rupestres.

Sea cual sea el camino elegido, el entorno silvestre se convierte en un motivo más de deleite hasta llegar al destino. A medida que avanza el paso, se alzan en las lindes del camino formaciones de granito naturales así como construcciones de chozos, molinos e iglesias, que dan fe de los milenarios asentamientos humanos en la zona. Además, la naturaleza ibérica endémica florece sin cesar sobre la ruta. En el entorno habitan jabalíes, lobos, cabras montesas y los últimos reductos de lince ibérico, sobre los que revolotean cigüeñas negras, águilas, buitres, lechuzas y búhos. La ribera, cómo no podía ser de otro, también ha propiciado el hábitat de salamandras, ranas e, incluso, alacranes. La flora aparece en forma de robles, enebros, castaños, endrinos y olivos milenarios.

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